Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, nº 26
septiembre 2024 - febrero 2025
ISSN 2313-9749
Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas

La división de la Federación Anarquista Uruguaya y la fundación de la Alianza Libertaria del Uruguay (1963-1965): la crisis del tercerismo en las filas anarquistas


Maite Iglesias

Universidad de la República. Montevideo, Uruguay
maiteiglesias158@gmail.com
ORCID: 0000-0002-5756-5454

Resumen: Este trabajo revisa la división de la Federación Anarquista Uruguaya (FAU) de 1963-1964 a la luz de nuevos acervos documentales y realiza un primer esbozo de la historia de la Alianza Libertaria del Uruguay (ALU), organización que formaron algunas de las agrupaciones y personas de la FAU tras su escisión. La hipótesis es que la ALU pretendió preservar el tercerismo y el anticomunismo de izquierdas prósperos a fines de los años 50 en el movimiento anarquista uruguayo, en un contexto de realineamientos de las izquierdas ante la definición de la Revolución Cubana como marxista-leninista.

Palabras claves: anarquismo – tercerismo – anticomunismo – Uruguay

Título: The Division of the Federación Anarquista Uruguaya and the Foundation of the Alianza Libertaria del Uruguay (1963-1965): The Crisis of Tercerismo in the Anarchist Ranks

Abstract: This paper revisits the division of the Federación Anarquista Uruguaya (FAU) in the light of new archives and outlines the history of the Alianza
Libertaria del Uruguay (ALU),
an organization formed by some groups and people from the FAU after its split. The hypothesis is that the ALU tried to preserve the position known as tercerismo and the leftist anticommunism which was at its height within the anarchist movement at the end of the fifties, in a new context of realignment within the left, once the Cuban Revolution defined itself as Marxist-leninist.

Keywords: Anarchism – Third Position – Anti-communism – Uruguay

Recepción: 27 de mayo de 2024. Aceptación: 1 de marzo de 2025

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Introducción1

En la historiografía sobre las izquierdas uruguayas, los “largos años 60” (1959-1973) son conceptualizados como un momento de inflexión y de reorganización de varios actores relevantes. Junto a las nuevas direcciones en los Partidos Socialista y Comunista y los virajes en sus políticas, la fundación de la Federación Anarquista Uruguaya (FAU) en 1956 se ha entendido como un momento crucial de la historia de las organizaciones ácratas en Uruguay. Efectivamente, la fundación de esta Federación, reuniendo a varios colectivos preexistentes y fomentando la creación de nuevas agrupaciones, permitió coordinar acciones, dar impulso y visibilidad a las posturas de los anarquistas sobre asuntos relevantes del país y del mundo, y fortalecer la red de militantes con esta identificación ideológica. No obstante, la FAU no fue la única organización anarquista de los años 60 uruguayos y hace falta mayor investigación sobre los demás grupos, para dar cuenta de los cambios y continuidades ocurridos en el movimiento ácrata.

Cuando se aborda el campo de las izquierdas de los años 60 y 70, las referencias al anarquismo siguen la trayectoria de esta Federación y de algunas formaciones cercanas,2 analizando la ruptura del año 1963 como un desvío o disidencia de una fracción minoritaria en relación con la tendencia hegemónica (Kokinis, 2023; Mechoso, 2006b; Rey Tristán, 2004, 2006; Vescovi, 2003). Luego del análisis de esa ruptura, la historiografía pierde el hilo de los/as anarquistas que se opusieron a quienes conservaron el nombre de FAU –la línea centralizadora, que hizo énfasis en el apoyo a los sectores obreros y en la preparación para la acción armada y clandestina, apoyando (a pesar de ciertas críticas) a la Revolución Cubana–. No existen trabajos que rastreen los derroteros de las agrupaciones anarquistas que procuraron formar una organización alternativa llamada Alianza Libertaria del Uruguay (ALU), la cual hizo énfasis en el pacifismo, la preservación de los principios tradicionales del anarquismo y el abierto rechazo del marxismo. De forma lateral, existen referencias a esta organización en un conjunto de trabajos que estudian las trayectorias de sus figuras destacadas, como Luce Fabbri, Luis Alberto “Beto” Gallegos y Débora Céspedes (Fontana, 2003; Rago, 2002).

La menor atención historiográfica que recibió este segundo grupo puede tener su explicación en al menos tres factores. En primer lugar, la muy bien documentada historia militante de la FAU escrita por Juan Carlos Mechoso (Mechoso, 2002, 2005, 2006b, 2006a), uno de sus principales referentes, ha sido la principal fuente utilizada para abordar el movimiento anarquista uruguayo en los años 60 y 70. Como el mismo autor observa, lo que se presenta es una historia de esa organización y no del anarquismo uruguayo en su conjunto (Mechoso, 2006b, pp. 7-8). Sin embargo, la obra ha difundido un relato que presenta como disidentes a quienes defendieron unas posturas distintas a las que el autor encabezaba, y que parece dejar fuera de la historia del movimiento anarquista en Uruguay a los proyectos que procuraron viabilizar una alternativa a la FAU luego de la escisión. El relato que hilvana este autor sobre ese proceso está cifrado en términos de “ellos” y “nosotros”, y permite un acercamiento preciso a la postura del grupo que tras la ruptura conservaría el nombre de FAU, estableciéndose una línea de continuidad con la primera etapa de esta organización previa a la ruptura, pero no da cuenta de la trayectoria colectiva del conjunto de agrupaciones y militantes que formaron la ALU.

