El joven Félix Weil y la Argentina: entre el comunismo, el estudio del movimiento obrero y el proyecto del Instituto de Frankfurt
Universidad de Buenos Aires - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas -
Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas.
Buenos Aires, Argentina
hercamarero@gmail.com
ORCID 0000-0002-5876-1772
Resumen: El artículo aborda la experiencia del joven Félix Weil en la Argentina (1920-1922), combinando su rol como heredero empresarial, emisario de la Comintern y partícipe de debates en el comunismo local. Se centra en el análisis crítico de su libro sobre el movimiento obrero argentino, destacando su carácter precursor, las polémicas con los emigrados rusos y su relación con los primeros impulsos marxistas que desembocaron en la fundación del Instituto de Frankfurt.
Palabras clave: Félix Weil – comunismo - movimiento obrero - Instituto de Frankfurt
Abstract: The article examines the experience of the young Félix Weil in Argentina (1920-1922), exploring his role as a business heir, emissary of the Comintern, and participant in the debates within the local communist movement. It focuses on a critical analysis of his book on the Argentine labor movement, highlighting its pioneering nature, the controversies with Russian émigrés, and his connection with the early Marxist currents that eventually led to the founding of the Frankfurt Institute.
Keywords: Félix Weil – Communism - Labor Movement - Frankfurt Institute
Recepción: 15 de marzo de 2025. Aceptación: 10 de abril de 2025
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Félix J. Weil evoca significados contrastantes e inusuales. Acerca de la vida de este argentino-alemán, que inicialmente alternó entre Buenos Aires y Frankfurt y, finalmente, se estableció en Estados Unidos, fue muchas veces señalada la contradicción entre su origen de clase y las ideas e iniciativas políticas y culturales que desplegó. Heredero de una muy próspera empresa, desde joven se sintió atraído por el pensamiento marxista e, incluso, asumió por un tiempo la bandera del comunismo. La disposicion de una enorme fortuna no le impidió comprometerse con la causa emancipatoria abierta por la Revolución Rusa, recalar en la Argentina entre 1920-1922 con un mandato informal de la Internacional Comunista (IC o Comintern), colaborar con el desarrollo de sus secciones en el Río de la Plata y dedicarse a estudiar el pasado y el presente del mundo de los trabajadores y las izquierdas de esta región.
En base a esta experiencia Weil escribió un pequeño libro en lengua germana, Die Arbeiterbewegung in Argentinien. Ein Beitrag zu ihrer Geschichte (“El movimiento obrero en Argentina. Una contribución a su historia”), publicado en la ciudad de Leipzig (Weil, 1923). El texto permaneció sin traducción al castellano durante más de ochenta años.1 Lo cual es paradójico, pues la obra tuvo un carácter precursor: quizás, fue la primera en abordar estas temáticas en forma específica y bajo un encuadre global. En este artículo ofrezco una indagación detenida y crítica de este volumen, y de sus contextos de elaboración, que refiere a un ciclo breve pero intenso de la vida de su autor. El mismo puede ser comprendido a partir de los vínculos tejidos en y con el mundo comunista de la Argentina y de la IC, así como desde las tradiciones de la historiografía obrera marxista de aquellos años.
Portada de Die Arbeiterbewegung in Argentinien. Ein Beitrag zu ihrer Geschichte (“El movimiento obrero en Argentina. Una contribución a su historia”), Leipzig, 1923, por la editorial C.L. Hirschfeld, la misma que publicó entre 1911-1930 la revista Archiv für die Geschichte des Sozialismus und der Arbeiterbewegung (Archivo de la historia del socialismo y el movimiento obrero).
El período “bolchevique” de Weil (en verdad, un comunista sui géneris) y el texto en cuestión concitó un interés parcial en la bibliografía. Weil era reconocido, fuera de los perímetros argentinos, sobre todo como patrocinador financiero del Instituto de Investigación Social en Frankfurt am Main desde 1923, sin detenerse demasiado en sus producciones intelectuales.2 En el escenario local, Weil había sido referenciado, al menos desde la segunda mitad del siglo XX, por la publicación de su libro en Nueva York, titulado Argentine Riddle (“El enigma argentino”), en donde consideraba las peculiaridades del capitalismo nacional (Weil, 1944). En los años 1990 también hubo otros trabajos sobre él en revistas argentinas (Eisenbach, 1994-1995; Traine, 1995). Desde hace una década la figura de este intelectual experimentó una curiosidad creciente, publicándose tres extensas biografías, una en castellano y otras dos en alemán: Rapoport, 2014; Erazo Heufelder, 2017; Gruber, 2022. Esta última fue la más documentada, en especial, sobre los periplos no argentinos de la figura en cuestión.3
En todas estas publicaciones, el aludido libro de Weil fue referenciado. Sin embargo, aún quedan en cierta penumbra las razones centrales, el marco de debate y los supuestos subyacentes que permiten explicar las argumentaciones allí esgrimidas. Según mi hipótesis, la historia del movimiento obrero y de las izquierdas de Weil solo pueden entenderse cabalmente contemplando una serie factores reconocibles en distintos niveles: los registros del relato ensayístico militante, programático e historiográfico de las izquierdas, típico de los inicios de la década de 1920, tanto en Argentina como en Alemania; las polémicas estalladas en el Partido Comunista (PC) argentino entre su dirección y ciertos emigrados rusos con actuación en el país; las dificultades en las formas de intervención de ese partido en el universo sindical; los desafíos de la aplicación de la estrategia del “frente único” de la IC. Como ocurre con cualquier texto, el imperativo es explicarlo no solo por sus propios enunciados y literalidades. Si un análisis de exclusiva historia intelectual no contextual no puede alcanzar toda la potencia explicativa, esta tampoco podría adquirir plena vitalidad refugiándose en un puro examen de historia política interna de los partidos o disolviéndose en las generalidades de una historia social “objetiva”. Es el cruce de todas estas dimensiones, sumado a los aportes del método biográfico o historia de vida, lo que logra ofrecer un cuadro completo del libro y sus sentidos. Y al emprender esta tarea, no sólo nos queda un balance de esta obra, sino otra vía de ingreso a la historia del comunismo, a las formas de vinculación con la Comintern y a la propia historia del movimiento obrero.
