Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, nº 26
septiembre 2025 - febrero 2026
ISSN 2313-9749
Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas

El MIR de Venezuela: anatomía de un movimiento revolucionario


Ángel Dámaso Luis León

Universidad de La Laguna
Tenerife, España
aluisleo@ull.edu.es
ORCID: 0000-0003-1311-9679

Resumen: El Movimiento de Izquierda Revolucionaria fue un episodio político que condicionó el marco político venezolano. Un marco político en construcción. Fruto de la efervescencia revolucionaria de los años 60 en América Latina, este partido joven, izquierdista y revolucionario fue una expresión del momento histórico que le tocó experimentar. En este artículo se analiza no solo el surgimiento del partido, sino también sus posicionamientos ideológicos, sus relaciones con otros actores y las frustraciones heredadas de la etapa guerrillera.

Palabras clave: Guerra Fría – Venezuela – Izquierda – Guerrilla

Abstract: Movimiento de Izquierda Revolucionaria was a political episode that modified the Venezuelan political framework. A political framework under construction. Fruit of the revolutionary effervescence of the sixties in Latin America, this young, leftist and revolutionary party was an expression of the historical moment it experienced. This article analyzes not only the emergence of the party, but also its ideological positions, its relations with other actors and the frustrations inherited from the guerrilla stage.

Keywords: Cold War – Venezuela – Leftist Parties – Guerrilla

Recepción: 8 de julio de 2025. Aceptación: 12 de octubre de 2025.

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La dinámica política de la Venezuela de los años 60 estuvo marcada por una serie de condicionantes internos y externos. La caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y la llegada de la democracia coincidieron con el período de madurez de los partidos políticos, con el fortalecimiento de instituciones sindicales o patronales y con la consolidación de liderazgos fuertes como el de Rómulo Betancourt o Rafael Caldera. Todo ello a su vez concurrió con la agudización de conflictos vinculados a la Guerra Fría en la región, cuyo fenómeno más importante fue la Revolución cubana, la cual jugó un efecto faro en muchos países.

En ese contexto surge un partido clave para entender la izquierda venezolana del momento: el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). El MIR fue un partido que nació a principios de los 60 como escisión de Acción Democrática (AD) y cuya vida útil se extendió hasta los 80 del siglo XX. Sin embargo, su momento álgido fue esa década de los 60 y por ello este estudio se va a centrar en esa etapa. Su relevancia histórica se debe a tres cuestiones: es la gran escisión de una AD que previamente se conformaba como hegemónica, es el gran partido que masivamente y sin dudas se lanza a la lucha revolucionaria temprana y, por último, es un fenómeno netamente de imitación castrista. En esta investigación se intentará abordar las vicisitudes y actuaciones de esta agrupación, intentando definirla en sí misma y en comparación con otros actores. A su vez, se buscará plantear fortalezas y debilidades, así como sus relaciones tanto dentro como fuera del territorio venezolano.

Este estudio se realizará a través de un intenso trabajo con diversas fuentes. Entre las mismas destacarán los múltiples escritos publicados por los nombres principales del partido, pero también se utilizarán fuentes de archivo y, en menor medida, otras fuentes como prensa o datos electorales. Además, la información se someterá a su cotejo con otros elementos bibliográficos que hayan sido publicados previamente.1

El análisis crítico al que serán sometidas las fuentes se realizará a través de una metodología mayormente cualitativa, pero sin obviar lo cuantitativo. A su vez, se insertará en el marco de la historia del tiempo presente (Bédarida, 1998) y del nuevo institucionalismo histórico (Steinmo, 1992; Peters, 2003; Farfán Mendoza, 2007), y por su propia esencia deberá combinar bibliografía y conceptualización histórica con la procedente de la ciencia política.

En resumen, lo que se abordará en este artículo es un fenómeno político vinculado al contexto de Guerra Fría, pero también relacionado con la dinámica interna de Venezuela. Todo ello siguiendo la línea que autores como Richard Saull (en Spenser, 2004, pp. 32-34) o Gilbert M. Joseph (en Spenser, 2004, pp. 72 y ss.) han abierto en los últimos años a la hora de entender un contexto de Guerra Fría en el sur no puramente mecanicista y dirigido desde las grandes potencias, sino poniendo el foco en los actores locales y su autonomía.2 En cierta medida, un análisis frontal y relativamente profundo de un fenómeno que condicionó la dinámica del Caribe.

Si contextualizamos la realidad venezolana, a pesar de que el estudio se centra en los 60, el precedente inmediato es la década de autoritarismo que se experimentó entre 1948 y 1958 y, más concretamente, la dictadura de Pérez Jiménez.3 Esta es clave para entender el surgimiento del MIR. Este decenio de autoritarismo férreo llegó tras un golpe de Estado contra la primera experiencia democrática en la historia del país: el Trienio adeco, llamado así por la primacía de AD en los tres años de efímera democracia (1945-1948).

La dictadura de Pérez Jiménez, encuadrada en el contexto autoritario latinoamericano de los años 50, experimentó una primera parte marcada por una relativa tranquilidad. Tranquilidad auspiciada por la buena marcha de la economía, sustentada sobre la explotación de petróleo, el cual permitía una política desarrollista y de obra pública (principalmente en el área metropolitana y zonas próximas); pero también por la escasa tradición democrática preexistente.

Esta realidad general no eximió de la existencia de grupos organizados que luchaban contra la dictadura. Más allá de ciertos sectores como el estudiantado y una porción del mundo obrero, la mayor parte de la oposición se articuló en torno a los partidos tradicionales, la mayoría de ellos proscritos. Entre estos grupos destacaron un reunificado Partido Comunista de Venezuela (PCV) (Alexander, 1971, pp. 32-58) y, sobre todo, un mayoritario e izquierdista AD. Estos grupos fueron el blanco principal de la represión autoritaria, que tomó forma de exilio, encarcelamiento, tortura y, en muchos casos, la muerte.

La situación de relativa tranquilidad general previa comenzó a cambiar en 1957. A los grupos anteriores se le había sumado también la heterogénea Unión Republicana Democrática (URD), quien se opuso a la dictadura tras el fraude de 1952, que mostró que no había otra forma de derrotar al régimen que a través de la lucha en las calles. Además de la URD, el descontento por el deterioro de la economía en los años finales hizo que la sociedad civil y un sector del ejército comenzaran a oponerse. Incluso los democristianos de COPEI (Comité de Organización Política Electoral Independiente) se enfrentaron abiertamente.