En segundo lugar, la preservación de esa memoria militante se debió en buena medida a la trayectoria que tuvo la FAU tras la ruptura de 1964. Si bien los actores discutían cuál de las dos posturas era la que concitaba mayores adhesiones, lo cierto es que la fracción en la que participaba Mechoso logró conservar su unidad y fortalecerse, adaptándose a diversas circunstancias y desafíos con la fundación de la ROE, la OPR-33 y el PVP, a pesar de las duras condiciones de represión, desaparición y exilio, mientras que todo apunta a que el otro grupo no consolidó una organización alternativa viable en los años 60 y 70, como se verá. En tercer lugar, la historiografía de las izquierdas de los 60 ha prestado mayor atención a las organizaciones radicales y armadas, en una preocupación por comprender los orígenes de la violencia política (Marchesi y Yaffé, 2010). En línea con esto, la historia política sobre el anarquismo en Uruguay se ha centrado fundamentalmente en la FAU o en las trayectorias de algunos de los hombres que continuaron en la órbita de esa organización,3 o alternativamente en la presencia anarquista en el movimiento sindical, pero refiriendo al mismo núcleo de militantes y a la misma tendencia dentro de los anarquismos.4

Sin embargo, el estudio de la búsqueda de una alternativa anarquista a la FAU, intento cristalizado en la ALU, finalmente infructuoso, contribuye a la comprensión del horizonte de expectativas del período e ilumina desde nuevos ángulos el campo político de las izquierdas de los 60 uruguayos. Este texto propone una revisión de la forma en que se ha investigado la escisión de 1963-1964, a la vez que esboza un primer acercamiento a la historia de la ALU. La pesquisa se basó en el análisis de contenido de fuentes primarias. Añadiéndose a las fuentes ya conocidas sobre la temática –prensa periódica y documentación producida por la FAU compilada por Mechoso y entrevistas éditas–, el corpus incorpora documentación producida por las agrupaciones consideradas disidentes hallada en el Archivo de la Comunidad del Sur (ACS) y en el International Institute of Social History de Ámsterdam
(IISH).5 En particular, se analizarán actas, informes, boletines, folletería y documentos programáticos.

El artículo propone que la ALU reunió a un conjunto de militantes anarquistas que buscaron preservar el tercerismo característico del movimiento anarquista y estudiantil de los años 50, entendido como una manera –un tanto vaga e imprecisa– de considerar los problemas nacionales y mundiales, rehusando cualquier dominación de las superpotencias de la Guerra Fría, pacifista, que objetaba todo régimen dictatorial, defendía el principio de la libertad pero con justicia social y bregaba por “soluciones de tipo socialista” (Van Aken, 1990, pp. 156-163). Siguiendo la tesis propuesta por Aldo Marchesi y Vania Markarian (2019) de que la definición de la Revolución Cubana como marxista leninista produjo un rompimiento de la coalición tercerista y forzó a sus adeptos a “tomar partido”, este texto estudia el impacto de este proceso en el espacio político anarquista y da cuenta de las dificultades que atravesaron los intentos por mantener unidos a los defensores de ese discurso. Además, se analiza el tono anticomunista (de izquierda) de algunas de las intervenciones de la ALU, ofreciendo un acercamiento a un asunto escasamente estudiado.

Los estudios sobre los anticomunismos en América Latina han tenido un desarrollo significativo en los últimos años, especialmente en el campo de las derechas, aunque recientemente algunas contribuciones han teorizado sobre sus manifestaciones entre las izquierdas (Casals et al., 2024). El término ofrece un desafío conceptual importante dado que, como afirma Rodrigo Patto Sá Motta (2024), después de 1917 el comunismo se asoció al bolchevismo y al modelo soviético, que la URSS propagó. Sin embargo, previamente diferentes tradiciones de izquierdas, incluyendo el anarquismo, se habían identificado como comunistas, y después de 1917 se produjeron debates y resignificaciones, resemantizaciones y reapropiaciones del término (ídem, p. 152). Varios autores también señalan la necesidad de estudiar el antileninismo, el antisovietismo, el antiestalinismo, el antitrotskismo y otros antizquierdismos dentro de las izquierdas.

La tradición anarquista tiene una larga acumulación de debates contra el marxismo y, si bien ha defendido una concepción propia del comunismo, también es cierto que hizo un uso de la palabra comunismo en el sentido en el que se difundió en el siglo XX, es decir, asociado a los partidos comunistas y a las directrices emanadas de la URSS, como también lo hicieron el trotskismo, el socialismo y la socialdemocracia. Como se ha señalado para las derechas, estos usos han combinado la convicción y el oportunismo, y su temporalidad trasciende los límites de la Guerra Fría, pero se agudizó en ese período. Aunque hacen falta más investigaciones que profundicen en este aspecto, con los matices y aclaraciones necesarios –por ejemplo, la virulencia que alcanzaron las propuestas represivas de la derecha no es del todo comparable a estas expresiones de las izquierdas–, este artículo pretende contribuir a este debate.

Por último, el texto ofrece evidencias sobre un caso excepcional en el concierto anarquista latinoamericano. De acuerdo a Daniel Rodríguez Trejo (2020, 2022), la posición de los/as militantes y de las organizaciones anarquistas latinoamericanas –en especial, las mexicanas y argentinas– frente a la Revolución Cubana entre diciembre de 1956 y julio de 1963 viró desde el júbilo al desencanto. El autor identifica tres etapas en ese proceso: la primera, de apoyo al movimiento insurreccional, en segundo lugar, la defensa del triunfo revolucionario con ciertas reservas, sobre todo en el año 1959, y la tercera, una posición de oposición, denuncia y condena del régimen conducido por Fidel Castro, que se consolidó a partir de diciembre de 1960.

En ese contexto, la organización ácrata de mayor gravitación en Uruguay (conservando el nombre de FAU) se inclinó por un apoyo crítico a la Revolución Cubana, se integró a espacios de coordinación con diversos sectores del campo de las izquierdas, defendiendo una estrategia unitaria, y fue incorporando elementos del marxismo –proceso que a la postre sería calificado de “síntesis”–.6 Así, fue a contracorriente de la mayoría del movimiento libertario latinoamericano, provocando incluso perplejidad en la Asociación Libertaria de Cuba, con la que mantenía un vínculo muy cercano. Ese devenir dejó en una posición marginal a las agrupaciones que sostuvieron posturas más tradicionalmente anarquistas, como la ALU. Este texto ofrece una mirada desde adentro del movimiento ácrata uruguayo que pone en evidencia la heterogeneidad de posiciones y la correlación de fuerzas de las dos grandes posturas enfrentadas, lo cual echa nueva luz sobre los debates transnacionales en el seno del anarquismo. A la vez, el análisis de los infructuosos intentos de mantener vivo un espacio marcadamente tercerista y anticomunista da cuenta de la transformación del campo de las izquierdas uruguayas en la primera mitad de los 60.

