Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, nº 21
septiembre 2022 - febrero 2023
ISSN 2313-9749
Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas

Santiago M. Roggerone, Tras las huellas del marxismo occidental, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2022, 140 pgs.


Agustín Lucas Prestifilippo
ORCID: 0000-0002-4199-2478  

Universidad de Buenos Aires, Argentina

Cita recomendada: Prestifilippo, A. L. (2022). Tras las huellas del marxismo occidental (2022). Archivos De Historia Del Movimiento Obrero Y La Izquierda, (21), 185-188. https://doi.org/10.46688/ahmoi.n21.375

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El nuevo libro de Santiago M. Roggerone arroja una serie de desafíos que sacuden la adormecida estabilidad de la escena intelectual contemporánea. En tiempos de resquebrajaduras irreversibles de los grandes emblemas en los que históricamente se han estructurado las democracias capitalistas –eso que algunos insisten en llamar no sin cierta cuota de cinismo “Occidente”–, en una época signada por la paradójica experiencia temporal de una posteridad vuelta presente perpetuo, la publicación de un ensayo de la densidad teórica de Tras las huellas del marxismo occidental ofrece a la desorientación generalizada una batería de hipótesis audaces no sólo para interpretar nuestra época sino también para transformarla.

El modo en que este libro lo hace no es ajeno a la cosa que lo aqueja. En efecto, Tras las huellas… adopta una estrategia coral en la que, proponiéndose acompañar el itinerario histórico de un término específico, acuñado originalmente por Karl Korsch en 1930, recuperado luego por Merleau-Ponty en los años 50, y popularizado más tarde por el historiador Perry Anderson en 1976, termina haciendo mucho más que la mera efeméride de una anécdótica, para desplegar una multiplicidad de frentes de análisis que interceptan al lector, obligándolo al trabajo de indagación acerca de sus implícitos supuestos.

El texto se estructura en la articulación de sortijas de disímiles tamaños, separados por subtítulos unilexicales al interior de los cuales se presentan dificultades especificas, cuya irreductibilidad sin embargo no conduce al aislamiento, sino que están constantemente volcadas hacia al punto de contacto recíproco. Éste punto oficia como intervalo de intersección en el que los desajustes temporales, las geografías alejadas, y las escalas heterogéneas de las cuestiones logran encontrarse en cortocircuitos luminosos y confluencias sorprendentes. La voz de Santiago Roggerone se posa en ese delicado punto de equilibrio en el que se encajonan simultáneamente los análisis materialistas de la coyuntura geopolítica, el diagnóstico económico-político acerca de las mutaciones del patrón de acumulación, la historia cultural de las trayectorias intelectuales, el retrato de la vida y la obra de un historiador inglés trotskista, y la propia escritura autobiográfica de alguien que piensa y habla desde la universidad pública argentina con la destacable vocación de diálogo con las distintas maneras de habitar el legado de Marx.

Esa situacionalidad encarnada en la que la voz de Roggerone va colmándose no desconoce a su vez las transformaciones recientes que ha sufrido la histórica relación colonial de dominación entre el centro y la periferia capitalista, en la que “una despiadada globalización neoliberal” ha producido una “centralización de las periferias y otra simultánea periferización de los centros que eventualmente se impondrían en todos los continentes y países”, unificándolo todo en “un solo único (Tercer) mundo”. Mutaciones que han condicionado el mismo derecho a la existencia del concepto asumido como motivo fundamental de las reflexiones del ensayo. Efectivamente, ideado originalmente para pensar los puntos de encuentro entre perspectivas de autores ostensiblemente heterogéneas, el término “marxismo occidental” ha servido para agrupar textualidades cuya afinidad habría residido en asumir una perspectiva marxista alternativa a la programática teórica representada por la estatalidad soviética. Por eso, desde un comienzo Roggerone discutirá la actualidad de un término cuyo principal sentido polémico habría quedado bloqueado tras el colapso del socialismo real y la “imposición del Primer Mundo por sobre el Segundo”.

Una de las mayores virtudes de Tras las huellas… consiste precisamente en la insistencia en una operación de radical cuestionamiento en el que los objetos elegidos como motivo de indagación histórico-intelectual no representan la oportunidad de dar lugar a la libre expresión de apegos sentimentales en los que no media reflexión crítica alguna, sino que la operación del homenaje queda internamente desplazado de toda connotación celebratoria, para mostrarse como práctica política de una lealtad y fidelidad eminentemente crítica y revolucionaria. Esto puede observarse en la corrosiva interpretación que propone el autor de la obra de Perry Anderson.