Los acontecimientos se aceleraron a finales de 1957. La pantomima electoral de turno fue sustituida por un plebiscito sobre Pérez Jiménez, lo cual exacerbó los ánimos de la sociedad civil y la oposición. Una oposición que había firmado un pacto de acción conjunta y que se había ido acercando paulatinamente a sectores díscolos dentro del ejército.

Las primeras intentonas militares que se produjeron en 1958 fracasaron, pero la sensación de que el régimen fenecía era latente. Finalmente, el 23 de enero caía la dictadura tras un golpe cívico-militar en el que estaban inmiscuidos los diferentes partidos políticos, acabando así con una década de autoritarismo.

Los acuerdos internos alcanzados previamente, el equilibrio entre los actores colectivos protagonistas del cambio y los deseos de democratización que se encontraban en el seno de la sociedad, hicieron que la transición a la democracia fuera rápida. A pesar de la inestabilidad inherente a esta “coyuntura crítica” (Collier y Collier, 1991), propiciada entre otras cuestiones por dos intentonas golpistas fallidas, el gobierno provisional del almirante Wolfgang Larrazábal pudo marcar el camino hacia unas prontas elecciones que se celebrarían en diciembre de 1958.

Finalmente, esos comicios que elegían presidente y miembros del legislativo fueron ganadas ampliamente por AD, quien no solo encumbró a Rómulo Betancourt (49,2% del voto) como primer presidente de la nueva democracia, sino que también venció en las legislativas. Por detrás de Betancourt quedó el propio Larrazábal (34,6%), que aceptó la nominación de la URD y del PCV, segunda y última fuerza en estas elecciones respectivamente. Finalmente, el tercer candidato sería Rafael Caldera, líder omnipresente de COPEI (16,2%).4

Acción Democrática y la ruptura

La ruptura entre el MIR y AD se produce en varias claves. Una de ellas es la ideológica, por supuesto. El posicionamiento de la matriz no comulgaba con el furor revolucionario de los sectores jóvenes tras la caída de Pérez Jiménez y el advenimiento de la Revolución cubana. Ese furor contrastaba con unas estructuras de AD que se situaban en el centroizquierda y que eran tendentes hacia la socialdemocracia. Esto se observa incluso desde antes de la llegada de la democracia, como muestran la mayor parte de autores que han abordado el tema (Coppedge, 1994, pp. 9-11; Schwartzberg, 1997; Lander, 2006, p. 18). Como comentaba Hellinger (2011), Acción Democrática, así como otros partidos similares de la región, no buscaba acabar con el capitalismo sino darle un cariz más humano. Además, su base de apoyos no era netamente obrera, sino que buscaba atraer a las clases medias, ampliando así su potencia electoral.

A pesar de que muchas veces se habló de sorpresa por el posicionamiento de la línea tradicional del partido, esta no lo fue tanto. Moisés Moleiro habló en su día de decepción,5 pero la división se veía venir desde el período de lucha. Betancourt y los suyos no apostaban por la vía revolucionaria y tanto su apuesta pactista como su escepticismo ante los comunistas eran patentes. Incluso en la relación con los Estados Unidos, mientras los sectores más revolucionarios habían participado en la protesta contra Nixon de marzo de 1958 (Blanco Muñoz, 1989, p. 115), la línea principal del partido apostaba por la autonomía dentro de un alineamiento hemisférico.

Estas diferencias ideológicas tendrán múltiples expresiones, sobre todo en el plano internacional, como se verá más adelante. Sin embargo, habrá un factor que será tan importante como el ideológico y que interactuará con el mismo: el generacional. La pertenencia a una o dos generaciones contiguas y la lejanía de edad con respecto a los liderazgos clásicos como el de Betancourt propiciará posicionamientos diferentes sobre cuestiones tan importantes como la relación con el PCV, la política petrolera o la lectura que se hacía de fenómenos externos como el APRA o Cuba (Luis León, 2021, pp. 3-7). Es normal la existencia de facciones o familias más o menos institucionalizadas en el seno de los partidos (Nicholas, 2004; Sartori, 2009, pp. 105-119). Lo que quizás no fuera tan normal, o al menos tan sencillo de encajar, eran diferencias tan marcadas.

En definitiva, las irreconciliables diferencias y las críticas públicas hicieron que AD, en manos de los líderes clásicos, decretaran la expulsión de algunos miembros jóvenes que se habían mostrado contrarios a la acción del partido y del gobierno.6 Esto se produjo en abril de 1960, tras unos meses de dura conflictividad. Junto a los expulsados se fueron cuadros y militantes de base, así como 17 de los 73 diputados que se habían logrado en las elecciones de 1958, y uno de los 32 senadores, pasando todos a la oposición.

El MIR por dentro

La política venezolana de los 60 estuvo marcada por liderazgos fuertes. Pérez Jiménez o Caldera eran claros ejemplos, pero también los partidos de izquierda tenían a figuras como Gustavo Machado (PCV) o el propio Betancourt. Incluso no fue extraña la conformación de partidos y escisiones prácticamente personalistas. En ese sentido, el MIR fue una anomalía.

En el MIR no se observa la aparición de un liderazgo único, monolítico, individualizado y remarcado que se imponga sobre el resto de cabezas del partido. Si hay una figura que destaca es la de Domingo Alberto Rangel, pero este liderazgo fue más intelectual que formal y estuvo basado en su bagaje y experiencia, ya que era el único de los líderes que no tenía menos de 30 años. En cierta medida, su primacía era más la de un primus inter pares que la de un líder vertical e indiscutible.

El “liderazgo” de Rangel, además, duró poco. A principios de 1964 se enfrentó a la tesis guerrillera y se desmarcó del partido junto a un pequeño grupo (Martz, 1995, p. 74). Sin ir más lejos, en un informe de la CIA fue denominado como “el líder de la línea blanda”.7

Dentro del partido se reforzará la idea del liderazgo grupal. Este carácter colectivo no quería decir, ni mucho menos, ausencia de verticalidad, pero sí la consolidación de una camarilla. Tras la salida de Rangel quedará un grupo importante en el que estarán Simón Sáez Mérida, Héctor Pérez Marcano o Américo Martín, quien, con el transcurrir de los años, se convertirá en la principal figura. Ese liderazgo creciente de Martín trascenderá la lucha armada y tendrá contestación en momentos puntuales. A finales de la década de los 70 se producirán grandes cambios cuando el partido prácticamente se divida entre los partidarios de Martín y los de Moisés Moleiro. Como anécdota, mencionar que a pesar de las varias décadas de vida del MIR, solamente Martín fue candidato presidencial en unas elecciones (1978).

