Historia e historiografía del Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile (1965-1973)
Universidad de Santiago de Chile
Santiago, Chile
ORCID: 0000-0002-4269-4384.
ploveraparmo@gmail.com
Título: History and Historiography of the Movimiento de Izquierda Revolucionaria of Chile (1965-1973)
Resumen: El presente artículo busca explorar algunos de los principales hitos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), con especial énfasis en el período de fundación y construcción partidaria (1965-1969). Se revisarán los contextos tanto nacionales como internacionales, algunas trayectorias orgánicas y personales que explican el nacimiento y primer desarrollo del MIR, las influencias ideológicas, así como también los cambios organizacionales y generacionales dentro del partido. El objetivo es también presentar las renovaciones historiográficas que han explicado el MIR como un punto de llegada, más que como un punto de partida de la “nueva izquierda” chilena. Finalmente, se presentarán algunos trabajos que han renovado su historia, particularmente dentro del contexto de la Unidad Popular (UP).
Palabras claves: MIR – Historiografía – Constituyente revolucionaria – Nueva izquierda
Abstract: This article seeks to explore some of the main milestones of the Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), with special emphasis on the period of its founding and party construction (1965-1969). It will review both national and international contexts, some organizational and personal trajectories that explain the birth and early development of the MIR, the ideological influences, as well as the organizational and generational changes within the party. The objective is also to present the historiographical reforms that have explained the MIR as a point of arrival, rather than a point of departure, of the Chilean “new left”. Finally, some works that have renewed its history will be presented, particularly within the context of the Unidad Popular (UP).
Keywords: MIR – Historiography – Revolutionary Constituent – New Left
Recepción: 24 de julio de 2025. Aceptación: 12 de octubre de 2025.
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Entre los días 14 y 15 de agosto de 1965, en la sede de la Federación del Cuero y el Calzado de Santiago se desarrolló la llamada “constituyente revolucionaria” que dio vida al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).1 La cita contó con la participación de “93 delegados que vinieron de diversas regiones del país”.2 En dicho congreso se reunieron distintas generaciones de militantes políticos de las izquierdas que iban desde disidentes comunistas y socialistas, pasando por militantes trotskistas hasta sindicalistas. De esta forma el MIR, más que ser un punto de partida de la historia de la izquierda rupturista en Chile, era más bien un punto de llegada de una “larga ruta rebelde” (Álvarez, 2014) que se desarrolló durante el transcurso del corto siglo XX. Es decir, la génesis de esta organización de “tres letras” es producto de un acumulado militante que se desarrolló con anterioridad al inicio de los años 60, y que cristalizó a mediados de esta década en su formación orgánica. Mas el MIR no es, por cierto, únicamente producto de este “acumulado histórico militante”, sino que también respondió a un momento específico de la historia chilena que se inserta en el proceso de radicalización política de los largos años 60 (Thielemann, 2018), así como también a un momento específico de la historia del capitalismo y los movimientos revolucionarios a nivel mundial.
El surgimiento del MIR se explica por el contexto de profunda radicalización de la década del 60 en Chile (Salazar y Pinto, 2002; Goicovic, 2014; Correa, 2011; Moulian, 2020). A pesar de las tesis que buscaban resaltar la supuesta estabilidad de este período, los trabajos de la Nueva Historia Social relativizaron esta imagen (Salazar y Pinto, 2002; Gómez, 2004; Valdivia, 2017; Valdivia, 2021). Este ciclo de agitación política fue impulsado por la irrupción de los jóvenes, el fin de la estructura latifundista con las leyes de Reforma Agraria, y la radicalización del Partido Socialista (PS) en sus congresos de Linares (1965) y Chillán (1967) (Correa, 2011; Moulian, 2020; Palieraki, 2008).
La crisis de la izquierda tradicional fue un factor determinante. Tras la derrota del Frente de Acción Popular (FRAP) en las elecciones de 1964, se agudizaron los debates entre el Partido Comunista y el Partido Socialista sobre la vía electoral y la revolución. Estas tensiones se circunscribieron a las distintas lealtades internacionales y a la caracterización de la revolución (Casals, 2010; Casals, 2014). Además, las nuevas generaciones criticaron el carácter “reformista” de estos partidos y su falta de práctica revolucionaria (Garcés, 2004; Pinto, 2005).
El fracaso de la vía electoral se hizo evidente en la campaña presidencial de 1964. En esta, la intervención de Estados Unidos, a través de la CIA, financió al candidato demócrata-cristiano Eduardo Frei Montalva y desplegó una campaña anticomunista de terror para impedir el triunfo de Salvador Allende (Corvalán, 2012). Esta derrota, interpretada por los fundadores del MIR como el fracaso definitivo de la vía pacífica, confirmó la necesidad de la lucha armada (Corvalán, 2012).3
A nivel estructural, el agotamiento del modelo de sustitución de importaciones y la acelerada migración campo-ciudad desde los años 40 dieron lugar a un nuevo sector social de pobladores, en el que la acción mirista tendría un amplio impacto (Garcés, 2004; Pinto, 2005).
Además, la represión del Estado a los movimientos sociales, como la violenta toma de la Universidad de Concepción en 1968, marcó un punto de inflexión. El gobierno de Frei Montalva demostró la naturaleza del Estado en el sistema capitalista y confirmó para estos jóvenes la inviabilidad de la vía pacífica al socialismo. Estos elementos, combinados con la intensa agitación social y política, consolidaron la idea de que la lucha armada era el único camino para derrocar al régimen (Garcés, 2004).