Esa extraña manera de ejercer el acto de la veneración la explica Roggerone apelando freudianamente al estado de ánimo que le sigue a un trabajo de duelo imposible, ante las sucesivas derrotas sufridas por los movimientos sociales y las fuerzas políticas de izquierda de un lado y de otro del Atlántico a causa de la violenta ofensiva del capital desde la década del 70. Sin embargo, esta afirmación melancólica no representa aquí la excusa para dar rienda suelta al derrotismo de la razón o a la cómoda conformidad con lo existente sino, por el contrario, aparece como la exigencia ética de un nuevo lanzamiento en lo público, un impulso revitalizado para actuar en el presente, que Roggerone expresa en la prolífica producción libresca de un joven que en apenas unos pocos años ha publicado tres libros de su autoría y co-editado dos compilaciones de ensayos de autores jóvenes contemporáneos. Para Roggerone el pensamiento es –sólo puede ser– praxis de intervención transformadora de lo que meramente es.

La inscripción “inmanente y situada” en “una modernidad periférica como la latinoamericana” le permite extraer todas las ventajas epistemológicas que implica hablar desde una perspectiva desplazada, corrida del centro, para asumir un plus de reflexividad. Ese exceso aquí no es otro que el que solicita toda perspectiva crítica, y que consiste en “problematizar la producción, difusión, circulación, consumo, dislocación, recepción y apropiación internacional de las ideas, los bienes simbólicos y los artefactos culturales, como así también sus condiciones de posibilidad, fundamentos, premisas o supuestos en última instancia contingentes”.

Hacer de la necesidad una virtud no habilita idealización alguna: la subalternidad no otorga al ensayista ningún privilegio, sino en todo caso coraje en la confrontación con aquella cuestión que acompaña todos los momentos de este libro, y que azota como una premisa que se arrastra como una realidad irreprimible para las distintas cavilaciones expuestas. Se trata de la cuestión de la cuestión; esto es, del vínculo problemático entre teoría y praxis. Esa “dualidad irreductible” (Althusser) se expresa aquí en esa condición dramática de soledad de aquel que, como el Maquiavelo de Althusser, “debe convertirse en un Príncipe popular, sin ser él mismo pueblo”. Aquí el pensamiento radical de la distancia, la demarcación frontal del lugar y los agentes de la enunciación y la práctica, no cede lugar a la parálisis ni al teoreticismo, sino al reconocimiento de los límites del pensamiento para resolver un problema eminentemente práctico, cuya solución sólo puede provenir de la materialidad de la praxis en donde se dirimirá la “Verdad” del “saber”. En el fresco que pinta Roggerone del derrotero oscilante de Anderson, en los desajustes históricos de una noción como la de marxismo occidental, “se hace lugar”, nuevamente con Althusser, “a la historia y a la práctica política en la teoría misma”.

Pero este reconocimiento del vacío en la teoría no exime de la aspiración a conjurar la distancia entre conocimiento y acción. En Roggerone esto se observa en la superficie misma de su escritura. Un estilo enrevesado en el que se estructuran frases cada vez más extensas, interceptadas por subordinadas que prolongan exageradamente las proposiciones, vuelven a esta pequeña pieza una fiel exposición del modo en que el método sintáctico y el estilo de presentación no son exteriores al argumento ni al contenido semántico de lo dicho. En este sentido, Roggerone hace suya la recomendación de Adorno, para quien en la escritura filosófica: “Todos los conceptos han de exponerse de tal modo que se presten apoyo mutuo, que cada uno se articule según las configuraciones con otros”. Como consecuencia, la lectura se ve determinada en más de una ocasión a retroceder en su recorrido, procurando reconectar los elementos de las frases, que en la sucesión interrumpida por instancias intermedias, ha caído en el riesgo de perderse, prorrogando el sentido más allá de su alcance. A su vez, y esquivando las convenciones estandarizadas del academicismo positivista, Tras las huellas… nos propone un punto de vista en primera persona del singular para la exposición de sus argumentos. No debemos olvidar en ningún momento que quien habla aquí es un yo situado, que busca un estilo singular de escritura y que no renuncia por lo tanto a la construcción de una voz propia. Hacerlo mediante el trabajo de ensamblaje sintáctico, en la renuncia a toda concesión oportunista con los ideales de la clara et distincta perceptio es lo que acerca a Roggerone al panteón de quienes siguen apostando por fortalecer la rica tradición de la ensayística argentina.