Conocer el verdadero apoyo y militancia del MIR es complicado. Calcular el apoyo en función del número de representantes que se escinden de AD es absurdo ya que se desconoce cuántos votantes de AD en 1958 lo hubieran hecho por un hipotético MIR. Medir el apoyo por la “abstención militante” de los años de proscripción tampoco tiene mucho sentido porque apropiarse de una abstención que puede estar basada en motivos diferentes (apatía, desacuerdo con el sistema, motivos de edad, enfermedad o, por supuesto, abstención activa) (Evans, 2004, pp. 131-151), y a la que se suman otros partidos, también es absurdo.8 Además, ni la abstención ni el voto nulo crecen significativamente en 1963 con respecto a 1958. En definitiva, para hacer una estimación solo se tienen los datos de las elecciones de 1973, las primeras en las que participa el MIR con sus siglas.

En las presidenciales de 1973, solamente 23.943 venezolanos optaron por la boleta del MIR, un 0,55% del voto válido.9 Estos escasos datos sirven como termómetro limitado de lo que quedaba del MIR en los 70, pero no tanto de lo que había sido. No sirve porque hay varios elementos que accionaron una tendencia disgregadora. En primer lugar, las diferentes escisiones sufridas por el partido durante la década de 1960. En segundo lugar, la ampliación de la oferta partidista en la izquierda10 y, sobre todo, la decadencia de un MIR que se fue observando cada vez más como un anacronismo.

Es difícil medir qué peso tenía el MIR en su período de mayor desarrollo. A principios de 1964, en un documento del Departamento de Estado aparece una estimación sobre la estructura revolucionaria en Venezuela, la cual podía estar constituida por entre 600 y 800 individuos activos, pero que el soporte simpatizante del MIR y del PCV, un partido más grande, podía ser de varias decenas de miles.11 Estos datos serían ajustados para mediados de 1966 cuando hablan de que el contingente revolucionario en activo del MIR consta de cien hombres.12 Estos datos pueden servir como termómetro, pero no como definición certera ya que nos falta otra fuente que confirme las estimaciones.

Con el origen generacional que tenía, es lógico pensar que el MIR tenía un peso importante entre el estudiantado, tanto universitario como liceísta. Así fue. Durante su conformación como partido, el aporte de activistas, militantes y simpatizantes que procedían de los entornos académicos (incluido profesorado), fue clave para entender su fortalecimiento (Luis León, 2024, pp. 106-110).

En cambio, y a pesar de su discurso, el MIR tenía poca importancia entre el campesinado. Su bastión siempre fue la capital, seguido de estados con un gran componente urbano como Lara, Carabobo o Miranda. Esa relativa importancia y apoyo no se extendió a los estados del interior, dominados por AD, ni tampoco al Zulia, principal región petrolera.

En el plano sindical, las izquierdas (MIR y PCV) eran minoritarias y pronto quedaron aisladas, por lo que rompieron con la Confederación de Trabajadores de Venezuela, principal central sindical del país y dominada por AD. En 1963 se funda un sindicato alternativo, la CUTV (Central Unitaria de Trabajadores de Venezuela),13 de mucha menor importancia y cuya adscripción pertenece tanto al PCV como al MIR, aunque su dominio parecía estar en las manos comunistas. En 1967, Moleiro (1967, p. 123) sobrevaloraba la influencia del partido en el movimiento obrero, la cual calificaba de “notable”, definición que no dejaba de ser un eufemismo optimista. Más ajustada a la realidad está la apreciación de uno de sus militantes, cuando a finales de 1963 afirmaba que la CUTV estaba “destrozada” y que el movimiento sindical no podía ser uno de los puntos de apoyo de una nueva estrategia a desarrollar.14 Más allá de los vaivenes y de la tímida presencia del MIR en el movimiento sindical, su pertenencia a la CUTV duró hasta principios de los 70 cuando la conflictividad interna del PCV y el surgimiento del MAS, hizo que la dinámica sindical del MIR diera un vuelco (Ellner, 1988, p. 150).

En cuanto a la cuestión femenina, la participación fue activa pero secundaria. En la ruptura con AD ya había nombres como los de Nora Uribe, Nora Castañeda, Adicea Castillo e Isabel Carmona, y algunas como Raquel Ríos, Mónica Venegas o Nancy Zambrano incluso llegaron a estar en la cárcel durante la etapa violenta (Espina, 2017, pp. 37 y 39). A pesar de ello, la subalternidad no debe sorprender en un contexto masculinizado como es la dirección política en la Venezuela de mediados de siglo, en el que la primera mujer que ostentó un ministerio fue Aura Celina Casanova, ministra de Fomento en los años finales del gobierno de Raúl Leoni (1968-1969). No obstante, sí que se puede observar una relativa profusión de mujeres militantes, mayormente estudiantes.

La política nacional del MIR

El MIR fue un partido revolucionario, nacionalista y fuertemente influido por el marxismo-leninismo desde su conformación.15 Joven, generacional y rotundamente influido por el ejemplo cubano, su discurso ideológico en los 60 estuvo marcado por estas coordenadas, así como por el furor juvenil, la dinámica guerrillera y la escasa articulación interna.

Tanto en solitario como en sus documentos conjuntos insertos en la lucha revolucionaria se mostraron contrarios al sistema imperante. Son múltiples los escritos en los que reflejan su rechazo al gobierno liderado por Betancourt, al que consideraban “un gobierno de traición nacional, entregado al imperialismo y grupos reaccionarios internos, que se destaca por su incapacidad y su insensibilidad ante los problemas del pueblo”.16 Marcadamente antigubernamentales, el MIR defendió siempre la teoría del “gobiernito”, como ha afirmado en más de una ocasión Rangel (Jiménez Castillo, 2005, p. 155), y que también fue sostenida por sectores del PCV (Blanco Muñoz, 2009, pp. 189-196). La creencia en ese gobiernito débil y con poco apoyo popular estuvo marcada por dos cuestiones: el convencimiento revolucionario en la victoria inminente, y la visión “caraquizada” del país que tenían los movimientos revolucionarios, ya que en Caracas Betancourt tenía un apoyo limitado que contrastaba con la realidad en el resto del país.