Sin embargo, los elementos que contextualizan el surgimiento del MIR no solo son de orden nacional. Dentro de los factores internacionales que explican la emergencia del MIR se encuentra la radicalización impulsada por procesos como la descolonización de África y Asia (Goicovic, 2014) y, de manera crucial, por la Revolución Cubana. Este hito no solo influyó en la concepción del partido, sino que también revitalizó el marxismo latinoamericano, promoviendo la lucha armada como método para alcanzar el poder y criticando a las burguesías locales y el imperialismo estadounidense estableciendo como una posibilidad factible la realización de una revolución inminentemente socialista, sin tener que transitar por una revolución por etapas (Guevara, 1977; Löwy, 2015).
Sin embargo, los movimientos revolucionarios de la llamada “nueva izquierda”, influenciados por los “barbudos de la Sierra Maestra”, no fueron meras copias de la experiencia cubana, sino que resignificaron estas influencias en el contexto nacional (Marchesi, 2019). Así, el MIR incorporó estos debates internacionales, combinándolos con las particularidades chilenas, como las discusiones sobre la vía armada frente a la vía electoral y la situación del campesinado (Garcés, 2004; Pinto, 2005).
El presente artículo explora los principales hitos en la historia del MIR, prestando especial atención a sus primeros años (1965-1973). Para ello, adoptamos la periodización propuesta por Mario Garcés, que divide la trayectoria del partido en tres etapas: el MIR fundacional (1965-1969), el MIR bajo la Unidad Popular (1970-1973) y el MIR en dictadura (1973-1984). Esta división temporal es crucial, ya que el desarrollo de la organización estuvo estrechamente condicionado por los distintos períodos históricos en los que se desenvolvió. Aunque seguimos esta periodización, el análisis no excluye la posibilidad de identificar subetapas dentro de los cortes temporales de Garcés, especialmente en el período 1965-1970, relacionadas con los cambios orgánicos experimentados por el MIR. Por ejemplo, nosotros distinguimos dentro del MIR fundacional entre un período de génesis, en donde hay una clara hegemonía de la “vieja generación”, y otro, en donde la conducción estará en manos de la “joven generación”.
Para desarrollar esta tarea nos remitiremos principalmente a la historiografía sobre el MIR, materia que no ha dejado de ampliarse durante la última década. Dado que los trabajos historiográficos han establecido los principales hitos a través de la documentación del partido, es que solo haremos referencia a algunas fuentes primarias, sin profundizar mayormente en ellas.4 En ese sentido este es un trabajo que dialoga más con los trabajos históricos sobre el MIR, buscando establecer un balance preliminar sobre estos.
Génesis del MIR, 1965-1967
Han existido distintos énfasis para explicar su surgimiento. La primigenia historiografía sobre el partido tuvo una clara tendencia “mirista”, que se comenzó a elaborar al final de la dictadura civil-militar y tuvo como objetivo revertir la imagen construida por los intelectuales orgánicos de esta, los cuales la sindicaban como una organización, en el mejor de los casos, guerrillera, y en el peor de ellos, terrorista. Uno de estos intelectuales, encargado de la realización de manuales de historia para el uso escolar, indicaba que el MIR venía “asaltando bancos y cometiendo toda clase de desmanes” y que en pocos años sus filas se habían engrosado y sus militantes recorrían “calles y plazas, armados de laques, palos, cadenas, linchacos y cuchillos, atemorizando impunemente a la población” (Frías, 1992, p. 447).
Ese tipo de relatos, sumados a los cientos de artículos periodísticos, reportajes televisivos y anuncios radiales lanzados sin oposición ni contraste durante los diecisiete años del régimen pinochetista, habían transformado al partido de la bandera rojinegra en una organización terrorista. De allí que los primeros trabajos sobre el MIR tuvieron un claro sello “mirista”, y se expresaron en relatos autobiográficos de militantes que buscaron revertir dicha narrativa, centrándose en algunos elementos contextuales y/o personales que explicaron su militancia dentro del partido, aportando un conocimiento más profundo ya no solo de los motivos y circunstancias estructurales y contextuales, sino también de las razones personales y vivenciales que llevaron a una generación, sobre todo de jóvenes, a ingresar a un partido que, a lo menos discursivamente, se planteaba la opción de desarrollar la lucha armada en Chile (Castillo, 1999; Pascal, 2000; Rodríguez, 2017; Saavedra, 2010; García, 2010; Cabieses, 2015; Ferrada; 2019; Bastías, 2022).
A estos relatos autobiográficos hay que agregar los primeros trabajos de corte historiográfico del MIR, producidos por antiguos militantes. Entre estos destaca el temprano trabajo del historiador Carlos Sandoval Ambiado, en el cual exploró tanto los orígenes de las organizaciones e individualidades que le dieron nacimiento al MIR, así como sus primeros cinco años de desarrollo. Con respecto al cúmulo de organizaciones que dieron origen al MIR, Sandoval señala la preponderancia del “trotskismo chileno”, cuya crítica sería fundamental en el nacimiento de la izquierda revolucionaria. Y es que tanto en el Partido Socialista Popular (PSP) como en la Vanguardia Revolucionaria Marxista-Rebelde (VRM-R) se encontraban militantes provenientes de la tradición trotskista.5
El PSP, constituido en 1963, era un partido compuesto fundamentalmente de antiguos militantes del Partido Socialista de tendencia trotskista, los cuales fueron expulsados sucesivamente desde 1961, como Óscar Waiss. Algunos de ellos se habían agrupado en la Oposición Socialista de Izquierda. Sin embargo, a él también se unieron militantes trotskistas que provenían del Partido Obrero Revolucionario (POR), como el caso de Luis Vitale y Humberto Valenzuela. De esta forma era un partido que se nutrió fundamentalmente de militantes trotskistas.