La escisión de 1963-1964

De acuerdo a Eduardo Rey Tristán (2006), la división de la FAU se produjo debido a diferencias significativas en torno a tres temas: las razones por las cuales apoyar a la Revolución Cubana, la prioridad que se le estaba dando al movimiento obrero y la preparación para la clandestinidad y las acciones armadas. Estas divergencias se manifestaron, a su vez, en una polémica interna acerca de la estructura organizativa y mecanismos para la toma de decisiones en la FAU.

Ya desde 1961, había dos grandes grupos dentro de la FAU con posturas enfrentadas, que en definitiva dejaban traslucir concepciones distintas sobre el anarquismo y el modo en que debía organizarse e insertarse en el contexto regional y nacional. La tendencia que mantuvo el nombre de la FAU, compuesta por los grupos de FUNSA (Fábrica Uruguaya de Neumáticos S. A.), Cerro, La Teja y Unión,7 y encabezada, entre otros, por Gerardo y Mauricio Gatti, León Duarte, Roberto Franano y Juan Carlos Mechoso, defendía una organización más centralizadora, el fortalecimiento de la línea sindical y la necesidad de prepararse para una radicalización de las luchas y el enfrentamiento. De hecho, en el momento de la ruptura, dicha fracción estaba participando del Coordinador en apoyo a las marchas cañeras y los “comandos del hambre”,8 y luego coordinaría acciones con los tupamaros (Mechoso, 2006b). En cambio, las agrupaciones de la Facultad de Bellas Artes, de la Facultad de Medicina y la Agrupación Sur, que procedían más de medios barriales o estudiantiles y tomaban como referente intelectual a Luce Fabbri, defendían una organización asamblearia y participativa y se oponían a la violencia, haciendo énfasis en el cambio cultural (Rey Tristán, 2006; Vescovi, 2003).

Con la evolución del proceso cubano, estas diferencias se fueron profundizando. Algunos/as –entre ellos/as Luce Fabbri– sostuvieron la postura “tradicional” del anarquismo, defendiendo por encima de todo la libertad y el antiestatismo, condenando el partido único y la represión, y denunciando la deriva del castrismo hacia el capitalismo de Estado y el totalitarismo. Según Mechoso, este grupo temía que “en la Revolución Cubana no estuvieran operándose también el proceso mundial hacia el totalitarismo y […] que el anarquismo en su afán de estar dentro, fuera arrastrado por la corriente” (Mechoso, 2006b, p. 196). Otros/as, como José Jorge Martínez (secretario de la FAU), sostenían que la contradicción fundamental era entre el imperialismo y la liberación, y que el gobierno cubano era sinónimo de revolución. Rechazaban la asociación del proceso cubano con el modelo soviético y reivindicaban una vía propia al socialismo. Esta posición fue volviéndose hegemónica en las sucesivas declaraciones de la FAU. Tanto en octubre de 1960 como en mayo de 1962 se defendieron los logros del proceso revolucionario cubano y se plantearon sus limitaciones como propias de una revolución condicionada, que sin embargo abría el camino de Latinoamérica hacia el socialismo (Rey Tristán, 2004).

Las distintas posturas en materia internacional se entrelazaban con los modos diversos de concebir las problemáticas locales y los marcos de alianzas que las distintas vertientes iban estableciendo. Así, la fracción de la FAU que defendía el apoyo crítico a Cuba, la línea sindical y la violencia revolucionaria se encontraba participando en el diario Época junto a otros grupos de izquierda radical (Cardozo, 2017) y, según Rey Tristán, se la puede identificar cabalmente como parte de la nueva izquierda (2006, p. 210). Rodolfo Porrini (2021) sugiere que estos contactos tempranos pueden haber influido en una mayor apertura de la FAU al marxismo, proceso que se iría profundizando a fines de los 60, en procura de una síntesis entre el anarquismo y el marxismo, tanto a nivel teórico como en las trayectorias militantes. De hecho, las críticas hacia esa postura remitían a su posición frente al poder, sus concesiones a la teoría marxista y las acusaciones de leninistas.9 Por su parte, quienes integraban la Agrupación Sur y la de Bellas Artes eran señalados por su esteticismo, calificados como “pequeñoburgueses”, reformistas y antiobreristas.

Los dos grupos tenían modos distintos de entender el imperativo ético anarquista de actuar de acuerdo a las ideas y valores defendidos. Para unos/as, ello suponía priorizar la acción de agitación en medios obreros y las movidas barriales, mientras que los/as otros/as reivindicaban ante todo el cooperativismo, las costumbres y la vida cotidiana. Ambos modos de entender la acción directa en la FAU eran compatibles hasta que el contexto condujo a la realización de acusaciones cruzadas y la crítica mutua.

La estructura orgánica de la FAU fue también controversial al menos desde el primer Congreso Ordinario.10 Desde fines de 1962, en la comisión de organización, la postura de León Duarte y Mechoso se opuso a la de Alfredo Errandonea (h.) y Daniel Costábile. Los primeros proponían regularizar el funcionamiento por agrupaciones establecido en la Carta Orgánica y realizar un congreso para establecer ajustes. Por su parte, Errandonea, sin participar de ninguna agrupación, defendía una organización no vinculante, que no obligara a acatar decisiones colectivas y con mayor peso para el plenario. Según Mechoso, Errandonea expresaba la concepción del núcleo que agrupaba, entre otras, a Bellas Artes y Comunidad del Sur (Mechoso, 2006b, p. 272). Entre noviembre de 1963 y febrero de 1964, se discutió insistentemente si competía a los plenarios o a los congresos tomar resoluciones sobre las líneas generales de acción. Durante esos meses, se formaron diversos organismos de forma paralela que se arrogaban la legitimidad de la FAU y que desconocían la actuación del otro grupo.