Los líderes del MIR se mostraron siempre bastante críticos con la política adeca, la cual consideraban sujeta a intereses estadounidenses. Moleiro, en algunos de sus escritos, criticó fuertemente la escasa ambición de la reforma agraria, así como las tibias actuaciones en sectores clave como el minero, el aéreo o el petrolero, donde se defendía una política mucho más revolucionaria y nacionalista (Moleiro, 1967, pp. 129-135). En ese sentido, consideraba que el primer gobierno adeco era un “instrumento dócil de la oligarquía criolla y los trust internacionales”, además de ejecutores de la política de los latifundistas y del imperialismo yanqui, los cuales tenían “intereses contrapuestos y extraños a los del pueblo venezolano” (Moleiro, 1967, p. 13).

Estas definiciones no cambiaron durante el siguiente gobierno encabezado por Leoni y conocido como de Amplia Base.17 Este gobierno fue definido como “débil” y “con escasa base política y social” que solamente lograría “un acuerdo inestable y transitorio”.18 El propio Leoni sería definido como “un viejo idiota” y un “servidor incondicional de Betancourt” (Moleiro, 1967, p. 192). En cuanto a la morfología del gobierno, a pesar de su heterogeneidad, desde el MIR afirmaban que estaba formado “por los representantes de los sectores enemigos del pueblo, […] manteniendo una línea anti-nacional y traidora”.19

Esto no es extraño, ya que la mayor parte de los partidos eran despreciados por el MIR. Tanto AD como COPEI recibieron el apelativo de partidos represivos y de las clases dominantes (Moleiro, 1967, pp. 156 y 231). Estas descalificaciones también se extendían a otras instituciones como Fedecámaras, principal organización patronal, a la que definían como “organización parasitaria”,20 así como a un sector de la prensa encabezado por El Universal, al que identificaban como miembro de la reacción.21

En relación con la prensa, la comunicación exterior del partido se canalizó a través de Izquierda, un semanario dirigido en su momento por Rangel. Este periódico duró poco y fue proscrito en mayo de 1962 a través del Decreto 752, que ilegalizaba las actividades del PCV y del MIR, incluyendo sus publicaciones,22 debido a la participación de estos partidos en la lucha armada.

Con el tercero de los grandes partidos, la URD, tuvieron una actitud cambiante. Por un lado, le afearon su participación en Puntofijo23 de igual manera que celebraron la ruptura del acuerdo. En las elecciones de 1963 se llegó a plantear un posible apoyo a la candidatura de Villalba, pero finalmente se pidió una abstención militante.24 Actuación que algunos dirigentes reconocieron a posteriori como un error. Dicho lo cual, tuvieron simpatías hacia los grupos que se deslizaron a la izquierda, mientras criticaron y llamaron “entreguista” al sector que mantuvo las siglas (Moleiro, 1967, pp. 151-152).

En cuanto a la democracia representativa, no confiaban en ella. En el MIR consideraban que las elecciones eran una especie de trampa que le tendían a grupos respetables como ARS (una escisión de AD liderada por Raúl Ramos Giménez) o la URD. Es por ello que la llamaron el “fraude de diciembre”, en alusión a la fecha en la que se celebraban.

Con ese desdén por las elecciones es normal que los resultados no les fueran relevantes y se arrogaran el apoyo de una supuesta mayoría,25 a pesar del amplio soporte que tenían las coaliciones gubernamentales. Es por ello por lo que reclamaban la conformación de un “gobierno nacionalista, popular y democrático” surgido tras el derrocamiento de los gobiernos adecos, a los que consideraban el “enemigo inmediato principal”.26

Electoralmente, el MIR siempre fue un partido pequeño cuya mayor representación se produjo con la escisión. La ilegalización de 1962 no produjo un proceso de frustración electoral masiva que se tradujera en abstención, votos nulos o blancos. Ni siquiera se produjo un proceso de “izquierdización” del voto útil. Todo lo contrario. AD, aunque perdió apoyo, siguió siendo el partido más importante en el país y lejos de producirse un trasvase de votos hacia las izquierdas legales, lo que se produjo fue un crecimiento de las derechas (COPEI, Uslar Pietri…). En ese sentido, el caso de Venezuela no es asimilable al de otros países de América Latina donde la ilegalización de los grupos revolucionarios o izquierdistas (APRA, peronismo…) se produce por miedo a su potencia popular y su capacidad para acceder al poder; lo que se hace desde el sistema republicano es intentar cortar la estrategia de la doble vía simultánea (electoral y violenta).

La búsqueda del derrocamiento del gobierno contó, en ocasiones, con soporte de ciertos sectores del ejército. Esto se puede observar en la participación de miembros del MIR en las insurrecciones militares más importantes de los inicios de la democracia venezolana: el Carupanazo y el Porteñazo. Estas tentativas de la primera mitad de 1962 fracasaron dejando un desigual balance de muertos y heridos. A su vez, también dejaron “pacificados” a ciertos sectores levantiscos del mundo castrense que se relacionaban con la izquierda.27 Lo que es curioso es que años más tarde, algunos de los miembros del MIR seguían defendiendo la teoría de un “ejército polarizado”,28 teoría que no se correspondía con las relaciones entre el ejército y las élites civiles (Irwin y Micett, 2008, pp. 222 y ss.).

La visión exterior del MIR

La política exterior se encontraba inserta en algunos de los momentos clave de la conformación y definición del MIR, empezando por el propio nacimiento. La dinámica de Guerra Fría y el tablero internacional de mediados de siglo lo determinan. Esto se debe a dos cuestiones. Por un lado, el detonante de la ruptura: aunque venía larvándose previamente, fueron las críticas a la política exterior del partido y más concretamente a la vinculación con el APRA peruano. En segundo lugar, porque se considera que el principal elemento definitorio del MIR es ser un partido nacional-revolucionario, de mayoría juvenil e inspirado en la Revolución cubana.

En clave latinoamericana, destaca la oposición no solo a gobiernos derechistas, sino también a la izquierda reformista. La oposición al APRA no solo se expresó en las iniciales críticas de Américo Martín en el año 60, Moleiro (1967, p. 36) definió años más tarde el antiimperialismo de Betancourt, Haya de la Torre y Figueres, como “dudoso y cobardón”. Estas críticas fueron extendidas hacia el líder de la socialdemocracia costarricense, ya que consideraron su posicionamiento no revolucionario como “una maniobra de largo alcance, destinada a mantener a nuestros pueblos sometidos” (Moleiro, 1967, p. 119).