Mientras tanto, la Vanguardia Revolucionaria Marxista-Rebelde surgió de distintas tradiciones y culturas políticas que se rastrean desde el Partido Revolucionario Trotskista (PRT), el cual se unió a la Vanguardia Nacional Marxista (VNM) para dar vida a la Vanguardia Revolucionaria Marxista, desde donde nacerá la VRM-R. El PRT venía de un POR distinto al de Vitale y Valenzuela, y tenía entre sus militantes a Jorge Cereceda, posterior militante mirista, mientras que en la VNM se hallaban tanto militantes trotskistas como el doctor Enrique Sepúlveda, quien ocuparía el primer cargo de Secretario General en el naciente MIR, además de antiguos militantes del Movimiento de Resistencia Antiimperialista, algunos de los cuales venían desde el PC, como el caso de Luis Reinoso.
Esta evidente influencia trotskista en las dos principales organizaciones que se dieron cita para la conformación del MIR se dejó sentir de manera patente en la declaración de principios del mirismo –redactada por Luis Vitale–, como bien se grafica en su punto VI, en donde señalan que Chile era un país “semicolonial, de desarrollo capitalista atrasado, desigual y combinado”.6 Es interesante notar que incluso la expulsión de sectores identificados como trotskistas dentro del MIR en 1969 no eliminó dicha herencia política dentro de la organización, como se puede evidenciar a propósito de la mantención de aquellos ejes estratégicos definidos por los sectores trotskistas o nomenclaturas como las de desarrollo desigual y combinado.
Asimismo, Sandoval destacaba la presencia de otros militantes de corte no marxista, como la del sindicalista y fundador de la Central Única de Trabajadores (CUT) –principal confederación obrera del país para la época– Clotario Blest.
A estas importantes figuras de la “vieja generación” dentro del MIR se les sumaba una “joven generación” de militantes provenientes de distintos partidos tradicionales de izquierda, como el PS y el PC, entre los que destacaban los hermanos Miguel y Edgardo Enríquez, Bautista van Schouwen, Andrés Pascal Allende por el PS y Luciano Cruz y Sergio Zorrilla por el PC. Algunos de ellos, como el caso de los hermanos Enríquez, van Schouwen o Luciano Cruz ingresaron de forma estridente a las filas de la VRM-R.7 Esta joven generación no tuvo un papel nominal, sino que varios de ellos integraron el primer Comité Central e incluso elaboraron importantes documentos para el Congreso Constituyente, como fue el caso de Miguel Enríquez, quien presentó la “Tesis político-militar: La conquista del poder por la vía insurreccional”,8 la cual fue aprobada por unanimidad, pero que igualmente dejó entrever algunas divergencias entre ciertos sectores trotskistas que se inclinaban por la caracterización de Chile como un país netamente urbano, y ciertos sectores, entre los que estaban jóvenes como Enríquez, que argumentaban la persistencia del país como rural. Esta divergencia, que no fue impedimento para la aprobación de la tesis, no era de forma, puesto que mientras los primeros buscaban justificar una estrategia insurreccional clásica de los movimientos trotskistas, los segundos argumentaban el predominio rural con el fin de justificar una estrategia guerrillera cercana a la experiencia cubana, razón por la cual dicho sector ha tomado la etiqueta de castro-guevarista (Moulian, 2009).9
Álvarez señala que “a pesar de que entre el PSP y la VRM coparon la primera dirección mirista –incluyendo a Clotario Blest–, no debe olvidarse que persistía la diversidad política en su composición” (Álvarez, 2015, p. 62), lo que da cuenta de la hegemonía de sectores identificados como la “vieja generación”. Pese a esta heterogeneidad de la conformación del MIR, los elementos marxistas e incluso leninistas eran preponderantes, tal como lo refleja su declaración de principios, en donde se señalaba que el partido era una organización marxista-leninista, regida por los principios del centralismo democrático. Si bien, con los años, los sectores denominados como castristas tomaron el control, esto no implicó un abandono del esquema marxista-leninista, tal como lo demuestra su forma organizativa a través de una Comisión Política como máxima estructura de dirección, seguida por el Comité Central, Comités Regionales, y los Grupos Político Militares como las células del partido. Tanto la composición de la vieja y la nueva generación, provenientes de la diáspora de las izquierdas tradicionales –descontentos por su praxis reformista e institucional–, como la definición programática rupturista del MIR, que rechazaba la revolución por etapas y la alianza con las supuestas burguesías progresistas, declarando el inminente carácter socialista de la revolución, ubicó a este partido a la izquierda de los hegemónicos PC y PS.