El hijo de un burgués que adhiere al marxismo revolucionario
El derrotero biográfico de Lucio Félix José Weil, nacido en Buenos Aires en febrero de 1898, presenta perfiles distintivos. Su padre, Hermann Weil, un alemán de origen judío, se había instalado en la Argentina años antes, convirtiéndose en un rico comerciante y amasando un voluminoso capital con sus operaciones de exportación de cereales al continente europeo. Hasta la Primera Guerra Mundial, la firma empleaba a más de tres mil personas y sus 60 barcos surcaban el océano Atlántico trasladando granos a Estados Unidos y el Viejo Continente (Gerards Iglesias, 2022, p. 30). Weil Hermanos & Compañía ejerció hasta fines de los años 1920, junto a otros dos grandes emporios internacionales (Bunge & Born y Dreyfus), el control del mercado cerealero del país. Hacia 1907, los Weil se trasladaron a las tierras del káiser Guillermo II y la empresa quedó funcionando en Buenos Aires y Rotterdam, a cargo de los tíos de Félix. Este último se instaló en Frankfurt, donde recibió educación en el distinguido Goethe-Gymnasium. Los siguientes trece años vivió en ese país, la mayor parte del tiempo residiendo en aquella ciudad, en cuya universidad inició sus estudios superiores.
La carrera académica y profesional bajo un encuadre burgués de Weil se vio alterada de modo radical. La Revolución Rusa de 1917 y los diferentes procesos revolucionarios que se desarrollaron en Europa luego del acontecimiento soviético (que en Alemania incluyeron la caída del régimen imperial, la proclamación de la República de Weimar y levantamientos comunistas), condujeron a Weil hacia el marxismo. Tuvo un tránsito fugaz por la Universidad de Tübingen, para tomar clases con el profesor socialista de economía Robert Wilbrandt, pero terminó excluido, dadas sus posiciones y actividades revolucionarias (Eisenbach, 1994-1995; Gruber, 2022). Finalmente, en 1920 pudo conseguir su doctorado en Ciencias Políticas en la Universidad de Frankfurt, con una tesis dirigida por Alfred Weber, dedicada a la fundamentación conceptual y a los planes de socialización.4
A fines de 1918 Weil se había puesto a disposición del efímero Consejo de Trabajadores y Soldados de Frankfurt y realizado actividades en distintas ciudades alemanas como militante estudiantil. Hacia 1919 trabó estrechas relaciones con la veterana dirigente del movimiento obrero y socialista Clara Zetkin (y con su hijo Konstantin), con Karl Korsch (quien luego publicó la tesis de Weil en una de sus colecciones) y con otros militantes e intelectuales, como Karl Radek, Willi Munzenberg, Leo Lowenthal, Franz Neumann, Max Horkheimer y Friedrich Pollock. Finalmente, Weil adhirió al Partido Comunista de Alemania (Kommunistische Partei Deutschlands, KPD), aunque preservando cierta autonomía. Fue en ese contexto que conoció al ruso Grigori Zinóviev, por entonces dirigente máximo de la recientemente creada Internacional Comunista. Eso ocurrió a mediados de octubre de 1920, en la ciudad de Halle, mientras Zinóviev participaba en el congreso que finalmente condujo a la fusión del KPD con el ala izquierda del Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania (Unabhängigen Sozialdemokratischen Partei Deutschlands, USPD), conformando el Partido Comunista Unificado de Alemania (Vereinigte Kommunistische Partei Deutschlands, VKPD), que luego recuperó la sigla KPD.
Estas conversaciones con Zinóviev tuvieron su importancia. Weil, a solicitud de su padre, se preparaba para volver a Argentina y surgió la idea de aprovechar ese viaje para realizar actividades clandestinas al servicio del Comité Ejecutivo de la IC (CEIC). El arreglo fue convenido, aunque el ruso no alcanzó a entregarle a Weil un mandato escrito como representante. Las funciones del enviado serían las de fomentar la edición de literatura bolchevique y la de brindar informaciones al CEIC acerca de los seguidores locales de la causa de la Revolución Rusa, con el objetivo de corroborar si su línea y sus acciones eran acordes a las estrategias de la Comintern.
Así fue como, en los primeros días de diciembre de 1920, Félix Weil arribó a Buenos Aires, haciéndose cargo de cuestiones de la economía familiar y asumiendo estos otros compromisos militantes. Era una extraña conjugación. Tuvo que recobrar el uso de su idioma castellano y reestablecer el lazo con una realidad argentina de la que apenas conservaba algunos recuerdos infantiles. Llegó en compañía de su primera esposa, Katharina Bachert, con la que acababa de contraer matrimonio. A sus veintidós años, Félix debía operar como gerente general de la compañía (en reemplazo de su tío Samuel), mientras la empresa pretendía recuperarse tras la gran caída sufrida durante la guerra mundial. No estaba muy interesado en las cuestiones de comercialización agrícola y le disgustaba la especulación propia de la actividad, aunque le había prometido a su padre que se haría cargo, junto a su hermana Ana, de la mayor parte del paquete accionario de la firma por lo menos un año. Pero como él mismo señaló en sus memorias, los otros objetivos fundamentales de su viaje eran conocer y recorrer la Argentina y, en particular, estudiar la historia y la situación presente del movimiento obrero, una temática en pleno desarrollo en el campo intelectual y político de la izquierda europea (Gruber, 2022, p. 137; Rapoport, 2014, p. 183).
Instalado en la capital porteña, entre las primeras relaciones de Weil estuvieron algunos miembros de la comunidad alemana. Según el censo nacional de 1914, la población germanoparlante en el país se acercaba a las cien mil personas, un número que se fue casi duplicando luego de la Primera Guerra Mundial y los difíciles años de la República de Weimar.5 Los judíos, mayoritariamente arribados entre fines del siglo XIX y principios del XX, en general, contratados por empresas alemanas vinculadas al comercio exterior, tenían influencia en el ámbito cultural y económico (Schwarcz, 1991). Si bien la hegemonía burguesa en la vida asociativa alemana era indudable, existía una izquierda significativa, sobre todo, entre los sectores proletarios, lo cual se expresó en la fundación, en 1882, de la Asociación Vorwärts, cuyos integrantes fueron adoptando la ciudadanía argentina y cumplieron un papel clave en los orígenes del movimiento obrero y en la creación del Partido Socialista (Carreras, Tarcus y Zeller, 2008). Había un grupo de cuadros obreros alemanes, varios de ellos con mucha experiencia sindical y política, que luego también participaron de la fundación de la corriente socialista internacionalista y del PC, en donde conformaron una agrupación comunista alemana, con incidencia entre los trabajadores de empresas metalúrgicas, químicas y de electricidad. Algunos de esos referentes germanos fueron Augusto Kühn, Guillermo Schulze, Gotoldo Hummel y Germán Müller. Weil pudo tratar con algunos de ellos, quienes le sirvieron de base de información para sus primeros análisis de la organización y la lucha de los trabajadores en la Argentina.