La ruptura que terminó de consolidarse a comienzos de 1964 fue el desenlace de la existencia de estas dos posturas bien diferenciadas, tornadas incompatibles ante las circunstancias políticas de la hora. A ello debe sumarse la polémica suscitada en torno al Centro de Acción Popular (CAP). Este había sido fundado en octubre de 1963 y estaba compuesto por personas de la FAU, libertarios/as independientes y cristianos/as de izquierda. Los grupos de Bellas Artes, Medicina y Comunidad del Sur –que se agruparon en la Comisión de Relaciones Anarquistas (CRA)– reivindicaban el fortalecimiento del CAP como un espacio de articulación con sectores cristianos de izquierda e independientes terceristas. Denunciaban que el otro sector de la FAU quería hacer del CAP una extensión de ella y que la “saboteaba” permanentemente. Aquel sector, por su parte, concebía a la FAU como una organización política y al CAP como una organización social popular independiente de ella, y entendió que los de Bellas Artes, encabezados por Jorge Errandonea, pretendían con el CAP desplazar a la FAU a un segundo o tercer plano (Mechoso, 2006b, pp. 259-261).11

El conflicto alcanzó tal magnitud que se suscitó un episodio violento el 5 de marzo de 1964, ya que el grupo que conservó el nombre de FAU quiso “apoderarse” del local del CAP, mientras que el otro grupo organizó “la defensa” del local, impidiendo que las reiteradas amenazas se llevaran adelante.12 Cuando el grupo de la CRA dio por disuelta la FAU, utilizó al CAP como organización donde aunar esfuerzos y reforzar el marco de alianzas con la izquierda cristiana y los/as independientes terceristas, y como plataforma para formar una nueva organización libertaria, la ALU.

Apuntes para la historia de la ALU

Como se desprende de la sección anterior, para historiar la ALU es preciso referir brevemente antes al CAP. Este funcionó entre los años 1964 y 1965, y se presentó ante la sociedad uruguaya como una alternativa de izquierda antiautoritaria que venía a cubrir un vacío político y a reencauzar a la militancia. Durante la corta vida de esta organización, se caracterizó por una estructura laxa y participativa, con algunos liderazgos intelectuales claros, destacándose el sociólogo Alfredo Errandonea (h.). El CAP tuvo una impronta intelectualista, congregando profesores/as universitarios/as, ideológicamente libertarios/as pero insatisfechos/as con el derrotero obrerista, armamentista y violentista que consideraban que estaba tomando la FAU, o vinculados/as a la izquierda cristiana. Su órgano fue la revista Tarea, de aparición mensual13 y diseño moderno, con artículos que combinaban el panorama internacional y regional, la situación del país y el papel de los intelectuales. Sus secretarios de redacción eran Alfredo Errandonea (h.) y Ruben Prieto.

La principal serie documental para conocer la vida interna del CAP es el boletín informativo (con 7 números desde setiembre de 1964) y algunos informes de circulación interna. La transición desde la FAU fue liderada por una comisión administradora integrada por Miguel A. Pareja, José B. Gomensoro, César V. Aguirre y Alfredo M. Errandonea. Posteriormente se sustituyó a César Aguirre por Horacio Martorelli y se incorporó a Hermán Rosenfeld.14 El órgano superior del CAP fue la Asamblea General, integrada por todos/as los/as adherentes, y el órgano de funcionamiento permanente era la Comisión de Promoción Política, de carácter abierto y encargada de organizar las actividades de militancia. A fines de diciembre de 1964 el CAP contaba con la cifra nada despreciable de 99 cotizantes,15 lo cual no era un requisito para constituirse en adherente del Centro, por lo cual sus miembros debían superar esa cifra.

Durante este período, la organización del CAP se solapó parcialmente con la organización anarquista y federalista alternativa a la FAU que fundaron los grupos de Bellas Artes, Medicina y Comunidad del Sur. Esta se denominó provisoriamente Grupos de Acción Libertaria (GAL), y la mencionada CRA fue el órgano resolutivo de funcionamiento permanente,16 junto a las comisiones de organización y de finanzas. Durante 1964 se discutió su Declaración de Principios y Carta Orgánica, y se resolvió que su nombre sería Alianza Libertaria del Uruguay (Colombo, 1971, p. 200). Sus cuadros y sus posicionamientos en materia de política nacional e internacional coincidieron ampliamente con los del CAP.

Como cabía esperar, dado el conflicto que había suscitado la ruptura de la FAU, la Carta Orgánica de ALU confería amplias potestades al pleno, entendido como su órgano máximo. En las modificaciones introducidas al documento entre junio y diciembre de 1964 se evidencia que estos militantes pretendían dejar asentados los mecanismos que no habían logrado introducir en la FAU, con el fin de establecer el mayor grado de horizontalidad posible, prevenir la concentración de poder, preservar la libertad de sus miembros y contrarrestar lo que podríamos denominar la “tiranía de las mayorías”.17 En ese sentido, un artículo que cobró relevancia fue el que establecía la proscripción de la “disciplina partidaria”, eximiendo a los/as militantes de acatar las decisiones orgánicas que no aprobasen. Además, se amplió la participación en la CRA, su órgano resolutivo permanente, que inicialmente estaba constituido por delegados/as y luego se abrió a todos/as los/as integrantes que desearan asistir.18

En la Declaración de Principios, se destacó el valor de la libertad y se cuestionaron actitudes dogmáticas, lugares comunes y esquemas simplistas, incluso si se encontraban dentro del campo ácrata, en clara alusión a la reciente fractura de la FAU. Asimismo, se distanciaban de una actitud vanguardista que, según decían, solía aquejar a muchos grupos de la izquierda: “Queremos crear un movimiento de lucha de los hombres por su liberación; y no, paternal y demagógicamente, autoelegirnos como un movimiento que dará la libertad a los hombres”. A su vez, se reivindicaba para la acción política la necesidad de desarrollar “ahora y aquí” los valores del mundo nuevo, a través de la creación de organismos sociales y políticos a donde las personas acudieran libre, voluntaria y responsablemente.19