Pese a la evidente preponderancia de la “vieja generación”, esto desató una de las primeras polémicas de la historiografía en torno al MIR, cuando Luis Vitale acusó a Sandoval de despreciar el peso de este sector en el proceso de unificación con el fin de justificar el mito de que el partido había sido “fundado por un grupo de estudiantes de Concepción” (Vitale, 1999, p. 8).10
Es más, para el autor de la Interpretación marxista de la historia de Chile, el trabajo de Sandoval no solo buscaba justificar aquella visión mistificadora del grupo de Concepción –de donde provenían algunos de los militantes más reconocidos del mirismo, como la tríada compuesta por Luciano Cruz, Bautista van Schouwen y Miguel Enríquez–, sino que además era peyorativo con el acumulado histórico que antecedió al Congreso Constituyente de 1965, al calificar dichas experiencias como “la prehistoria del Movimiento de Izquierda Revolucionaria” (Sandoval, 1990). Para Vitale el prefijo de “pre” era peyorativo y se utilizaba para despreciar la historia anteriormente existente. No correspondía la utilización de la categoría de prehistoria para caracterizar el proceso anterior a 1965 dado que los fundadores del MIR fueron “los mismos que lideraron las diversas organizaciones” que dieron nacimiento a este; porque además el carácter socialista de la revolución, la necesidad de la lucha armada, así como otros elementos se derivaban de programas anteriores de otros partidos como la VRM y el PSP y porque incluso el mismo periódico oficial del MIR, El Rebelde, antecedía a la propia organización al ser el órgano de la VRM.11
Pese a esta primaria polémica historiográfica, una gran cantidad de trabajos posteriores se enfocó en los elementos ideológicos, estratégicos y político culturales (Navarrete, 2023, p. 48), en donde los factores nacionales se combinaron con los internacionales, dando así un marco histórico que pudiese explicar el telón de fondo detrás del surgimiento del MIR (Pascal, 2000; Naranjo, Ahumada, Garcés y Pinto, 2004; Valdés, 2006; Goicovic, 2012; Salinas, 2013; Ortiz, 2014). La proliferación de trabajos en torno al MIR tuvo un crecimiento exponencial, y al decir de Julio Pinto “paradójicamente, considerando su tamaño más bien pequeño y su trayectoria acotada en el tiempo, este partido ha concitado una atención historiográfica muy superior a las organizaciones mucho más masivas y longevas”, lo que “no vale solamente para la izquierda, sino para el espectro político en general” (Pinto, 2023, p. 13). Sin embargo, el torrentoso caudal de trabajos sobre la organización no siempre se ha derivado en un entendimiento más complejo sobre el partido de la bandera rojinegra, puesto que, tal como se ha destacado, se ha llevado a “saturar esta temática como campo de investigación” (Álvarez, 2020, p. 16) en una literatura que se ha destacado más por su frondosidad que por su profundidad.
No obstante, y volviendo a la polémica anterior sobre los orígenes del MIR, existen dos investigadores dedicados a explorar la génesis tanto de las organizaciones que lo precedieron, como de las trayectorias de los militantes que las compusieron. Como señala Palieraki, “la fundación del MIR no fue una representación necesaria de los movimientos populares abandonados por los demás partidos de izquierda”, sino que fue “más bien el proyecto político de un grupo de dirigentes –la mayoría de ellos activos desde la década del 20 y 30– entre los cuales se encontraban trotskistas, disidentes comunistas y el presidente de la CUT”, y sus “trayectorias revelan importantes continuidades entre la joven generación y sus predecesores” (Palieraki, 2014, p. 80). Este trabajo, como otros (Lovera, 2014), tienden a relativizar la categoría de “nueva izquierda” –sin desecharla– dado que no solo ve las rupturas en la emergencia de la izquierda revolucionaria sesentera, sino también las continuidades que esta tiene en relación con sus progenitores de décadas anteriores, entregándole un peso fundamental, por ejemplo, a las tradiciones cristianas y anarquistas.
Los trabajos de Álvarez (2014 y 2015) se sitúan en esta misma senda, que rastrea la larga “ruta rebelde” que llevó a la constitución del MIR, poniendo atención tanto en las trayectorias militantes como en los referentes orgánicos existentes desde los años 30 hasta 1965, aunque relativiza el peso supuestamente preponderante de los elementos anarquistas y cristianos. Ambas investigaciones son las más documentadas a la hora de explorar ya no solo los elementos contextuales, siempre necesarios de develar, sino las trayectorias a través de la metodología de la historia social y oral, y que fue más allá de las declaraciones oficiales del propio partido y de algunas investigaciones posteriores.
Del MIR originario al MIR de la joven generación, 1967-1969
Quizás una de las etapas más soslayadas en la historia del MIR desde 1965 hasta 1973 es la que corresponde al período 1965-1967. Una de las explicaciones sobre lo anterior deriva de la tendencia a considerar acríticamente la documentación mirista, sobre todo la producida desde 1969 en adelante, como un hecho de realidad y no como la disputa de un relato político.12 Y es que, como veremos más adelante, con el golpe de timón que significó el ascenso de la joven generación, y la posterior expulsión del sector trotskista en 1969, se hizo un balance crítico del período 1965-1967, lo que se expresó sobre todo en dos documentos: “Sin lastres avanzamos más rápido” –el cual justificó la expulsión del sector trotskista– y “Sólo una revolución entre nosotros puede llevarnos a una revolución en Chile”. Por el contrario, los trabajos que más pormenorizadamente han abordado el período de 1965-1967 concluyen en que este fue fundamental, sobre todo en lo referido a la construcción orgánica. Un protagonista de estos años como Vitale señala, a contrapelo de la documentación mirista, que “desde 1965 hasta 1967, el MIR atravesó por un período de estructuración orgánica por la base, de homogeneización política y de crecimiento en sectores populares” (1999, p. 12). Coincidente con esta apreciación, Palieraki ha argumentado que entre 1965 y 1967 “los miembros fundadores del MIR se concentraron principalmente en estructurar el movimiento y en reclutar nuevos militantes” (Palieraki, 2014, p. 131). Para agosto de 1966 se llevó a cabo el segundo congreso del MIR, durante el cual no se produjeron grandes resoluciones, sino que correspondió más bien a que la “cultura política hegemónica al interior de la organización era trotskista” y en la mirada de estos los congresos eran fundamentales como “instancias de garantes de la democracia interna frente a la burocratización” (Álvarez, 2015, p. 75).