En cuanto a la cuestión cubana, poco más se puede añadir a lo que afirmamos en otro trabajo (Luis León, 2021). A pesar de todos los elementos que vinculaban ideológica, generacional y operacionalmente al MIR con Cuba, en los años posteriores algunos líderes del partido llegaron a afirmar que esta no les había influido tanto.29 Esta afirmación de corto recorrido se encuentra determinada por el momento en el que se hace, más que por la realidad histórica. La conexión con La Habana era evidente. Como anécdota queda que el libro del propio Moleiro denominado El MIR de Venezuela, en el que definía al partido, fue publicado en la propia Cuba. Más allá de Moleiro, otros hombres importantes como Martín o Pérez Marcano también defendieron la inspiración castrista (Sánchez García y Pérez Marcano, 2007).

El resto de países del ámbito comunista también eran considerados “hermanos del campo socialista”, aunque asiduamente se llamaba al seguimiento de una vía propia y nacional.30 Desconocemos cuánta ayuda directa recibió el MIR como miembro del Frente de Liberación Nacional-Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FLN-FALN),31 lo que sí es cierto es que recibió tanto soporte logístico como entrenamiento y financiación, por parte no solo de Cuba sino también de otros partidos de izquierda y de la URSS. La lógica lleva a pensar que recibieron menos que el PCV, pero no se puede negar que ayuda recibieron. También hubo diferencias con algunos movimientos como los “disidentes” yugoslavos, con quienes hubo un enfrentamiento dialéctico ligado a la Conferencia Tricontinental. Conferencia en la que el MIR tuvo su dosis de protagonismo a través de Pérez Marcano (Luis León, 2020, pp. 211-215).

Con respecto a las cuestiones asiáticas, Vietnam siempre fue visto como un referente antiimperialista y China planteó serias dudas. Por un lado, el FLN-FALN (del cual el MIR formaba parte) reconoció en febrero de 1966 la necesidad de desarrollar un modelo de lucha más parecido al que se había desarrollado allí.32 Por otra, el MIR siempre fue un activo seguidor de la política castrista que en la división sino-soviética tomó partido por los últimos.

Pero si un actor internacional recibirá la ira del MIR esos serán los Estados Unidos, que serán acusados e insultados continuamente. Desde su escaño, Rangel ya había clamado contra la posición norteamericana y la vinculación betancurista con ella (Sáez Mérida, 2004). Acusación que se repetiría años más tarde cuando Moleiro (1977, p. 131) definiera Venezuela “como una sociedad feudal intervenida por el imperialismo”. La situación llegó incluso a sobrepasar los meros insultos y consignas, llegando a las amenazas por la ayuda en la lucha antiguerrillera,33 y a los actos subversivos contra objetivos económicos, personales y simbólicos estadounidenses en Venezuela,34 principalmente durante la crisis de los misiles.35

Relaciones con el PCV

“No somos comunistas, somos la izquierda revolucionaria”, así se autodefinían en la obra El MIR de Venezuela. Y en realidad eran diferentes, más de manera interna que ideológica, pero al fin y al cabo diferentes.

Esto no quiere decir que no existiera acercamiento, incluso similitudes. La primera, el marxismo-leninismo de base, pero el MIR privilegiaba aun más la vía nacional que el PCV. Tenía una visión más caribeña, más influida directamente por Cuba. Además de ello, participaron conjuntamente en gran parte de los episodios que buscaban acabar con la democracia recientemente implantada. Esa “fraternal alianza”, como ellos mismos la denominaron,36 tuvo varias etapas. Primero, la lucha activa en las calles (heredera de la lucha contra el perezjimenismo), más tarde la participación en los golpes de Estado y, por último, la construcción junto a otros sectores del país de la estructura del FLN-FALN.

“Que no habiendo sido nunca un comunista ortodoxo, uno no, no atendía a otras ideas de desarrollo posible, sino lucha armada como en Cuba ¡y a la larga, ganamos!”.37 Esta frase sobre la estrategia guerrillera muestra muy bien algunas similitudes mencionadas y a su vez la relaciona con otra: la vinculación con la experiencia cubana y con la izquierda revolucionaria mundial. Aunque es de recibo mencionar que el PCV tenía un vínculo internacional más denso y estable que el MIR.

Ese vínculo más profundo estaba basado no solo en la ortodoxia sino en una mayor tradición. Si el MIR nace en 1960, el PCV lo había hecho en los años 30.38 Eso y la marca (cuestión que le generaba críticas de falta de autonomía por parte del MIR), le otorgaban mayor profundidad en las redes construidas. Otro aspecto diferenciador era la fisonomía del partido, mucho más multigeneracional en el caso del PCV con militantes y dirigentes de diferentes edades (Gustavo Machado tenía más de 60 años). Esto no quiere decir que no existiera una presión determinante de los grupos juveniles del PCV a la hora de tomar la salida guerrillera (Luis León, 2024, pp. 119-123). Con respecto a esta lucha guerrillera, también se produjo una considerable diferencia, ya que mientras la salida del PCV se produjo en bloque (con la excepción del grupo liderado por Douglas Bravo), la del MIR fue un desgranamiento progresivo.

Si se realiza una comparativa entre ambos grupos, el MIR tuvo un momento clave a principios del decenio, pero luego quedó relegado debido a su menor institucionalización. El MIR tuvo menor peso en el mundo sindical (no así en el estudiantil). El PCV tuvo más importancia tras la etapa guerrillera, ya que regresaron al legislativo antes como Unión Para Avanzar (1968), en los 70-80 tuvo más representación política en dos de las tres elecciones, y sobrevive hasta hoy, cosa que el MIR no. Solamente en el lapso que va a desde la escisión hasta la ilegalización el MIR fue preponderante, ya que sus 17 diputados superaban los 7 del PCV.

Este menor peso también se observó en la guerrilla. A las críticas de que los grupos externos tenían predilección por el PCV se suman las estimaciones de miembros. Según el Departamento de Estado, “el PCV generalmente dominaba los asuntos de las FALN”,39 y ya para mediados de 1967 consideraba que quedaban unos 100 hombres del MIR en lucha, mientras que los pertenecientes a la escisión “douglista” quedaban entre 200 y 250.40

En definitiva, y a pesar de la mayor importancia aparente del PCV, una de las cuestiones más interesantes es que siempre mantuvieron sus estructuras separadas. Aunque hubo constantes rumores de unificación, esta nunca se produjo y ambos partidos mantuvieron su estructura y sus siglas.