La plataforma de la ALU se organizó en tres dimensiones: la económico-social, la político-social y la moral. En primer lugar, se postulaba la propiedad social de los medios de producción, bienes y servicios, “por y para beneficio de la comunidad, sin dominación capitalista estatal o de otro tipo, y eliminando toda forma de explotación del hombre por el hombre”. Se enfatizaba la organización cooperativa del trabajo y la participación directa, con base en principios como la solidaridad y la responsabilidad. Además, se pugnaba por una distribución de bienes y servicios y una contribución social de acuerdo al principio socialista “a cada uno según sus necesidades, de cada uno según sus posibilidades”. En segundo lugar, se planteaba la necesidad de construir una estructura social participativa y federal que eliminase “el dominio político de unos sobre otros”. También, la “administración de los intereses sociales” debía basarse en la descentralización y en el control directo por parte de los involucrados. Se planteaba, asimismo, la lucha contra el militarismo, el autoritarismo y el nacionalismo, y la destrucción de las fronteras estatales, buscando la coordinación con otros pueblos de la región, el continente y el mundo. Por último, la plataforma instaba a poner en práctica de inmediato y permanentemente la solidaridad y el apoyo mutuo, la convivencia de trabajo, responsabilidad y libertad, y a combatir la irracionalidad de los mitos religiosos y políticos que sostenían el dominio de los dogmas sobre la conciencia humana.20

Una vez sentadas las bases de la organización, su funcionamiento y desarrollo a lo largo de los años es más difícil de rastrear con las fuentes disponibles.21 No se conoce hasta el momento ningún órgano de prensa escrita de la ALU, sino que contaban con una audición los domingos en CX30 Radio Nacional. Según Miguel Ángel Olivera, quien integraba la Comunidad del Sur y se reconoce como secretario general de la ALU, él estaba a cargo de esas audiciones donde se discutían temáticas ideológicas.22 La ALU contó con un local situado en la calle Canelones, y se ha conservado al menos una edición de un boletín informativo y un folleto. Las alocuciones radiales abordaban asuntos tales como los bombardeos atómicos y la guerra de Vietnam, y difundían materiales anarquistas de otras latitudes, como la revista francesa Noir et Rouge. A pesar de los esfuerzos por sostener esta nueva organización con redes regionales, por ejemplo al organizarse el Seminario Anarquista Rioplatense en abril de 1965, la ALU no captó los apoyos necesarios para subsistir por mucho tiempo. El CAP se disolvió en noviembre de 1965 y de la ALU no hay registros que trasciendan el año 1966, aunque algunos testimonios ubican su ocaso a comienzos de los 70.23

Los últimos estertores del tercerismo anarquista

El CAP y la ALU tuvieron elementos en común que los diferenciaron del otro grupo de la FAU con el cual rompieron y que constituyó una nueva FAU –ahora llamada “sin puntitos” –, pero también del resto de las izquierdas del país. En ese sentido, hicieron una fuerte apuesta a conservar dos principios que habían aglutinado a buena parte de las izquierdas en las décadas previas: el tercerismo y el anticomunismo, situación que, en la estela de la Revolución Cubana, estaba cambiando dramáticamente. En ese sentido, Marchesi y Markarian (2019, p. 233) sostienen que “Cuba forzó a los terceristas a tomar partido y, contrariamente a lo que la remanida división entre vieja y nueva izquierda sugiere, debilitó el anticomunismo de izquierda que provenía de conflictos anteriores (del trotskismo a la experiencia republicana española, al menos)”. Entre los debates intelectuales se destaca la polémica suscitada a partir de la publicación del libro El tercerismo en el Uruguay (1965), donde el sociólogo Aldo Solari denunció que este había fracasado por su deriva hacia posiciones de apoyo a Cuba y su resistencia a pensar el país en clave de modernización y desarrollo.24

En este contexto político e intelectual, las intervenciones del CAP y la ALU, desde sus debilitadas posiciones, buscaron mantener viva la noción “clásica” del tercerismo –independencia de la “política de bloques” liderados por Estados Unidos y la Unión Soviética–. Ello implicaba una denuncia permanente del imperialismo que ambas superpotencias ejercían, antiimperialismo que –como se aclaraba– no implicaba nacionalismo, sino internacionalismo y anticapitalismo.25 Si bien se reconocía que, debido al contexto local, el antiimperialismo era “aquí preferentemente antiyankee”,26 toda ocasión era propicia para denunciar también el imperialismo soviético.

Un segundo aspecto de este tercerismo tenía que ver con la crítica tanto hacia el sistema capitalista como hacia los intentos de construir el socialismo “desde el poder”. Con esta expresión se referían a dos procesos: al modelo marxista de la “dictadura del proletariado”, y a la socialdemocracia y el estado benefactor. Se criticaba a la “dictadura del proletariado” por la concentración de poder, la burocracia, la anulación de los hombres en su integral condición humana, su actitud paternalista, la reducción de la capacidad de acción de los sectores populares y su dependencia. La socialdemocracia y el estado benefactor eran tachados por su solo estímulo al consumo y su deriva trágica en los fascismos.27

La afirmación de un perfil netamente antiautoritario se oponía, por un lado, a los comunistas y su “falso frente”, refiriéndose con desprecio al Frente Izquierda de Liberación (FideL) –la alianza constituida en 1962 entre el Partido Comunista del Uruguay (PCU) y el Movimiento Revolucionario Oriental (MRO), entre otros– por considerarlo un espacio totalmente cooptado por los comunistas.28 Por otro lado, enfrentaba a quienes reivindicaban la vía armada inspirados por el modelo cubano. Se tachaba a estos de delirantes y desubicados, por especular con “una iracundia que no pueden encender”, por su “artificial temperatura subversiva”, y porque con “mucha más ambición que rumbo”, no leían las “circunstancias reales de nuestro cuerpo social” y desgastaban las potencialidades transformadoras, “ya sea por el empozamiento de la rutina politiquera o por la novelería revolucionaria sin sentido”.29 Especialmente el CAP, en tanto alianza más amplia que abarcaba grupos que no necesariamente eran ácratas, se proponía encabezar una línea política de izquierda antiautoritaria que permitiera superar el estancamiento de unos y la desorientación de otros, entendiendo que ambas tendencias respondían a “una misma doctrina”, que era la de “la dictadura política revolucionaria para la organización de un socialismo centralista”.30

Retomando una antigua polémica, de este modo los/as anarquistas enarbolaban la bandera de la libertad y denunciaban la incorrecta interpretación del socialismo que consideraban que hacían los/as comunistas y los/as foquistas. Ya Karl Marx y Mijaíl Bakunin habían protagonizado intensos debates, y las revoluciones del siglo XX, especialmente la Revolución Rusa y la “Revolución Española” –como la denominan los/as anarquistas– habían demostrado su potencial trágico. Especialmente la experiencia española se encontraba muy fresca en la memoria de los/as militantes ácratas que planteaban dudas sobre la deriva centralista, estatista y autoritaria del proceso cubano.