Pero no solo se avanzó en la construcción orgánica, junto con ello se alentó un importante trabajo intelectual en la revista Estrategia, en la cual se hacían balances del gobierno de la DC, se hacían análisis de los movimientos revolucionarios internacionales13 y de la acción del imperialismo, se afinaban las concepciones teóricas de la izquierda rupturista y se informaba de las resoluciones partidarias. Junto con ello, también se desplegó un trabajo de inserción política en los distintos frentes sociales con resultados disímiles, destacando entre otros el frente estudiantil universitario, fundamentalmente en la Universidad de Concepción, de la mano de quien despuntaba como líder estudiantil –y luego de masas– del MIR, Luciano Cruz (Lovera, 2020).14 También se desarrollaban penetraciones en los ámbitos obreros –en el plano sindical–, pobladores –donde ocuparon un lugar fundamental Víctor Toro y Herminia Concha– y campesinos, siendo el primero de estos fundamental para el sector trotskista. El MIR era un fiero opositor a la política demócrata cristiana en el gobierno y denunciaba su cooptación por la Alianza para el Progreso, llegando a realizar un masivo acto de protesta ante la visita de Robert Kennedy a Concepción, la cual fue liderada por los estudiantes miristas.
Junto a este trabajo “abierto”, también se desarrollaron ciertas tareas cerradas, aunque de manera muy tímida, como fue la “la primera expropiación de armas en una armería santiaguina” (Vitale, 1999, p. 16) llevada adelante por un antiguo núcleo de militantes trotskistas. Este era el desarrollo del partido cuando a finales de 1967 se debía producir el III Congreso, que llevaría a Miguel Enríquez a ocupar el cargo de secretario general con tan solo 23 años. La tendencia liderada por Enríquez, Cruz y Van Schouwen no tomó el partido de forma espontánea, sino que fue producto de un meticuloso trabajo de convencer, sobre todo a militantes jóvenes, de que la línea representada por ellos, es decir, insurrecta (Álvarez, 2015, p. 92) era la que debía tomar las riendas. Este cambio de timón ha sido analizado como un recambio generacional de la “vieja generación” por la “nueva”, en donde esta última se habría destacado por una “voluntad de hacer”, es decir, volver carne todo aquel despliegue teórico e ideológico definido durante los primeros dos años de existencia (Ortiz, 2013, p. 95), lo que se materializó con la elaboración de una nueva tesis político militar presentada por el sector de Enríquez (Álvarez y Navarrete, 2019). Mientras hubo un sector de la “vieja generación” que abandonó el MIR, como el caso de Enrique Sepúlveda y Óscar Waiss, otro sector trotskista decidió permanecer en él.
Una vez concluido este III Congreso se sumaron a comienzos de 1968 nuevas organizaciones al MIR, como fue el caso del Grupo de Avance Marxista (GRAMA)15 y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), las primeras radicadas en Concepción y las segundas en la capital. La nueva generación que se hacía cargo del partido tuvo rápida notoriedad nacional puesto que una de sus figuras más importantes, Luciano Cruz, llegaba a la presidencia de la Federación de Estudiantes de Concepción –primera federación universitaria que era dirigida por el MIR–, liderando así el proceso de Reforma Universitaria de la casa de estudios de dicha ciudad, sin por ello perder los aires combativos. Esto en medio de un gobierno que si bien había aprobado importantes medidas para el campo popular (chilenización del cobre, ley de Reforma Agraria y sindicalización campesina), no rehuyó de aplicar la represión, como fue el caso de los obreros de El Salvador en 1966, la aplicación de la Ley de Seguridad Interior del Estado –por ejemplo a la revista vinculada al MIR como era Punto Final– o la conocida Masacre de Pampa Irigoin en Puerto Montt, la cual dejó un saldo de más de diez personas –incluido un infante de tres meses– asesinadas por la policía. Esto se producía en medio de una marcada crisis económica (Rebolledo, 2005).
Este aumento en el clima represivo, así como la disposición de la “joven generación” a hacer la revolución y emprender la lucha armada, se tomó el clima partidario para el año 1969. Como rezaba el documento de 1968 “Estrategia insurreccional”: “Las clases opresoras, magníficamente resguardadas por sus organismos opresivos, no nos imponen la violencia como una de las salidas entre varias, sino como la única posible”, lo demás “sería engañarnos a nosotros y engañar al proletariado, haciéndole esperar una posibilidad que nunca ha existido, ni existirá”.16
Este documento de análisis fue posteriormente complementado por otro titulado “¡No a las elecciones! Único camino: lucha armada”, en donde se afirmaba que desde 1968 se asistía a un alza y radicalización del movimiento de masas, que colocaban al movimiento popular al borde de la ruptura con la legalidad. En ese contexto proponían el desarrollo de la lucha armada como un método contradictorio con las elecciones, las cuales eran sindicadas como un analgésico a las opciones más rupturistas y como un campo para el desarrollo de políticas oportunistas que no colocaban a la orden del día la revolución, puesto que alentaban a la colaboración de clases.