Los vínculos con el Partido Comunista argentino y la Comintern
Al traer el aval del CE de la Comintern para realizar tareas secretas en Argentina, Weil se convirtió en el primer enviado de aquel organismo en el país. Actuó bajo el apodo de Lucio o Lucio Beatus. Inmediatamente se vinculó al Partido Socialista Internacional (PSI), que pocas semanas después se renombró Partido Comunista, en un congreso realizado el 25-26 de diciembre de 1920. Allí se decidió acatar las 21 condiciones de la “Circular Zinóviev”, que estipulaba los estrictos requisitos de programa y estatutos para pertenecer a la IC. El PSI, primera entidad sudamericana en abrazar la causa bolchevique y cuya figura destacada era el obrero gráfico José F. Penelón, había sido creado en enero de 1918, como producto de una escisión del viejo Partido Socialista, reconociendo una historia previa, la de una corriente de izquierda existente desde inicios de los años 1910 en el seno de la formación dirigida por Juan B. Justo, a la cual cuestionaba por su reformismo y su alejamiento de los principios revolucionarios (Camarero, 2017; 2025). Es muy probable que Weil estuviese en aquel congreso y que hubiera contribuido económicamente con el partido (teniendo en cuenta que lo hizo en otra estadía en el país, a partir de 1931).
Mientras se ocupaba de asuntos comerciales, Weil realizaba su experiencia clandestina con los comunistas locales, en una suerte de “doble vida”.6 Comenzó a tener una relación con el Comité Central (CC) del partido; luego estableció vínculos con las secciones cominternistas en formación de Uruguay y Chile. Weil fue enviando varias cartas e informes al CEIC y al propio Zinóviev, donde describía al PC argentino como pequeño y “disciplinado”, mientras señalaba su creciente desarrollo entre los trabajadores y su carácter “indudablemente comunista”, a la vez que impulsaba a la Internacional a apoyar al partido y a convocar a la clase obrera argentina a reconocerlo como su potencial dirección revolucionaria.7 A los tres meses Weil pudo conocer otro salto en el crecimiento del partido, cuando cientos de militantes del PS de la corriente “tercerista”, ingresaron al PC, luego del llamado “Congreso de las Izquierdas” desarrollado en Avellaneda en febrero de 1921.
Weil asistía a las reuniones proletarias (camuflaba esta presencia de contenido político como de “interés académico”), con el fin de recabar datos sobre el movimiento obrero y las izquierdas que requería con el fin de poner en conocimiento a la IC. Esos materiales fueron la base de su libro publicado en 1923. Se acordó que en esos encuentros abiertos él evitara el contacto con los militantes del PC. En los informes enviados a la IC en marzo de 1921 daba cuenta de una supuesta fortaleza del partido entre los metalúrgicos, tipógrafos, zapateros, marineros y sastres. Al mismo tiempo, hacía juicios negativos sobre la anarquista Federación Obrera Regional Argentina (FORA) V Congreso, la cual apeló al término “comunista” y fue brevemente conocida como FORAC. La calificaba como ideológicamente “confusa”, que apelaba a métodos violentos de provocación y amedrentamiento de resultados contraproducentes, en suma, “un absurdo completo”. En tanto, la FORA IX Congreso era definida como “reformista y pequeñoburguesa”, de buenas relaciones con el gobierno.8 En la dura caracterización sobre la FORAC Weil se posicionaba junto al PC, en oposición a algunos emigrados rusos. Sobre ellos me quiero detener.
Eran militantes judíos con una trayectoria revolucionaria en la Rusia imperial, de cuya represión zarista habían escapado. Mayor S. Mashevich e Ida I. Bondareff eran referentes de la Unión Obrera Socialista Rusa y del posterior Grupo Comunista Ruso (GCR), incorporado formalmente al PC y expresado por el periódico Kommunisticheskoye Slovo. Mijail A. Komin-Alexandrovsky estuvo en la creación en 1918 de la Federación de Organizaciones Obreras Rusas de Sudamérica (FORSA), de la cual fue uno de sus líderes y el director de su periódico Golos Truda. Mijail E. Yaroschevsky fue el traductor de textos del ruso al castellano, en especial, los de V. I. Lenin. Los vínculos de todos estos con el PSI comenzaron hacia abril de 1918 y se afianzaron en la organización de un acto en Buenos Aires por el primer aniversario de la Revolución de Octubre.9 Pero ya durante 1919-1920 esas relaciones no fueron fáciles; además, entre los mismos rusos hubo disputas. Para la IC, ellos contaban con el favor de su nacionalidad de origen y de poseer un valorado itinerario militante.
Mashevich y Alexandrovsky fueron a Moscú para el II Congreso de la IC (julio-agosto de 1920). No participaron como delegados formales y asumieron representaciones difusas de sus organizaciones de Buenos Aires. Alexandrovsky (“Kolman”), escribió un documento, incluido en el libro oficial de los informes del evento: “El movimiento obrero en la Argentina”, el mismo título con el que Weil suscribió su obra dos años después. Allí, el ruso encontraba potencialidad revolucionaria en la FORAC y los anarcosindicalistas. Entre agosto y septiembre de 1920 los organismos del CEIC discutieron el caso argentino. Alexandrovsky había logrado influir con opiniones desfavorables sobre el PSI (poniendo en cuestión su orientación revolucionaria) y planteando la necesidad de que el mismo interactuara con los “anarcosindicalistas” y “sindicalistas rojos” simpatizantes con el proceso soviético, e incluso sugiriendo la posibilidad de que dicho partido se refundase, en fusión con estos nuevos componentes militantes. Esto era inaceptable para el partido orientado por Penelón. Tampoco el GCR y Mashevich juzgaban conveniente tal orientación. Moscú dudaba y tendía a explorar varias líneas de apoyo para la acción comunista. Ahora puede entenderse por qué Zinóviev en octubre, en su encuentro con Weil en Alemania, le encargó a este que le enviara reportes los más exactos posibles sobre la Argentina y su partido.10 Weil llegó al país en diciembre con el conocimiento de un agudo debate acerca del movimiento obrero, las izquierdas y el perfil del partido, y se manifestó en defensa del PSI-PC, como lo testimonian las comunicaciones enviadas a Zinóviev. Weil informaba al CEIC que el partido argentino había quedado “muy sorprendido por la entrega de las credenciales a tales camaradas” (sobre todo, a Alexandrovsky), y aconsejaba “tener mucho cuidado encomendando misiones a tales camaradas ruso-argentinos”, un grupo insignificante, pero que “se sentía, sin embargo, como si fuera el Lenin argentino”.11
Weil se convirtió en un cuadro de confianza de la dirección del PC argentino, que pretendía alcanzar el pleno reconocimiento de la IC y encontró un respaldo en los envíos epistolares de aquel. Las relaciones con Mashevich no eran tan complejas: este retornó fugazmente en marzo de 1921, trayendo aportes financieros y documentos cominternianos dirigidos al partido, cuya conducción agradeció y fundamentó que ya no era necesario que el ruso permaneciera en una “estadía inocua” en Buenos Aires e indicando la “conveniencia de su más pronto retorno”, lo que ocurrió finalmente.12 Las cosas fueron difíciles con Alexan-
drovsky, quien llegó a Argentina en julio, con más recursos financieros y mandatos cominternianos, de la Profintern o Internacional Sindical Roja (ISR) y a disposición del llamado Buró Panamericano de la IC. El ruso buscaba, a partir de la adhesión a la ISR, un reagrupamiento del campo proletario, acercando nuevos cuadros anarco-sindicalistas con el fin de reconstruir el partido y dotarlo de mayor inserción gremial y perfil revolucionario. Hacía duras críticas al PC, acusándolo de reformista. Weil repudiaba estas caracterizaciones y tampoco comulgaba con los métodos y los comportamientos del ruso.