A la luz del entusiasmo que este despertó en las izquierdas latinoamericanas, la polémica se reactualizó. El devenir del CAP y la ALU evidencian el escaso margen que quedó en el campo de las izquierdas uruguayas para criticar la revolución cubana sin ser tildados de serviciales al imperialismo yanqui y a la derecha. Efectivamente, esta izquierda no contó con un amplio marco de alianzas como lo había hecho el tercerismo antes de 1963.31 Su debilitamiento fue percibido por los lectores de Tarea, que señalaron la necesidad de un órgano de prensa “serio” e “independiente”, lugar históricamente ocupado por el semanario Marcha:

Excelente presentación, y excelente contenido. La aparición de TAREA merece la mejor acogida. El país y la izquierda necesitan una publicación como ésta. Viene a agregarse a la ya tradicional seriedad de Marcha. Y ha venido a retomar una línea que en el prestigioso semanario aparece últimamente debilitada: la Tercera Posición. En las páginas de TAREA se leen cosas que hasta hace un tiempo se encontraban en Marcha, y que, no alcanzo a comprender por qué razón, ya no se pueden leer allí. En síntesis: información, seriedad, y una línea independiente coherente. Son atributos por demás elogiables en la revista del Centro de Acción Popular, (como reza en la tapa). Reciban, pues, el aliento de TERCERISTA.32

La izquierda independiente, raleada, incoherente, poco a poco pierde su eficacia, las razones de ello, a nuestro juicio provienen de varias causas. La propaganda marxista, bajo todas sus formas. El marxismo cuenta con una serie de recursos económicos, con los que nunca contará la izquierda auténtica. Órganos de prensa, que fueron independientes, como Marcha, ahora sino lo han dejado de ser, lo disimulan muy bien.33

El planteo tercerista trasuntaba un fuerte anticomunismo, achacando a los marxistas su faceta imperialista, su incorrecta interpretación del socialismo desde el Estado, su esterilidad revolucionaria y sus prácticas cooptadoras de cualquier simulacro de alianza. Así, en primer lugar, un asunto clave del anticomunismo de izquierdas expresado por este conjunto de agrupaciones libertarias tenía que ver con la metodología revolucionaria. Los/as libertarios/as de la CRA afirmaban que no debía confundirse a esta con la sublevación armada. Según afirmaban, el anarquismo no defendía una concepción “putschista” de la revolución, porque ello suponía el ascenso de una nueva clase dirigente, una nueva imposición “totalitaria” y “clasista”.34 Con estos términos cuestionaban recurrentemente la noción de “dictadura del proletariado”, tan cara al marxismo, y la situación de la URSS, advertían sobre los riesgos del proceso cubano y criticaban –en el plano local– la idea de vanguardia revolucionaria, que por entonces varios grupos de la izquierda se hallaban teorizando.

Desde esta plataforma fue que la ALU polemizó con el grupo que conservó el nombre de FAU. Se le reprochó que partían de una “representación apocalíptica de la Revolución” y se dejaban llevar por la impaciencia y una “metodología oportunista”, según la cual cualquier movilización o acto masivo era entendido como acto revolucionario y había que participar en él.35 Se le acusó de adherir sin reconocerlo a un esquema marxista según el cual la revolución tendría una forma caudillista y autoritaria, sin explicar la participación popular en ella y pretendiendo que el anarquismo se situara a la vanguardia del proceso. Se les señaló que hacían concesiones al nacionalismo, al despotismo y al marxismo, y que claudicaban en los principios anarquistas en relación con el problema del poder. También criticaban el abuso de la palabra “revolución” por parte de amplios sectores de la izquierda, que la proyectaban sobre planes de desarrollo económico, sin evocar la utopía que debieran. Criticaban a la izquierda por haber extraviado su “dirección mayor”, corriendo el riesgo de convertirse en una expresión más del “régimen”.36

Un segundo eje de este anticomunismo, vinculado con el primero, era el antiautoritarismo, principio fundamental del anarquismo. La ALU sostuvo que la izquierda se había plegado al “autoritarismo social”, captando a los hombres “desde direcciones centralizadas” en “la farsa de la «democracia» totalitaria” y la “dictadura política sobre la vida económica”.37 Estas afirmaciones volvían una y otra vez sobre las ideas principales del marxismo-leninismo y la denuncia de las prácticas políticas del PCU. Desde una postura antiautoritaria, se criticaba la centralización de la conducción política comunista, el rol dirigente atribuido al Estado, el control político de la vida social y la planificación económica centralizada y el culto a la personalidad.38 Por ejemplo, en la Declaración de Principios, se afirmaba lo siguiente:

la dictadura del proletariado se convirtió en la dictadura de una casta opresora y explotadora, que usa de esa situación para consolidar sus privilegios, económicos y sociales; y nos ha legado otra aberración de la historia del hombre, el stalinismo, al que condenan por el “culto a la personalidad” quienes lo practican.39

Las intervenciones de la ALU y el CAP señalaron, además, el peligro de la hegemonía del PCU sobre cualquier alianza que lo incluyera, cuando no destacaban la artificialidad de su política de frentes. Por lo tanto, el grupo criticaba severamente la “unidad de acción” que la otra tendencia de la FAU había establecido con otros grupos de izquierdas marxistas,40 considerándola una izquierda en la que “había que estar” qua “ala libertaria”. Esta alianza con la “izquierda unitaria” era rechazada severamente, porque se entendía que el PCU se iba a imponer, “solo interesado en estar en la cresta de la ola, y no en hacer la Revolución” .41

Un tercer eje del anticomunismo de izquierdas refería al desarrollo económico, el Estado y la burguesía. La ALU criticó los planteos “desarrollistas42 que, en aras de promover el desarrollo económico “elevado a la categoría de principio fundamental”, se aliaba con la “burguesía progresista” y el nacionalismo. Se acusaba a esta izquierda de nacionalista, y especialmente al PCU, de realizar así una “tregua” con “la lucha revolucionaria y clasista”. Se consideraba que el desarrollo económico era necesario, pero que debía conservarse la “solidaridad proletaria internacionalista”.43