Señalado lo anterior, la historiografía en torno al MIR ha visto como un hecho lógico que durante 1969 se pasara a realizar una política abiertamente rupturista y que apuntaba hacia la lucha armada. No obstante, no fue el impulso por emprender la lucha armada lo que llevó al mirismo a las sombras de su primera clandestinidad, sino una acción puntual.
Como se ha descrito en la biografía realizada sobre el dirigente mirista, Luciano Cruz (Lovera, 2020), fue el secuestro del periodista Hernán Osses Santa María en la ciudad de Concepción lo que desató la represión masiva del gobierno demócrata cristiano contra el MIR y sus dirigentes –perseguidos por la Ley de Seguridad Interior del Estado–, lo que derivó en allanamientos masivos, particularmente en la Universidad de Concepción y su federación de estudiantes, que por entonces era encabezada por el mirista Nelson Gutiérrez. Este hecho, protagonizado por Cruz en particular, y por el regional Concepción en general,17 lesionó el trabajo político desarrollado por el partido. Al decir de Vitale, “lamentablemente, la orientación de trabajo preferente en los sectores populares se vio afectado por la llamada «Operación Osses»” (Vitale, 1999, p. 24). Sin embargo, fue esto lo que permitió a la “joven generación” acelerar el tranco de sus planes para preparar las condiciones para la lucha armada, lo que se comenzó a perfilar a través de las llamadas expropiaciones bancarias. En un ánimo guevarista, Enríquez definió que los asaltos bancarios debían ser realizados por los cuadros de dirección y sin provocar bajas, toda vez que de conocerse estos, granjearan la simpatía de la población (Marambio, 2007).18
Las tensiones crecían al interior del MIR, y los últimos sucesos no contribuyeron a disiparlas. Vitale, protagonista de los hechos, decía varias décadas después que el partido se convirtió en una “secta conspirativa que en un acto desesperado puede abrir un foco guerrillero desligado de los explotados” (1999, p. 24). Por su parte, el grupo dirigido por Enríquez veía en el sector trotskista un freno a sus planes de llevar a emprender la lucha armada. Esto se resolvió en vísperas del irrealizado IV congreso, cuando en una reunión del Comité Central del 27 de julio de 1969, una mayoría de nueve miembros –encabezados por Enríquez, Cruz y van Schouwen– decidió expulsar a los restantes seis –Luis Vitale, Patricio Figueroa, Norman Gambia, Wilson Alarcón, René Parra y Washington Figueroa–.19 La justificación posterior, como señalamos más arriba, hizo que el período de la historia mirista de 1965-1967 e incluso 1965-1969 fuese poco abordado por los primeros trabajos historiográficos del MIR, en donde se le dedicaba poco espacio o simplemente se reproducían los prejuicios esgrimidos en los documentos que se produjeron con el fin de justificar esta expulsión, como “Carta de expulsión” del día 3 de agosto, “Sin lastre avanzamos más rápido”, o el ya citado “Sólo una revolución entre nosotros…”, en los cuales se designaba al partido como “una bolsa de gatos, de grupos, fracciones, sin niveles orgánicos mínimos carente de estrategia y táctica y aislado de las masas” (Vitale, 1999, p. 18). También había salido recientemente del partido un grupo que luego se nombró Movimiento Revolucionario Manuel Rodríguez (MR2), del cual parte importante retornará a las filas miristas en tiempos de la UP.
Pese a que el partido no era fidedignamente descrito por los documentos recién referenciados, estos no se alejaban totalmente de la realidad. Fue a partir de la reestructuración orgánica luego de los quiebres que se comenzó a avanzar en un proceso de homogeneización, en donde los cuadros de la “joven generación” de la ciudad de Concepción tuvieron un papel protagónico. Fue así como se crearon los Grupos Políticos-Militares (GPM) que, en palabras del miembro de la dirección Andrés Pascal Allende,20 se construyeron en todos los regionales: “estructuras orgánicas asentadas en un espacio territorial con niveles de bases políticas, operativas, técnicas y de infraestructura compartimentadas, dirigidas por una jefatura común”, lo que expresaba la idea de crear un cuadro político de carácter integral (político-militar) (Pascal, 2000, p. 9). De esta forma el nuevo diseño orgánico se realizaba de manera paralela y coherente con los planes de acelerar la implementación de la lucha armada en Chile, lo cual además se expresó en las expropiaciones bancarias que se realizaron en el transcurso de aproximadamente un año (Lovera, 2020).