En tanto, el PC argentino lograba el definitivo reconocimiento de la IC como sección local. Ello fue logrado tras el largo viaje (extendido entre marzo y septiembre) que Rodolfo Ghioldi, en ese entonces secretario general del partido, emprendió a Rusia, para asistir al III Congreso de la IC (junio-julio de 1921), en donde se condenaron las políticas ultraizquierdistas y se aprobó la línea del “frente único” y la unidad de acción táctica con corrientes obreras reformistas, con el fin de ganar para las posiciones revolucionarias a las masas y desenmascarar a sus dirigentes antes sus bases. Ghioldi también estuvo en la fundación de la ISR, escuchando cuestionamientos a la acción del partido por parte de una representación anarco-sindicalista, que imputaba un carácter poco proletario y revolucionario al PC. Alexandrovsky (primero desde Rusia y luego nuevamente desde Buenos Aires) y Yaroschevsky, ya reinstalado en Moscú, propalaban todo tipo de cuestionamientos sobre el partido de Penelón y Ghioldi, del que Weil se sentía parte.
Además, había diferencias acerca de la situación de la lucha de clases. Desde mediados de 1921 el PC planteó que había un repliegue del movimiento obrero, tras el alza de las luchas iniciadas en 1917. Un importante documento enviado en agosto al CEIC, elaborado por los dirigentes partidarios Pedro Romo y Juan Greco, atacaba de lleno a Alexandrovsky, “vuestro delegado”, que “no condice con las necesidades que impulsa la acción del comunismo en este país”.13 El informe anticipaba los planteos del libro de Weil: el movimiento sindical era débil y deficiente debido a la escasa “concentración de enormes masas obreras”, a causa de una falta de “orientación precisa” y “como efecto del oportunismo claudicante de los social-patriotas del mal llamado partido socialista”, que provocaba el vuelco de los obreros organizados al “apoliticismo” de los sindicalistas y anarquistas, renunciando así a la tarea de constituir un partido de clase y cediendo el terreno a los partidos burgueses.
Tras la vuelta de Ghioldi desde Moscú, en septiembre de 1921, debía cumplirse una instrucción del Departamento de Países Latinos de la IC: se creó un Buró de Propaganda Comunista para Sudamérica, con sede en Buenos Aires, que funcionó hasta 1925, consolidando a varios partidos comunistas de la región. Ese organismo estuvo integrado por cinco miembros, con Ghioldi mismo como secretario. Y Weil, que había impulsado ya desde antes la conformación de un organismo semejante, fue uno de sus miembros, cumpliendo tareas de tesorería y administración financiera, así como de enlace del Departamento de Vínculos Internacionales (OMS, su sigla rusa), la estructura clandestina de comunicaciones de la IC. Además de Weil, integraban este Buro otros argentinos y el propio Alexandrovsky. Las relaciones entre ambos ya eran pésimas. El ruso incluso desconfiaba del mandato que Weil había recibido de Zinóviev, pero una carta de octubre del húngaro Mátyás Rakosi (de la dirección cominterniana) le confirmó esa designación del argentino. Weil seguía defendiendo las decisiones adoptadas por el PC, incluso en el aspecto financiero. En comunicaciones con Zinóviev elogiaba al grupo dirigente del partido, la capacidad teórica y de oratoria de varios de ellos: en suma, un “partido verdaderamente comunista”, incluso “el único bueno, por el momento, en Sudamérica”.14 Para Alexandrovsky, Weil estaba supeditado a los dirigentes del PC: “el camarada Lucio se deja influenciar fácilmente por ellos”.15
En la visión de Weil, Alexandrovsky subestimaba a los dirigentes del PC y embellecía las potencialidades de los anarco-sindicalistas y sindicalistas revolucionarias, con quienes quería hacer un riesgoso experimento de aplicación de la estrategia del “frente único”. La obsesión del ruso era impulsar el proyecto de la Profintern en el país, que había hecho su congreso constituyente en Moscú en julio de 1921, con el objetivo de agrupar a las fuerzas gremiales de la Comintern y contrarrestar el poder de la Federación Sindical Internacional (Tosstorff, 2016). Según él, debía estructurarse un polo a favor de la ISR y establecer vínculo con sectores “afines”, como los anarquistas del periódico El Trabajo. En su opinión, el PC no quería impulsar esta política, pues ello habría roto el monopolio de la representación internacional en manos del partido local. Para el emisario cominterniano el partido era débil en el movimiento obrero y la hegemonía era del anarco-sindicalismo con simpatías con la Revolución Rusa. Para el PC y Weil, el ruso capitulaba a sectores adversarios del comunismo y a la vez proveía de información distorsionada a Moscú acerca de la situación del movimiento obrero argentino. Alexandrovsky, en tanto, le reprochaba al PC no haber apoyado más a las grandes huelgas de ese año. En los últimos meses de 1921, el ruso logró que se conformase un Buró Provisional de la ISR en el país, en conjunto con anarquistas y sindicalistas, y se mostró expectante con el congreso de unificación de marzo de 1922, en el que producto de la convergencia entre la FORA IX y otras organizaciones sindicalistas y anarquistas surgió la Unión Sindical Argentina (USA). Lo cierto es que aquellas tendencias no mostraron una evolución de empalme efectivo con el comunismo: en los años siguientes, el reclutamiento a las filas partidarias de aquellos integrantes fue casi nulo.