La ALU, en cambio, reivindicaba las decisiones colectivas tomadas a nivel del pueblo, por medio de soluciones federalistas. Entendía que era fundamental construir formaciones en las que el pueblo iría aprendiendo de responsabilidades políticas, para evitar una desviación posterior. En esto consistía la política, afirmaba, y no en “el manejo demagógico de las masas”.44 La Declaración de Principios y Propósitos del CAP también hacía énfasis en la participación y el protagonismo de “las masas” en los acontecimientos políticos, en usufructo de su “libertad creadora”. Denunciaba la enajenación de las mayorías producida bajo regímenes tanto de izquierda como de derecha, y proponía una plataforma no solo antiautoritaria, sino también “verdaderamente popular”.45 Desde esa concepción, procesos como la Reforma Universitaria, y la constitución del Sindicato Médico, el Hospital de Clínicas y la Comunidad del Sur eran considerados logros propios, aunque no se descartaba la agitación como acción política fundamental.46

Consideraciones finales

La escisión de la FAU fue la cristalización de una serie de disputas en torno al apoyo a la Revolución Cubana, la prioridad del movimiento obrero, la preparación para la clandestinidad y las acciones armadas, y la estructura organizativa de la FAU. A ello se sumó una divergencia sobre el rol que habría de cumplir el CAP. Las agrupaciones de Medicina, Bellas Artes y Sur, junto a algunos/as intelectuales de renombre como Luce Fabbri y Alfredo Errandonea (h.), emprendieron la formación de una nueva organización libertaria federada, la ALU.

Tanto el CAP como la ALU buscaron preservar la impronta tercerista y anticomunista que había tenido el movimiento libertario y estudiantil en los años previos, disputando conceptos como los de “revolución” y “lo popular”. Sin embargo, tras el viraje marxista-leninista de la Revolución Cubana, esta postura se encontraba francamente debilitada y las nuevas organizaciones no concitaron la adhesión proyectada. En un contexto de cuestionamiento y debilitamiento del tercerismo, esta organización libertaria y su alianza con sectores cristianos pretendió mantener al alza la noción “clásica” del tercerismo y sostener dentro del campo de las izquierdas una posición anticomunista que se encontraba en franco declive.

A pesar de sus intenciones de volverse una alternativa de izquierdas para las masas, esta postura se vio muy debilitada en el contexto de un fuerte magnetismo del proceso cubano y de ruptura de la coalición tercerista. La pronta desarticulación del CAP indicaría que los ácratas y los cristianos no lograron los acuerdos mínimos necesarios para sostener la organización, y la ALU no parece haber logrado ampliar su marco de alianzas ni trascender los núcleos militantes que la habían fundado.

La polémica en el seno de los anarquismos uruguayos es interesante para estudiar a las izquierdas uruguayas de los años 60 porque da cuenta de una nueva coyuntura política donde no era posible mantener el consenso, incluso entre los sectores más claramente identificados con el tercerismo. Ser tercerista y anticomunista ya no era aceptable para la mayoría, porque eso suponía restarle apoyos al proceso cubano y ofrecer argumentos a la contrarrevolución. Para el grupo que no conservó el nombre de FAU y pretendió fundar nuevas organizaciones, en cambio, el apoyo a la Revolución Cubana y la vía armada no era una postura fiel con el principio antiautoritario tan caro al anarquismo, y se inclinaba peligrosamente hacia la condescendencia con la idea marxista de la “dictadura del proletariado” y las prácticas concentradoras de poder de los comunistas.

Esta postura, que fue la que mayoritariamente adoptaron los anarquismos latinoamericanos, dividió al anarquismo de la región uruguaya. El impacto que el debilitamiento del tercerismo tuvo entre las filas anarquistas da cuenta del impacto político de la nueva coyuntura latinoamericana en el campo de las izquierdas uruguayas.

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1. Versiones de este texto se discutieron en el seminario del Grupo de Estudios sobre las Izquierdas (GEI) de la Universidad de la República y en el Primer Encuentro en Uruguay de Historiadores/as e Investigadores/as sobre Anarquismos realizado en Montevideo entre el 13 y el 15 de julio de 2023. Agradezco los comentarios allí recibidos así como las observaciones de los evaluadores del artículo.

2. Con “formaciones cercanas” nos referimos a la Resistencia Obrero-Estudiantil (ROE) y a la Organización Popular Revolucionaria 33 orientales (OPR-33) –fundadas en 1968 y 1969, respectivamente– y, en menor medida, al Partido por la Victoria del Pueblo (PVP), fundado en 1975.

3. Se destacan así los estudios biográficos sobre Juan Carlos Mechoso, Hugo Cores y Gerardo Gatti (Jung y Rodríguez, 2006; Trías, 2008; Trías y Rodríguez, 2012).

4. Por ejemplo, en relación con los gremios solidarios, o al destacado rol de algunos anarquistas como Gerardo Gatti en la conformación de la CNT (Cores, 1989).

5. La Comunidad del Sur fue una comuna de inspiración socialista libertaria fundada en 1955 que llevaba adelante una imprenta cooperativa. Varios de sus integrantes a su vez militaban en la Agrupación Sur, fundadora de la FAU, lo cual explica que en su archivo se haya conservado documentación de la ALU (Iglesias Schol, 2023).

6. Para profundizar en la postura de la FAU frente a la Revolución Cubana, véase Mechoso (2006b, p. 117 y ss. y 127 y ss.) Para profundizar en el giro marxista de la FAU iniciado ya desde la segunda mitad de los 60, véase Porrini (2021) y Kokinis (2023, p. 71 y ss.).

7. Un informe elaborado por el grupo adversario, incluye dentro de esta posición al grupo de Preparatorios Nocturno. Informe de la Comisión de Relaciones Anarquistas sobre la división de FAU. Marzo de 1964. ACS, caja 2.

8. El Coordinador existió entre 1963 y 1965 como un espacio de articulación entre distintos grupos de la izquierda revolucionaria con orientaciones ideológicas, políticas y estratégicas diferentes, para coordinar acciones de defensa armada. Entre otras operaciones, apoyaron las marchas cañeras –movilizaciones de los trabajadores de la caña de azúcar que se trasladaron a pie desde el norte del país hasta la capital– y organizaron “comandos del hambre”, que consistían en el asalto de camiones que transportaban alimentos para distribuir en barrios carenciados junto con panfletos.