El MIR como elemento subversivo

El MIR nació para llevar a cabo una revolución en Venezuela. Con esa finalidad se separaron de AD y con ese objetivo se conformaron como partido. Ese objetivo, influido por el ejemplo cubano y el furor juvenil, los llevó a la lucha callejera, al golpe militar y definitivamente a la guerrilla. En este punto no se va a presentar un desarrollo explícito y amplio de la etapa guerrillera, puesto que requiere el espacio de un artículo en sí, pero sí resulta necesario un esbozo ya que este es el punto de inflexión.

La vía violenta para tomar el poder siempre estuvo en el horizonte. Es cierto que durante los primeros meses de existencia se promovieron huelgas y presión popular, pero nunca estuvo fuera del tapete la posibilidad del derrocamiento. En ese punto, el trabajo institucional que hacía el partido dentro del legislativo era una pata más para conseguir el objetivo, pero no el único. Siguiendo los planteamientos de Linz (2021, pp. 100-111), el MIR se comportó como oposición desleal. Tanto en el corto período que va desde la escisión hasta la ilegalización del partido, como en los primeros años que suceden al período de la lucha armada. El propio Moleiro seguía defendiendo un planteamiento rupturista a mediados de 1973.41 Esta posición fue lenta y progresivamente tendiendo hacia posiciones de semilealtad (Linz, 2021, pp. 111-120).

Resulta curioso porque las rupturas del MIR y del Grupo ARS produjeron una sangría parlamentaria en AD que, unido al abandono temprano del pacto por parte de la URD, habrían dejado al gobierno en minoría legislativa. El hecho de tomar las armas y la posterior ilegalización ligada a este hecho impidieron la construcción de un bloque fuerte de oposición.

Pero en el MIR estaban convencidos de que la victoria armada era inminente. De que el ejemplo castrista se podía emular y que solo era cuestión de tiempo que el gobierno cayera y se implantara un nuevo régimen. La realidad fue otra. La guerrilla, dividida en varios frentes y con desarrollo desigual (Mondolfi Gudat, 2018), apenas puso en tela de juicio la supervivencia del sistema republicano. Ello no quiere decir que no le asestara golpes contundentes y dolorosos, o que no tuviera un predicamento importante en sectores del estudiantado, pero nunca estuvo en disposición de llegar al poder.

En cambio, los miembros de la guerrilla experimentaron los males de la lucha. El primero y más evidente fue la muerte.42 Pero los problemas fueron más allá. Muchos miristas fueron encarcelados, algunos incluso sufrieron la represión ejercida por unos cuerpos policiales que en algunos casos se excedieron. Pero es que la propia estancia en las montañas ya resultaba un desafío para estos jóvenes optimistas procedentes de la ciudad.

A pesar de ello, en sus documentos y proclamas apelaban constantemente a la inminente victoria. Se produjo una miopía que obviaba la situación real. En una entrevista posterior (Peña, 1978, pp. 82-83), Martín afirmó que “cuando la realidad negaba la teoría, era la realidad la equivocada. Este era el mecanismo de reflexión del liderazgo guerrillero. Las luchas de esa época adquirieron, por estas razones, un carácter casi religioso. Se hablaba de revisionistas como en la época de la inquisición se hablaba de heréticos”.

La situación se tornó insostenible con el tiempo. En 1964, el Departamento de Estado calculaba que había entre 300 y 400 miembros del PCV y el MIR encarcelados.43 Todo ello sin contar el coste en vidas. Por ello se tornó habitual en las proclamas la reclamación de una amnistía.44

A mediados de la década era evidente que la estrategia armada había fracasado y solo quedaba un retorno honroso a la vida política. Un retorno que fue propiciado tanto por el gobierno de Leoni como por el de Caldera. A diferencia del PCV, la salida de los miristas de la guerrilla fue más diseminada. La temprana petición de un cambio por parte de Rangel,45 quien había entendido rápidamente que la estrategia estaba destinada al fracaso, inició una corriente. Quizás el punto final del MIR en la lucha armada se puso entre 1968 y 1969, cuando no solo las siglas, sino hombres clave como Américo Martín abandonaron la lucha, poniendo el cierre a una experiencia intensa y traumática.

A pesar del posicionamiento de algunos miembros del partido en que solo fue un cambio de estrategia y del empecinamiento del sector más radical en seguir con la lucha, algunos de los nombres clave como Rangel46 o Martín (1977, p. 264) afirmaron que esta había sido una grave derrota política. No hacía falta demasiada perspectiva para observarlo, era evidente que aquel momentum optimista de 1962 se había desvanecido. El abandono de la lucha fue un cambio, pero la situación política posterior no fue mucho mejor.

Epílogo y decadencia

La experiencia armada marcó la vida del MIR. Sin duda, fue el fenómeno más importante de su existencia y determinó no solo los años de sangre y plomo, sino también los posteriores. El MIR regresó a la dinámica democrática y a las instituciones una legislatura después del PCV y lo hizo en unas condiciones de fragilidad notables. Su representación no volvió a ser relevante hasta la unificación con el MAS.

Esta debilidad electoral estuvo motivada por varias causas. La primera y más importante es el crecimiento de la oferta a la izquierda de AD. Si en 1958 solo estaba el PCV, en 1978 había más de cinco partidos compitiendo por ese nicho de voto. Además, la sombra del MIR había quedado asociada a la etapa revolucionaria. El crecimiento de sus líderes y su aval principal estaba más vinculado a la lucha armada que a la electoral. Por último, el MIR retornó a la vida democrática totalmente desunido.

Además de los grupos que no se pacificaron y se mantuvieron en la lucha armada y que luego conformaron Bandera Roja y Organización de Revolucionarios (Cortina Orero, 2010, pp. 1584-1589), los que retornaron a la vida pública lo hicieron igualmente divididos. Al retorno, Martín fundó Nueva Alternativa y, aunque a las elecciones fueron en conjunto, la división entre los partidarios de Martín y los de Moleiro (más un tercer grupo llamado los “Ni-Ni”), debilitaba la competitividad electoral.