La Comintern manifestaba impaciencia por las diferencias de posiciones y las demoras que el PC argentino mostraba en establecer contactos y avisar sobre su situación. En febrero de 1922 desde el secretariado de la IC se reclamaba a la dirección de Penelón y Ghioldi noticias más claras; le comunicaba que convocaba a Alexandrovsky a volver a Moscú, mientras le pedía “al camarada Lucio que continuara enviando informes sobre la situación de Argentina”.16 Para la IC, Weil todavía resultaba confiable. Finalmente, ya desde marzo, tanto Weil como Alexandrovsky abandonaron la Argentina, el primero estableciéndose otra vez en Alemania, el segundo radicándose definitivamente en la URSS. Pero el ruso continuó dañando a la dirección del PC argentino, consiguiendo algunas resoluciones de comisiones cominternianas que tendían a contrastarlo con el aparente mejor posicionamiento de los partidos de Uruguay y Chile. Seguía abogando por los acuerdos con sindicalistas y anarquistas supuestamente receptivos al “frente único” y a la ISR. Hacia abril-mayo llegó a Buenos Aires una dura carta del CEIC, en donde se acusaba a los líderes del PC de errores en sus definiciones y políticas respecto al movimiento obrero, con conductas erráticas y débiles en huelgas como la de los trabajadores rurales de la Patagonia, de los ferroviarios de Rosario o de los obreros de la empresa Molinos Río de la Plata.17
En septiembre de 1922 Penelón y Juan Greco llegaron a Moscú, como delegados al IV Congreso de la IC. Debían contrarrestar las opiniones adversas. Lo hicieron con un elaborado documento, que hacía definiciones lapidarias sobre Alexandrovsky. Negaban que en el partido hubiera una “mayoría reformista”, de sabotaje a la ISR y a la intervención en las huelgas, y acusaban al ruso por calumniador, y por haberse inclinado hacia los anarco-bolcheviques que desde 1919 editaban el diario Bandera Roja, de tendencia libertaria circunstancialmente favorable a la Revolución Rusa, pero siempre reactivos al PC.18 Semanas después, una carta del PC argentino al CE de la IC profundizó esta caracterización: con Alexandrovsky “había diferencias de tácticas y de principios” y lo imputaban de falta de “comprensión comunista”, pues sus concepciones no eran más que “anarquistas”.19 Era el mismo juicio que tenía Weil. Finalmente, a fines de 1922 la IC se inclinó definitivamente a favor de la dirección del PC argentino, dado el carácter precursor y líder en la región de este partido, mientras que las secciones de los países vecinos aún estaban en proceso de admisión formal a la Internacional. Alexandrovsky quedó apartado de la “cuestión argentina”. Su derrota fue acompañada con un reconocimiento a Weil por parte de la dirección del PC argentino, pues en aquel mismo informe de Penelón y Greco se señalaba que “el compañero Lucio” había colaborado “útilmente a la obra del partido”, siempre en enfrentamiento con el ruso. Weil, ya reinstalado en Frankfurt, encontró otro modo de pasar en limpio su posición en estas polémicas: escribió Arbeiterbewegung in Argentinien.
La historia del movimiento obrero argentino de Weil
Cuando Weil, a partir de los apuntes elaborados en debate con los emigrados rusos, publicó en Alemania en 1923 su historia del movimiento obrero argentino, los antecedentes de este tipo eran casi inexistentes. Había unos pocos y breves folletos y artículos, sobre todo un texto de 1916 (complementado por otros posteriores) de Kühn, el ya aludido cuadro proletario y marxista de origen judeo-alemán, así como algunos escritos de Justo, Germán Avé-Lallemant, José Ingenieros, Ángel Giménez y otros referentes del PS, que habían priorizado el análisis del surgimiento y expansión del socialismo, alternándolo con referencias marginales a la trayectoria de las organizaciones laborales.20 Muy poco después del de Weil, dos referentes del anarquismo, produjeron la primera mirada sobre esta historia, pero enfocada en la experiencia libertaria.21 Por ello, con el libro de Weil nos acercamos a un emprendimiento pionero en cuanto a la temática abordada, en tanto allí se consideró la evolución sindical, política e ideológica del movimiento proletario en la Argentina de modo integral, en el contexto de ciertas características estructurales de la clase obrera. Su desconocimiento en el medio local impidió que se convirtiera en un punto de referencia para los aportes posteriores en el tema, que luego produjo todo un género propio de producción ensayística-militante, el de las denominadas “historias del movimiento obrero”.22
El escrito de Weil tuvo un carácter exploratorio, cómo él mismo reconoció, debido a la dificultad para el acceso a fuentes documentales abundantes y confiables. En la Argentina, pudo consultar las aún escasas estadísticas del Departamento Nacional del Trabajo (DNT), y las de algunas organizaciones obreras, así como materiales provenientes de los partidos socialista y comunista; también, se nutrió de los comentarios personales que le hicieron Justo, Kühn y otros veteranos o líderes del movimiento obrero y socialista en el país. No alcanzó a examinar el conocido Informe sobre el estado de las clases obreras en el interior de la República, de Juan Bialet Massé de 1904 o los estudios de Adrián Patroni. Sí contó con alguna bibliografía alemana dedicada a la Argentina, sobre todo para recabar datos demográficos y económicos, en especial una compilación de textos del destacado historiador económico austríaco Josef Hellauer.23 Este basamento empírico inicial y restringido explica, en parte, algunas de las distorsiones y lagunas de la obra en ciertos pasajes.
Dado que el libro estuvo pensado para un lector alemán, fue la realidad germana, y europea en general, el punto de referencia para desentrañar las especificidades de la Argentina. Lo que le permitió al autor ganar en claridad y sagacidad en el análisis de los rasgos particulares que distinguieron a la realidad local de la alemana-europea, a veces también lo condujo a establecer juicios algo forzados. Posiblemente sin contar con un conocimiento profundo de todo el continente, se animó a definir al movimiento obrero argentino como el más desarrollado y autónomo de Sudamérica. No obstante, señaló el riesgo de sobrevalorar su importancia, que entendía como aún muy acotada, producto de un país capitalista joven, insuficientemente industrializado y con fuertes expectativas de una movilidad social ascendente. Y es en esto último, precisamente, donde halló las razones de las profundas tendencias apolíticas del movimiento obrero. Más aún, el autor observó la ausencia de una auténtica consciencia de clase, la búsqueda del éxito individual en muchos trabajadores (tanto inmigrantes como nativos) por encima de los intereses comunes como clase, lo que los alejaba de la participación política. Esa falta de compromiso político-ideológico podía motivarse, también, en el escandaloso clima de fraude, corrupción, transfuguismo y caudillismo que Weil encontró como característico de la experiencia nacional. En algunas de estas definiciones más “esencialistas” están los mayores claroscuros observables en el texto.24 Otro aspecto problemático estuvo en la anulación de toda tradición propia en la conformación del movimiento obrero argentino (que aparece como mero reflejo de las tendencias europeas) o en la manera como desatiende sus expresiones rurales, al definirlo como exclusivamente urbano y de grandes ciudades. También apeló a definiciones apresuradas y algo distorsionadas, por ejemplo, cuando descubría un carácter casi “socialista” en las medidas adoptadas por Bernardino Rivadavia o excesivos influjos saintsimonianos en pensadores como Esteban Echeverría y Juan Bautista Alberdi.