En dicho contexto la cuarta candidatura presidencial de Salvador Allende comenzó a tomar cada vez más fuerza, lo que en un comienzo no alteró los planes del MIR. Ya en 1969 la dirección había elaborado un documento cuyo título expresaba claramente la posición del partido: “Posición del MIR: elecciones, no; lucha armada único camino”.21 Este fue ratificado en sus lineamientos generales cuando en mayo de 1970 la dirección22 publicó, nuevamente en Punto Final, el documento “El MIR y las elecciones presidenciales”. En este documento (1970, p. 5), si bien señalaban que la fórmula de la UP no era enemiga de los intereses populares, sostenían que las izquierdas allí agrupadas “están buscando el poder por la vía electoral”, lo cual para el MIR era “un camino equivocado”, dado que “las elecciones no son un camino para la conquista del poder”. Es más, de alcanzarse un triunfo popular por la vía electoral, “las clases dominantes no vacilarán en dar un golpe militar”.
A pesar del pesimismo imperante,23 no carente de cierta razón histórica (Pinto, 2008), la campaña de Allende tomaba cada vez mayor potencia y el candidato de la UP debía hacer lo posible por frenar las acciones armadas de los miristas, puesto que estas podían ser contraproducentes a los fines electorales de la izquierda institucional. Esta situación se resolvió por iniciativa de las partes a través de la organización de una reunión entre el candidato Salvador Allende y la cúpula mirista. Esta no era una situación fácil para el presidenciable, puesto que se reunía de manera clandestina con los hombres más buscados de Chile en aquel momento, lo cual podría haber afectado mediáticamente su campaña, mas la seguridad en torno a la reunión evitó que ella trascendiera hacia los medios de comunicación.
Dicha reunión marcó un punto de inflexión, dado que Allende le solicitó al MIR detener las expropiaciones bancarias para que estas no perjudicaran su candidatura, lo que fue aceptado por el Secretariado Nacional, “pero acto seguido se le comentó que existía una preocupación sobre la situación de seguridad suya” (Lovera, 2020, p. 242), ya que el aparato de inteligencia del MIR tenía informaciones de que desde la derecha se preparaban acciones en su contra. La respuesta de Allende, con evidente tacto político, fue la de sugerirle al MIR que ellos se hicieran cargo de su seguridad, dando así nacimiento al Grupo de Amigos Personales (GAP), organización que no solo se encargó de la seguridad del futuro presidente, sino también de denunciar y desactivar los complots de la derecha en su contra.24 Resuelto esto, Allende obtuvo el triunfo en las elecciones de septiembre de 1970 y en octubre era ratificado como presidente de la nación, lo que abrió una nueva etapa en el desarrollo del MIR.
El MIR durante la Unidad Popular:
la renovación de la historia social, 1970-1973
El triunfo electoral de la Unidad Popular (UP) en 1970 significó no solo un fortalecimiento de la izquierda institucional, sino también de sectores como el MIR, que defendían una ruptura con la “legalidad burguesa”. Aunque el MIR no hizo campaña por Allende, muchos de sus militantes participaron en tareas de seguridad e inteligencia, y tras la elección recibieron indultos presidenciales, lo que provocó polémica en la prensa de derecha. Sin embargo, el MIR no se subordinó a la UP, insistiendo en que la revolución debía realizarse destruyendo el Estado burgués y construyendo un Estado socialista.25
La estrategia del MIR contrastaba con la del Partido Comunista (PC), que concebía la revolución en etapas. Mientras el PC planteaba la necesidad de completar una revolución democrático-burguesa en alianza con sectores burgueses no monopólicos (Álvarez, 2011, p. 8), el MIR consideraba que la revolución debía ser socialista y protagonizada por los pobres del campo y la ciudad.26 Este debate, interpretado como reforma versus revolución, ha sido descrito como la disputa entre gradualistas y rupturistas (Pinto, 2005).27
Aunque mantuvo sus diferencias con la UP, el triunfo de Allende permitió al MIR desarrollar una política de masas, desplazando en parte la prioridad de los planes militares.28 Según su propio balance, este trabajo era “el contacto más directo con el pueblo”, con el doble objetivo de explicar el socialismo en zonas con apoyo a la UP y preparar la lucha en aquellas con mayor claridad ideológica.29
La historiografía reciente ha destacado que el atributo central del MIR estuvo en su inserción popular más que en la lucha armada. Los estudios de Pascal (2000 y 2003) y las biografías de García (2010), Saavedra (2010), Castillo (1999), Álvarez (2014), Amorós (2014) y Lovera (2020) son claves para entender la política mirista en el período de la UP, especialmente su propuesta de “poder popular”, orientada a crear un poder autónomo frente al Estado, lo que generó tensiones con la izquierda gubernamental e incluso fue interpretado como un factor de desestabilización (Hernández, 2012).
Más recientemente, la investigación ha pasado de un enfoque político a uno social. Marian Schlotterbeck desmitificó la idea del MIR como una elite, mostrando su fuerte arraigo en el movimiento popular y su impulso de una “revolución desde abajo” (Winn, 2013). Otros estudios, como el de Navarrete (2023), han historizado la inserción del MIR en frentes intermedios de masas –campesinos, obreros, estudiantes, pobladores, mujeres y militares–, beneficiados por la apertura democrática de la UP. Estos trabajos han permitido superar una visión centrada solo en la documentación partidaria, accediendo a la experiencia militante y ofreciendo una comprensión más profunda de la organización.