9. Informe de la Comisión de Relaciones Anarquistas sobre la división de FAU. Marzo de 1964. ACS, caja 2; entrevista a Ruben Prieto hecha por Rey Tristán (2006, p. 216).

10. Boletín de la FAU nº 5, noviembre de 1957. ACS, caja A48.

11. Informe de la Comisión de Relaciones Anarquistas sobre la división de FAU. Marzo de 1964. ACS, caja 2. En este informe se cuantificó prolijamente, con dos criterios diferentes, a los/as militantes orientados en cada una de las tendencias. Con un criterio amplio (según su derecho a la participación en los plenos), la CRA reunía a 93 militantes y el otro grupo a 52, mientras que 48 eran neutrales. Con un criterio restrictivo (los cotizantes), la CRA reunía a 77 militantes y el otro grupo, a 41, mientras que 30 eran neutrales.

12. Idem.

13. Se conocen cuatro números de Tarea, publicados entre julio y octubre de 1965. Se encuentran disponibles en https://americalee.cedinci.org/portfolio-items/tarea/, última consulta 23 de abril de 2023.

14. Boletín informativo del CAP nº 4, abril de 1965. ACS, caja A48.

15. Rendición de cuentas de la Comisión Administradora del Centro de Acción Popular hasta el 30 de noviembre de 1964. ACS, caja A48.

16. Proyecto de Carta Orgánica de GAL, junio de 1964. ACS, caja A48.

17. Carta de principios, en las Resoluciones del pleno constituyente de la Alianza Libertaria del Uruguay, 20 de diciembre de 1964. IISH, Bro An 1800.

18. Ídem.

19. Proyecto de Declaración de Principios y nombre de la organización, presentado al Pleno por la Comisión de Relaciones Anarquistas. Mayo de 1964. ACS, caja A48.

20. Proyecto de Declaración de Principios y nombre de la organización, presentado al Pleno por la Comisión de Relaciones Anarquistas. Mayo, 1964. ACS, caja A48; Sergio Villaverde, Hugo Trimble y Alfredo Errandonea, Proyecto de modificaciones al texto propuesto por la CRA [c. junio de 1964]. ACS, caja A48; Carta de principios, en las Resoluciones del pleno constituyente de la Alianza Libertaria del Uruguay, 20 de diciembre de 1964. IISH, Bro An 1800.

21. Algunas de las personas destacadas en las narrativas son Ruben Prieto, Sergio Villaverde, Luce Fabbri, Débora Céspedes, Beto Gallegos, Rafael Spósito, Hugo Trimble, Luis Iriondo, Cresatti, Facal, Rogelio Pérez, Cano, los hermanos Alfredo y Jorge Errandonea.

22. Entrevista con Miguel Ángel Olivera, 27 de noviembre de 2022.

23. En entrevista realizada por Hugo Fontana, Luis Alberto “Beto” Gallegos afirma que la ALU persistió hasta 1972 (Fontana, 2003, p. 130). También Miguel Ángel Olivera sostiene que la ALU estuvo en actividad hasta 1971 (entrevista con Miguel Ángel Olivera, 27 de noviembre de 2022).

24. Como lo estudia Markarian (2020, p. 207 y ss.), el libro fue financiado por el Congreso por la Libertad de la Cultura (CLC) y la CIA y editado por la Editorial Alfa dirigida por Benito Milla, representante del CLC en Montevideo. Su publicación, inmediatamente después de un Seminario Internacional sobre la Formación de Élites, suscitó una polémica en las páginas de Marcha y de Época entre Arturo Ardao y Carlos Real de Azúa, donde también participó Ángel Rama.

25. Informe de la Comisión de Relaciones Anarquistas sobre la división de FAU. Marzo de 1964. ACS, caja 2.

26. Tarea nº 2, 31 de agosto de 1965, p. 57.

27. Proyecto de Declaración de Principios y nombre de la organización, presentado al Pleno por la Comisión de Relaciones Anarquistas. Mayo de 1964. ACS, caja A48.

28. Boletín informativo del CAP nº 7, julio de 1965. ACS, caja A48.

29. Boletín informativo del CAP nº 4, abril de 1965. ACS, caja A48.

30. Tarea nº 3, 28 de setiembre de 1965, editorial.

31. Por ejemplo, varios de los integrantes del CAP figuraban ya en una carta publicada en Marcha en 1962, suscribiendo una declaración junto a Carlos Quijano, Aldo Solari y cientos de otros, reclamando la constitución de “una nueva fuerza política” que ofrezca “una real alternativa de cambio”, con un “programa de contenido popular y nacional, de orientación definidamente progresista y antiimperialista”, y “absolutamente independiente de toda potencia o fuerza integrante de los bloques poderosos” (Marcha nº 1100, 23 de marzo de 1962).

32. Tarea nº 2, 31 de agosto de 1965, p. 58.

33. Carta de Roberto Guzman, Tarea nº 3, 28 de setiembre de 1965, p. 55.

34. Informe de la Comisión de Relaciones Anarquistas sobre la división de FAU. Marzo de 1964. ACS, caja 2.

35. Ídem.

36. Boletín informativo del CAP nº 2, octubre de 1964. ACS, caja A48.

37. Ídem.

38. Proyecto de Declaración de Principios y nombre de la organización, presentado al Pleno por la Comisión de Relaciones Anarquistas. Mayo de 1964. ACS, caja A48.

39. Ídem.

40. Con “izquierdas marxistas” se referían tanto al PCU como al Partido Socialista, al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), Movimiento de Apoyo al Campesinado (MAC) y MRO.

41. Informe de la Comisión de Relaciones Anarquistas sobre la división de FAU. Marzo de 1964. ACS, caja 2.

42. Los términos entre comillas y en cursiva aparecen entrecomillados en el documento comentado.

43. Informe de la Comisión de Relaciones Anarquistas sobre la división de FAU. Marzo de 1964. ACS, caja 2.

44. Ídem.

45. Tarea nº 2, 31 de agosto de 1965.

46. Informe de la Comisión de Relaciones Anarquistas sobre la división de FAU. Marzo de 1964. ACS, caja 2.