En las primeras páginas y en las dos secciones finales del libro se contempló el lugar de los trabajadores en la estructura productiva del país, a partir de datos del DNT sobre el nivel de vida y los índices salariales, con observaciones cualitativas acerca de los hábitos y las costumbres en el mundo laboral local. Sin embargo, el eje de la exposición estuvo en indagar la porción organizada de la clase obrera, explorando las formas de representación, organización y lucha de los trabajadores más activos. Tras reconstruir los pasos que, hacia fines del siglo XIX, dieron quienes se referenciaron en una identidad proletaria y anticapitalista, recuperando la experiencia de los alemanes de Vorwärts (un desarrollo que el autor juzgó como aún precario y más bien “artificial”), el texto ofreció sus dos secciones más extensas: el “movimiento sindical”, por un lado, y el “movimiento político”, por el otro. Sostuvo que, hasta inicios de la década de 1890, no existía una separación clara entre lo gremial y lo político-ideológico, pues muchas de las organizaciones de los trabajadores intentaban expresar o entrelazaban estas funciones. Con el advenimiento del nuevo siglo, ambas esferas de acción aparecieron escindidas, a diferencia de lo ocurrido con el Partido Socialdemócrata Alemán (la inevitable referencia del autor), en el cual se habrían integrado estas dos manifestaciones. Al postular que en la Argentina el movimiento sindical y el político habían avanzado en sentidos diferenciados, en buena medida, también a causa de las propias concepciones de partido obrero postuladas por el PS orientado por Justo, Weil seguramente no recuperaba tanto las anteriores impugnaciones del “sindicalismo revolucionario”; sobre todo lo hacía con las argumentadas por la corriente de izquierda e internacionalista originarias del PSI-PC, la cual había dado vida al Comité de Propaganda Gremial en 1914, cuyo informe circuló profusamente.25
Sin embargo, este diagnóstico reposaba sobre una visión peculiar acerca de las tendencias del movimiento obrero argentino. Las acciones del anarquismo y del “sindicalismo revolucionario” eran consideradas como exclusivas de la esfera sindical, mientras que las del socialismo y del comunismo lo eran del movimiento político. Se desestimaba, así, que en estas cuatro identidades ideológicas aparecían concepciones e intervenciones tanto de lo sindical como de lo político, si bien es evidente que los anarquistas y los sindicalistas renunciaban a incidir a través de la forma partido. Tal como era frecuente en la época, y lo fue en los años siguientes en la historiografía, Weil no nominaba al “sindicalismo revolucionario” como una corriente: aludía a sus integrantes y organizaciones como si no conformaran una tradición o espacio propios. La etiquetó como una orientación sindicalista-reformista, aunque también planteó la coagulación, en los márgenes de ella, de una tendencia sindicalista-comunista, a favor de la Revolución Rusa, pero contraria al PC. Esta última era la inorgánica expresión sobre la cual Alexandrovsky venía depositando expectativas y que Weil tendía a subestimar en cuanto a sus posibilidades de asumir una perspectiva política. Precisamente, el autor eligió ya el primer párrafo de su obra para ejemplificar el modo exagerado en el que alguien había calculado el número de adeptos a la ISR, el “sindicalismo rojo”, en la Argentina: mencionaba 214.000 supuestos adherentes. La referenciaba como dicha por el propio Zinóviev, en el III Congreso de la IC de 1921. Era un mensaje cifrado: en verdad, no hacía responsable al dirigente de la Comintern de la cifra disparatada, sino a quien se la había informado, es decir, Alexandrovsky, al cual ni siquiera mencionaba.
El “movimiento sindical” era entendido como la porción más antigua y fuerte del movimiento obrero argentino. Weil lo analizó en su evolución histórica, señalando los ciclos de conflictividad laboral y exponiendo cifras de huelgas y huelguistas. De su relato se desprende que entre 1917 y 1921 se produjo un auge de las luchas laborales. Ello fue respaldado por el cuadro estadístico de la sección Apéndice del libro, el cual, a partir de los datos del DNT, cuantificó los números, causas y resultados de las medidas de fuerza efectuadas en el país entre 1907 y 1920. Sin embargo, había falta de jerarquización en el análisis: la “semana trágica” de enero de 1919, uno de los eventos más extraordinarios, aparecía con escasa consideración en comparación con la huelga general duramente derrotada de 1921, de evidente menor importancia relativa. Quizás ello se deba a que este último acontecimiento fue conocido de manera directa por el autor. Weil también identificó el proceso de conformación y disolución de sindicatos y centrales gremiales. Se detuvo en el cambiante recorrido de la FORA, desde su inicial adscripción al anarquismo hasta el pasaje al sindicalismo reformista. Era retratada como una entidad que, bajo una u otra forma, siempre habría mantenido su espíritu autonomista, antipolítico y anticentralista. El autor advirtió sobre la imprecisión respecto a la real cantidad de afiliados y aportantes a las entidades sindicales. La más vapuleada era la FORAC anarquista de 1920-1921, sobre la cual Alexandrovsky también despertaba expectativas, pero que Weil definía como minúscula, inepta y basada solo en una pura “fraseología radical”. Un hallazgo de la obra: presentaba la efímera aparición, hacia inicios de los años 20, de los “delegados”, o sea, de representantes de base de los sindicatos, quienes estaban encargados del cumplimiento de la reglamentación laboral y de las ordenanzas impuestas por los gremios. Por otro lado, Weil contemplaba el papel del Estado, en dos dimensiones: con las políticas represivas, a través de medidas como la “ley de residencia” o la “ley de defensa social”; y con los intentos de acercamiento a los trabajadores por parte del gobierno yrigoyenista, entremezclados con zarpazos policiales, militares o de entidades propatronales y de extrema derecha.
En la sección sobre el “movimiento político”, en tanto, Weil repasó un proceso que ya era conocido por elaboraciones anteriores, referidas a la historia del PS: el papel de los periódicos Vorwärts, El Obrero y La Vanguardia, la sucesión de sus distintos núcleos organizacionales y el rol de algunas figuras clave, como Justo y Alfredo Palacios, destacando en exceso las funciones desempeñadas por los militantes de origen alemán (Kühn, Avé-Lallemant y Juan Schaefer). Apuntó la disolución de los grupos nacional-lingüísticos dentro del PS, a medida que crecía la importancia de sus elementos “criollos”. Analizó los estatutos, peticiones públicas y programas mínimos del partido (aunque sin detenerse en su “declaración de principios”), así como su número de afiliados, actos y manifestaciones callejeras, resultados electorales y labor legislativa. El autor dibujó la mutación de un PS que habría abandonado todo fundamento revolucionario y perdido su carácter socialmente proletario, hasta adquirir un perfil reformista y pequeñoburgués, distante de los trabajadores y la vida sindical. La deriva oportunista de la dirección justista del PS era demostrada con la posición antineutralista que esta conducción tuvo frente al estallido de la Guerra Mundial iniciada en 1914.26 Paradójicamente, la descripción que Weil hizo del PC fue más escueta, a la vez que muy favorable: detallaba las dimensiones organizativas de un partido que dispondría de 3.500 miembros, diversos periódicos con ediciones de más de 8 mil ejemplares, grupos juveniles y femeninos, varias células obreras y una incidencia electoral acotada pero real en la ciudad de Buenos Aires. Su influencia sindical era caracterizada como “importante”, en contrapartida con los informes que Alexandrovsky había enviado a la Comintern. El conjunto del texto reposaba en una permanente discusión implícita con el ruso.