En esos 70 y principios de los 80 de atomización izquierdista, y de fallidos intentos de unificación (Hidalgo, 1994, pp. 252-255) con quien mejor relación tuvo el MIR fue con el MAS. Un MAS del que afirmaron que más que un partido era una emoción.47 A pesar de ello, apoyaron a su candidato en las elecciones de 1973 (José Vicente Rangel) y en las de 1983 (Teodoro Petkoff) y pusieron el punto de partida para una unificación que cristalizaría en los 80.

Curiosamente, fue a finales de los 70 y en solitario cuando mejores resultados cosecharon. A los 4 diputados de los comicios de 1978 se le debe unir el 3,3% en las municipales de 1979 (Ellner, 1988, p. 122), quedando como quinta fuerza y segunda a la izquierda de AD.

Una vez inserto (y disuelto) en el MAS, del MIR quedó poco más que el recuerdo de los años revolucionarios. En el seno del MAS experimentaron sus mismas vicisitudes, entre ellas la sacudida que supuso la llegada del chavismo. Algunos de los cuadros importantes del chavismo salieron de la “academia” que fue el MIR. Por mencionar algunos, Gilberto Rodríguez Ochoa militó en el MIR y fue ministro de Salud durante el primer gobierno de Chávez,48 o Fernando Soto Rojas, hombre clave en su momento y actual diputado chavista. Otros nombres importantes son los de Nora Uribe, quien fue ministra con Chávez49 o Nora Castañeda, que ostentó el cargo de presidenta del Banco de Desarrollo de la Mujer (Angeleri, 2022).

Conclusiones

Llegados a este punto y tras un desarrollo de las principales vicisitudes del partido, más allá de un análisis de los matices (discursivos o formales) del MIR, lo más importante es hacer las preguntas adecuadas. Y las dos preguntas principales que hay que hacer son qué fue el MIR y, sobre todo, cuál fue su lugar en la historia de Venezuela.

Lo que fue el MIR se ha desgranado en el desarrollo del artículo. El MIR fue una escisión izquierdista y revolucionaria marcada profundamente por la ebullición propiciada por la Revolución cubana y por el contexto de cambio en Venezuela. Fue un proyecto joven y dinámico en su primera etapa, pero fueron precisamente esas características las que lo llevaron a tomar la vía de las armas y a que su proceso de consolidación orgánica e institucional no se produjera. El MIR fue una apuesta por una revolución venezolana y al mismo tiempo un fenómeno profundamente fascinado por Cuba. Era profundo en sus deseos y poco concreto en sus objetivos. Muy definido en sus enemigos y muy poco en sus liderazgos. En definitiva, fue un partido fruto de su contexto y de su propia conformación.

En cuanto al papel que jugó en la historia de Venezuela es el de dejar ligado su nombre a la pulsión revolucionaria de los 60. A la vía de la guerrilla y la violencia. Una violencia menos encarnizada que en otros países de la región, pero que en efecto existió. Una violencia que compartieron con el PCV, pero que estos, por su desarrollo previo y posterior, han trascendido. En resumen, si una imagen queda del MIR es la de los jóvenes manifestándose en las calles contra el gobierno de Betancourt o con el fusil en la mano insertos en las montañas del interior del país. En ese sentido, el MIR tiene una mayor importancia cualitativa que cuantitativa. Su apoyo nunca fue mayoritario ni masivo, y solo en el entorno caraqueño recibieron un respaldo colectivo sustancial. Dicho lo cual, su carácter revolucionario, efervescente y de avanzadilla castrista en América le sitúan en un lugar pionero en la historia continental.

En definitiva, el MIR fue un fenómeno propio de los 60. Dejó como legado liderazgos posteriores de diferente valía intelectual o política y tuvo un lento fenecer en las décadas posteriores. Su realidad, su importancia, su trascendencia histórica es la propia de un partido de los años 60 que surge al calor del fulgor revolucionario y que es la propia decadencia del mismo (nacional e internacional), junto con la imposibilidad de la victoria, la que les hace pasar un plano lejano y menor.

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1. La realidad es que se carece de estudios sobre el MIR en concreto, el único destacable es nuestra obra publicada en Izquierdas (Luis León, 2021), en la que se establece la tesis de que el partido surge de manera imitativa del fenómeno cubano. Este trabajo se tomará en ocasiones como punto de partida. Dicho lo cual, existe bibliografía que aborda al partido tangencialmente como Alexander (1971), Ellner (1988), Tarver (2001) o también nuestro trabajo (Luis León, 2024).

2. Recomendable la obra coordinada por Spenser (2004) en el que los capítulos más reseñables sobre la reinterpretación del papel de los actores del sur y latinoamericanos en el marco de Guerra Fría quizás sean los de los autores mencionados.

3. El decenio 1948-1958 está marcado por el autoritarismo. Tras el golpe de Estado que termina con el Trienio adeco, una Junta militar toma el poder. Esta junta estaba gobernada por un trío fuerte compuesto por Pérez Jiménez, Luis Llovera Páez y Carlos Delgado Chalbaud, quien asume la presidencia. Delgado Chalbaud es asesinado en 1950 y para dar una pátina de institucionalidad fue designado presidente un civil, Germán Suárez Flamerich, el cual fue sustituido a los dos años por Pérez Jiménez, designado por una Asamblea Nacional Constituyente elegida tras un fraude. La dictadura personal de Pérez Jiménez supuso la etapa más larga del período autoritario (1952-1958).

4. Datos del Consejo Nacional Electoral (CNE).

5. Entrevista a Moisés Moleiro, miembro del Comando de Campaña del MIR, 7 de agosto de 1973, en el programa “Buenos días” (Radio Caracas Televisión), Archivo Digital Sofía Ímber y Carlos Rangel (ADSICR).

6. Acción Democrática. Acuerdos de expulsión de dirigentes juveniles por el Tribunal Disciplinario Nacional, 12 de abril de 1960. Centro de Documentación de los Movimientos Armados (Cedema), Venezuela.

7. Foreign and Domestic Influences on the Venezuelan Communist Party, 1958-1965, 6 de diciembre de 1965, CIA Archives.

8. La abstención en la década de los 60 tuvo un promedio del 5,5%, lo que unido al 6,5% del voto nulo siguen hablando de un apoyo al sistema cercano al 90%. Dicho lo cual, hay que entender que la Constitución de 1961 estableció el voto obligatorio (art. 110), deber que se extendió hasta los años 90.

9. Datos del CNE. Los datos mejoraron ligeramente en los comicios posteriores ya que en 1978 se presentaron en solitario rondando el 1% del voto y en 1983 obtuvieron un 0,61%.