El libro se concluyó y publicó mientras Weil estaba en Frankfurt, ya implicado en un nuevo y ambicioso proyecto intelectual y político. Estaba dirigido al desarrollo de la teoría socialista y, si bien se hacía con independencia de las estructuras de la Comintern, tenía un fuerte lazo con el comunismo: sería el Institut für Sozialforschung (Instituto de Investigación Social). Hacia fines de 1922 fue pensándose como proyecto y el argentino fue uno de sus principales promotores y financistas. Como lo fue de la Erste Marxistische Arbeitswoche (Primera Semana de Trabajo Marxista), reunida en 1923 en un hotel en los bosques de Tübingen, cerca de la pequeña ciudad de Ilmenau (Turingia), entre otros, junto a Korsch (su gran amigo en esos años) y Georg Lukács. El primero de ellos se había encargado de los preparativos paramilitares a nivel regional para la abortada insurrección que el KPD proyectó en Alemania central, para luego desempeñarse como destacado diputado del partido en el Reichstag y como director de su periódico. El segundo, en tanto, dirigente del PC de Hungría, luego de desempeñarse como vicecomisario del pueblo para la educación en la abortada República Soviética de 1919, en ese momento estaba en plena tarea de elaboración de su célebre Historia y conciencia de clase, publicado en Berlín en 1923 por la editorial izquierdista Malik, también con financiamiento de Weil.
Como puede advertirse, la historia y la teoría acerca del movimiento obrero eran preocupaciones de aquel grupo integrado por Weil. Y la reedición de su libro conectó con este emprendimiento del Instituto. Este había surgido gracias a la fortuna heredada de la madre de Weil recién fallecida y a los fondos financieros que le proveyó su padre. Allí se fueron reuniendo una serie de intelectuales de gran trascendencia en los años siguientes: los ya mencionados Horkheimer, Lowenthal, Pollock y Theodor W. Adorno, Herbert Marcuse y Erich Fromm, entre otros. Es sabido que, ya bajo la férrea dirección de Horkheimer, el Instituto fue mutando su perfil exclusivamente marxista y anclado en el materialismo histórico, y viró hacia un abordaje más heterogéneo (y apolítico) del capitalismo posliberal, propio de la filosofía social y la Teoría Crítica, en donde el centro estuvo en el examen de la racionalidad instrumental, la cultura de masas, las distintas formas de la dominación social y el papel de los medios en la reproducción ideológica. Pero durante su primer lustro de existencia, tras el mandato no consumado de Kurt Gerlach, la institución tuvo su dirección inicial en el historiador, economista y sociólogo Carl Grünberg, destacado representante de la tradición austromarxista, que orientó las preocupaciones del mismo hacia los problemas tradicionales del movimiento obrero, en sus dimensiones económicas, políticas, sociales e históricas. Mantuvo estrechos vínculos con los partidos de izquierda y organizaciones obreras, y una relación regular con David Riazanov y el Instituto Marx-Engels de Moscú, que se expresó en la edición conjunta del volumen inicial de las obras completas de los fundadores del “socialismo científico”, la Marx-Engels Gesamtausgabe (MEGA).
Bajo el marco institucional del Instituto y también con la subvención de Weil, Grünberg continuó editando en la segunda mitad de los años veinte Archiv für die Geschichte des Sozialismus und der Arbeiterbewegung (Archivo de la Historia del Socialismo y el Movimiento Obrero), una publicación destacada sobre estas temáticas en Europa, que él había fundado en 1911 en Viena.27 La editorial C.L. Hirschfeld de Leipzig, que había publicado el libro de Weil, fue la misma encargada de imprimir la revista. Precisamente, en el tomo 11 de esta publicación, de 1925, fue reeditado completo el libro de Weil sobre el movimiento obrero en la Argentina. El conocimiento y los vínculos de Weil con Grünberg eran prexistentes: en su libro aparece citado un texto de este último referido a la clase obrera rumana.
Tras su reedición en Archiv el texto de Weil no volvió a imprimirse ni traducirse al castellano; ni siquiera lo hizo en su fugaz visita a Buenos Aires de ese mismo 1925, y tampoco en la estancia más larga de 1930-1935 y en otras más cortas que le siguieron. Aunque sí lo recuperó y citó en Argentine Riddle, su publicación más importante y documentada; específicamente en su segundo capítulo, dedicado a la cuestión del trabajo.28 En este volumen se intentaban captar las claves del capitalismo local, combinando diversos factores: el latifundio rural y la modernización e industrialización fallida e incompleta, dado el carácter semicolonial de un país sometido al imperialismo británico y a la cultura rentística de su burguesía nativa. El autor no dejaba de señalar la corrupción de los partidos dominantes, el sistema electoral fraudulento, la represión política y las malas condiciones de vida de la mayoría laboriosa. Eran algunos de los señalamientos presentes en el libro de 1923.
* * *
Los avatares y el desconocimiento en el que se mantuvo el estudio de Weil sobre el movimiento obrero argentino se anudan con los propios rasgos singulares que asumió la vida del autor: un joven marxista revolucionario proveniente de una familia burguesa; un académico nunca inserto del todo en su medio, que alternó su actividad con la de mecenas y militante; un intelectual de ideas originales, que no alcanzó a dejar una obra vasta; un inicial admirador de la Revolución Rusa, la Unión Soviética, la planificación económica y la socialización, que luego giró su empatía hacia Estados Unidos, ciertos principios de mercado y un antiperonismo cerril. Un hombre con referencias geográficas e idiosincráticas dispersas: la Argentina en la que vivió alternadamente algunos años, a la que nunca dejó de referenciar como su país de origen y como su eje de interés; la Alemania de sus padres y su cultura, en donde estuvo unas dos décadas, las de su formación teórica y marxista, y cuando ejerció su generosa tarea en la formación del Instituto de Frankfurt, que le hizo ganar un lugar en la historia; por último, el país norteamericano, en el que se estableció hasta su muerte en 1975.