10. En las elecciones de 1973, al MIR, el PCV y la URD se le sumaron la escisión adeca que acabaría conformando el Movimiento Electoral del Pueblo y la escisión comunista que acabaría conformando el MAS (Movimiento Al Socialismo). A su vez aparecieron varias opciones personalistas como la de Burelli Rivas.

11. National Intelligence Estimate (Prospects for Political Stability in Venezuela), US Department of State (USDS), Washington, 19 de febrero de 1964, NIE 89-64.

12. Telegram From the President’s Special Assistant (Rostow) to President Johnson in Texas, USDS, Washington, 24 de junio de 1967, 1939Z.

13. Aunque la CUTV surgió en 1961, con ocasión del IV Congreso de la CTV, no se legalizó hasta 1963 (Urquijo, 2004, p. 183).

14. “Carlos” [miembro del MIR]. Carta de “Carlos” a “Gregorio” sobre la línea del MIR en la URD, octubre de 1963, Cedema, Venezuela.

15. Entrevista de Américo Martín, en el programa “Lo de hoy” (Radio Caracas Televisión, Canal 2) , 8 de abril de 1975, ADSICR.

16. MIR, Carta Política nº 5: análisis de la situación política nacional, Cedema, 1961-1962.

17. El gobierno de Amplia Base (o Ancha Base) surge de un pacto que dio soporte al gobierno de Leoni. Estaba formado por AD, la URD y el partido que daba soporte a la candidatura de Uslar Pietri (FND). COPEI quedó en la oposición.

18. Comisión Política Nacional del MIR, Información nº 19. El partido, el Frente Nacional de Oposición y el Frente de Liberación Nacional, Caracas, 7 de julio de 1964, Cedema.

19. Ibidem.

20. Comando Nacional del MIR, Sobre la situación actual del país y sus perspectivas inmediatas, octubre de 1963, Cedema (s.l.).

21. “Carlos” [miembro del MIR]. Carta de “Carlos” a “Gregorio”, 2 de octubre de 1963, Cedema.

22. Decreto nº 752, 9 de mayo de 1962, Cedema.

23. El Pacto de Puntofijo fue un acuerdo preelectoral firmado en 1958 por AD, COPEI y la URD para formar un gobierno de relativo consenso más allá del resultado de las elecciones. Dicha fórmula funcionó, no sin tiranteces, durante los primeros años de gobierno de Betancourt, ya que la URD lo abandonó relativamente pronto. Uno de los aspectos clave de ese acuerdo es que estaban excluidos los comunistas, aspecto que no gustó a las juventudes de AD que luego conformarían el MIR.

24. Comando Nacional del MIR, Sobre la situación…, op. cit., Cedema.

25. Comisión Política Nacional del MIR, Información nº 19, op. cit., Cedema.

26. Juventud del MIR, Una crisis de poder, 1962, Cedema.

27. Carúpano y Puerto Cabello fueron las dos principales intentonas golpistas de los inicios de la democracia venezolana. En estas intentonas, sectores progresistas y nacionalistas del ejército se levantaron contra el gobierno en colaboración con elementos del PCV y del MIR. Ambos fueron sofocados y Puerto Cabello supuso un verdadero baño de sangre. Los sectores reaccionarios del ejército también protagonizaron intentonas durante los años posteriores a la caída de Pérez Jiménez, pero estas fueron sofocadas (Mondolfi Gudat, 2015).

28. “Carlos” [miembro del MIR]. “A los miembros de la II”, ¿1965?, Cedema.

29. Entrevista a Moisés Moleiro, op. cit., 7 de agosto de 1973, ADSICR.

30. “Fabián” [miembro del MIR]. Documento interno, ¿1965?, Cedema.

31. El FLN-FALN fue un intento de agrupar y coordinar las acciones de los diferentes grupos que pertenecían al entorno revolucionario. En el mismo coexistían miembros del PCV y del MIR, pero también algunos procedentes de la URD o elementos independientes. Sus miembros no solo se dividían en agrupaciones de origen sino también en ámbitos de acción (urbanos o diferentes focos rurales), lo que generó serias dificultades de coordinación y de construcción de un grupo cohesionado más allá de los deseos de algunos líderes y del soporte cubano.

32. FLN, El paso de la guerra corta a la guerra larga, febrero de 1966, Cedema.

33. FALN (Comando guerrillero), “Carta al embajador de los Estados Unidos”, 16 de enero de 1963, Cedema.

34. Puede verse The New York Times, 11 de octubre de 1964, p. 24; The New York Times, 5 de noviembre de 1964, p. 3; The New York Times, 29 de octubre de 1964, p. 29; o Mondolfi Gudat, 2019, pp. 180-201.

35. Circular airgram CA-10071 to Moscow, 18 de marzo de 1963, Caracas, USDS.

36. Comisión Política Nacional del MIR, Información nº 19, op. cit., Cedema.

37. Entrevista a Moisés Moleiro en el documental Vénézuela: guérilleros au pouvoir, 1997, https://www.youtube.com/watch?v=neea4pVIF3M.

38. Según Alexander (1971, p. 27) el PCV se funda en 1931, aunque Jeifets y Jeifets (2023) toman como referencia una investigación generada desde el propio partido y hablan de 1937.

39. National Intelligence Estimate, Washington, 19 de febrero de 1964, USDS, NIE 89-64.

40. Telegram From the President’s…, op. cit., USDS.

41. Entrevista a Moisés Moleiro, op. cit, 7 de agosto de 1973, ADSICR.

42. The New York Times, 18 de octubre de 1964, p. 14.

43. National Intelligence… op. cit., USDS.

44. Comisión Política Nacional del MIR, Información nº 19, op. cit., Cedema.

45. Antes de la estrategia guerrillera se habían producido salidas notables, como la de Gumersindo Rodríguez.

46. Entrevista a Domingo Alberto Rangel en el programa “Buenos Días” (Venezolana de Televisión), 20 de mayo de 1970, ADSICR.

47. Entrevista a German Lairet, dirigente del MAS, en el programa “Buenos Días” (Venevisión), 2 de junio de 1977, ADSICR.

48. Aló Presidente nº 36, Todochavezenlaweb, Valencia (Carabobo), 2 de abril del 2000.

49. Juramentación de la Ministra de Comunicación e Información Lic. Nora Margarita Uribe T. Ofensiva comunicacional del Gobierno Nacional, Todochavezenlaweb, Caracas, 21 de agosto de 2002.