De todos estos contextos de la vida de Weil, me interesó un segmento, el de su interacción con el medio laboral y su participación dentro del mundo comunista de la Argentina, como emisario de la Comintern. En ese ciclo 1920-1922, atravesado por una adhesión bolchevique incipiente, el joven intelectual se acercó a locales y asambleas proletarias, conversó con referentes del campo sindical y político de la izquierda, recopiló datos sobre las estructuras sindicales, y sobre esa base intentó una comprensión global de las características, límites y proyecciones del mundo de los trabajadores del país. Este ejercicio de investigación y escritura estuvo cruzado por el compromiso político del autor, consustanciado con el planteo de un partido comunista que pugnara por intervenir en la organización obrera y modelara una conciencia y una dirección socialista. En su visión, esta experiencia no podía enlazar con una “aventurera” estrategia anarco-sindicalista, de curso improbable, ajena al movimiento político soviético y reactiva a la configuración de un partido obrero revolucionario, es decir, a una construcción política de y en la clase. En disputa con los planteos de Alexandrovsky, entendía que debían evitarse los cálculos exagerados acerca del poderío y el nivel de conciencia revolucionaria de los trabajadores en el país.
En el trasfondo de estas lecturas y apuestas estuvieron las polémicas entre Weil, la dirección del PC argentino y los emigrados rusos cominternianos. En sus memorias, escritas cuando ya estaba en posiciones distintas a las del comunismo, Weil no reconoció que su libro tuviera necesariamente origen en estos debates. Pero estos fueron los que nutrieron decisivamente a Die Arbeiterbewegung in Argentinien. Ein Beitrag zu ihrer Geschichte, el primer libro sobre la historia del movimiento obrero argentino. Un proyecto que formó parte de los impulsos marxistas iniciales del Instituto de Frankfurt, pronto abandonados.
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1. La primera traducción al castellano de Die Arbeiterbewegung in Argentinien fue realizada en 2007 con revisión de Miguel Vedda y permaneció inédita. En 2008 escribí la introducción para una primera publicación de esta obra, que nunca salió a la luz. Con estos materiales elaboré un artículo que el historiador alemán Bernhard H. Bayerlein publicó en su revista The International Newsletter of Communist Studies (Camarero, 2010), y que hoy encuentro embrionario. Luego se hicieron otras dos traducciones, publicadas: la de Laura Sotelo y Héctor Piccoli, en la revista Debates y combates (Sotelo, 2013), luego fue reeditada como libro (Weil, 2019); la otra contó con la supervisión y comentarios de Raúl A. Rodríguez (Rodríguez, 2017).
2. Es el tratamiento que Weil tuvo en los volúmenes sobre la Escuela de Frankfurt: Jay, 1987; Wiggershaus, 2010; Jeffries, 2018.
3. Acerca de la extraordinaria biografía escrita por Gruber, de más de 750 páginas, ver la entrevista en este número de Archivos. Sobre la de Rapoport, remito a la reseña que publiqué en Archivos, nº 9, pp. 184-188.
4. Ver el artículo de Jacob Blumenfeld en este mismo número de Archivos.
5. Sobre la inmigración alemana y sus entramados asociativos en el país, sobre todo, en Buenos Aires, en esos años: Newton, 1977; Saint Sauveur-Henn, 1995; Rohland de Langbehn (2017).
6. Además de las menciones en sus memorias exploradas por Rapoport (2014) y Gruber (2022), es en los materiales de la IC, hoy en Moscú, que pude consultar en el Archivo Estatal Ruso de Historia Socio-Política (Rossiiskii gosudarstvennyi arkhiv social’no-politicheskoi istorii, RGASPI, fondo 495, op. 134), donde se registran las actividades comunistas de Weil. Un minucioso análisis de esta documentación en Jeifets y Jeifets, 2009, 2014 y 2015.
7. Carta de B. Lucio a G. Zinóviev, Buenos Aires, 3 de diciembre de 1920 y 12 de diciembre de 1920, en RGASPI.
8. Informe de B. Lucio, Buenos Aires, 24 de marzo de 1921, RGASPI.
9. Pude encontrar la primera referencia a Alexandrovsky en “El mitin maximalista”, La Internacional, Órgano del Partido Socialista Internacional, nº 17, 10 de diciembre de 1918, pp. 1-2.
10. Esto confirma que la IC no tuvo un modelo organizativo muy definido en sus inicios, manteniendo formas cambiantes y algo caóticas de funcionamiento y comunicaciones.
11. Informe de B. Lucio, Buenos Aires, 24 de marzo de 1921, RGASPI.
12. Rodolfo Ghioldi, “Al Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, Moscú”, Buenos Aires, 16 de marzo de 1921, RGASPI.
13. Pedro Romo y Juan Greco, “Informe de la situación sindical en la Argentina. Al Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista”, Buenos Aires, 2 de agosto de 1921, RGASPI.
14. Carta de B. Lucio a G. Zinóviev, Buenos Aires, 31 de octubre de 1921, en RGASPI.
15. Carta de Alexandrovsky al CEIC, Buenos Aires, 6 de enero de 1922, en RGASPI.
16. Secrétariat de Comintern, “Au Parti Communiste d’Argentine”, Moscú, 17 de febrero de 1922, RGASPI.
17. CE de la IC, “Au Comité Directeur du Parti Communiste de l’Argentine”, Moscú, 1922, RGASPI.
18. José F. Penelón y Juan Greco, “Informe de la delegación argentina. Al Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista”, Moscú, septiembre de 1922, RGASPI.
19. CE del PC argentino, “Au Comité Exécutif de l’Internationale Communiste”, Buenos Aires, 26 de octubre de 1922, RGASPI.
20. Augusto Kühn, “Apuntes para la historia del movimiento obrero socialista en la República Argentina, Nuevos Tiempos. Revista de Buenos Aires, nº 1-7, Buenos Aires, 1916.
21. Emilio López Arango y Diego Abad de Santillán, El anarquismo en el movimiento obrero, Barcelona, Cosmos, 1925.
22. Este tuvo un gran desarrollo desde 1930-1940, entre otras, con las divulgadas obras del anarquista Diego Abad de Santillán, de los socialistas Jacinto Oddone y Martín Casaretto, del sindicalista Sebastián Marotta y del comunista Rubens Íscaro.
23. Josef Hellauer, Argentinien. Wirtschaft und Wirtschaftsgrundlagen, Berlín, De Gruyter, 1921.
24. Las características ensayísticas del escrito, aquejado por ciertos prejuicios eurocentristas y una perspectiva parcialmente evolucionista y lineal, fue bien advertido en García y Vedda (2010).
25. Informe del Comité de Propaganda Gremial (mayo 12 de 1914-agosto 31 de 1917), Buenos Aires, Comité de Propaganda Gremial, 1917.
26. Weil aquí reproducía, sin citar, la versión de la ruptura hecha por el ala izquierdista que conformó el PSI: Historia del socialismo marxista en la República Argentina. Origen del Partido Socialista Internacional, Buenos Aires, 1919.
27. Una transcripción y análisis de sus índices se hace en Rodríguez (2017). Un siglo después el nombre de esta publicación inspiró el de la revista Archivos de Historia del Movimiento Obrero y la Izquierda.
28. Weil, 1944. Transcurrieron más de seis décadas hasta que se publicara una traducción local: Weil, 2010.