Conclusiones
En este artículo se examinan algunos de los principales hitos en la historia del MIR, con especial atención al período previo a la Unidad Popular, habitualmente relegado en la historiografía. Se consideran los factores nacionales, internacionales y de trayectoria que explican su surgimiento como resultado de una larga “ruta rebelde” de la izquierda durante las primeras décadas del siglo XX. Asimismo, se revisan los debates historiográficos en torno a su génesis, con el objetivo de abordar las distintas interpretaciones políticas y disciplinares que se han entrecruzado en su estudio. Finalmente, se destacan investigaciones recientes que, a nuestro juicio, han renovado los estudios sobre el MIR en un escenario marcado por la abundancia de tesis, libros y artículos, lo que ha convertido a esta organización, pese a su breve existencia, en uno de los partidos de izquierda más investigados.
Estos trabajos renovadores, desde la perspectiva de una historia social del MIR, han buscado explicar, más allá de las definiciones ideológicas y orgánicas, el desarrollo, crecimiento e inserción social y popular a través de su política de masas, lo que explica la centralidad del partido dentro de la UP. Si bien es cierto que el MIR logró realizar una acción militar (Valenzuela, 2018), los últimos trabajos han preferido centrar su mirada en la construcción de una política “desde abajo” más que en la de una línea militar.
Estos últimos trabajos demuestran que, pese a la frondosidad de estudios en torno al partido de la bandera rojinegra, una renovación de las investigaciones puede derivar tanto de un cambio en el objeto de estudio (desde la línea política e ideológica, al estudio de las experiencias de poder popular) como en la utilización de otras metodologías (como las de la historia social “desde abajo”). No han faltado las investigaciones que desde una perspectiva comparada o transnacional (Sandoval, 2016; Marchesi, 2019) han también logrado dar un nuevo impulso a los estudios de la nueva izquierda a nivel continental, pero se han abocado más bien a períodos posteriores a los aquí analizados.
El MIR, como expresión más nítida de la nueva izquierda latinoamericana, muestra que esta categoría es útil para articular un caso local con una experiencia regional, siempre que se use de manera crítica.30 La “nueva izquierda” chilena, encarnada en el MIR, no fue solo ruptura y novedad, sino también resultado de un proceso histórico en el que confluyeron trayectorias individuales y colectivas hacia mediados de los 60. Aunque Palieraki destaca la influencia cristiana y anarquista, y Álvarez enfatiza su gestación en el seno de las izquierdas, ambos coinciden en que el concepto de “nueva izquierda” debe relativizarse a partir de la experiencia concreta de Chile. Esta mirada, que matiza la novedad y reconoce continuidades como la influencia del trotskismo, permite emplear la categoría de forma dialéctica, resaltando las particularidades nacionales sin perder de vista las dinámicas regionales.
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1. Este congreso constituyente fue convocado por la Vanguardia Revolucionaria Marxista-Rebelde (VRM-R) y el Partido Socialista Popular (PSP).
2. “Chile en el camino de la revolución socialista”, El Rebelde, Santiago, año III, n° 32, septiembre de 1965.
3. Véase la “Declaración de principios” de 1965, en Agacino et al. (2016).
4. Hay varios trabajos que se han consagrado a rescatar la documentación del MIR para el período que abordamos en el presente trabajo. Destacan entre ellos los libros Miguel Enríquez y el proyecto revolucionario en Chile. Discursos y documentos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR y Táctica y acción política. Documentos del MIR, 1965-1974.
5. Como señala Álvarez, tanto el PSP como la VRM-R venían de procesos de fusión con otras organizaciones y personalidades del mundo de la izquierda anticapitalista (Álvarez, 2015, p. 58).
6. Véase la “Declaración de principios” de 1965, en Agacino et al., 2016.
7. Esta generación de jóvenes militantes socialistas suscribió en 1964 un documento titulado “¡Insurrección Socialista!”, donde hacían pública su salida del PS y llamaban a los revolucionarios dentro y fuera del PS a unirse a la VRM, partido que los cobijó hasta su confluencia en el MIR. La VRM no tardaría en fracturarse en un sector proclive a las tesis maoístas y otro sector más heterogéneo de militantes de disidentes socialistas, comunistas y militantes trotskistas –todos quienes veían con buenos ojos el proceso revolucionario cubano– que asumió el nombre de Vanguardia Revolucionaria Marxista-Rebelde (VRM-R), tomando el apellido “Rebelde” del órgano oficial de la VRM, El Rebelde, el cual luego tomará el propio MIR como para designar a su periódico oficial. Es más, dentro de la edición de julio de 1965, El Rebelde de la VRM-R convocó al congreso constituyente de agosto de 1965.
8. Esta, luego de pasar tiempo perdida, se encuentra reproducida en los anexos de la investigación de Marco Álvarez.
9. Si bien dicho sector de la joven generación se identificó más que ningún otro con el proceso cubano, esto no significó una copia de dicha experiencia. Si en un primer momento se quiso impulsar algo similar a la estrategia de un foco guerrillero de carácter rural, este método fue rápidamente sustituido por el de una Guerra Popular Prolongada, para luego derivar, durante la UP, en una mixtura entre la creación de una fuerza militar propia con un trabajo dirigido hacia las fuerzas armadas. Asimismo, la adscripción a La Habana no derivó en una subordinación del MIR, como se puede apreciar ante la postura divergente que se tuvo a propósito de la invasión de la Unión Soviética a Checoslovaquia en 1968, plasmada en el documento “El MIR y los sucesos de Checoslovaquia”. Por otra parte, si bien la dirigencia cubana colaboró con el MIR en cuestiones referentes a formación política y militar, el principal aliado de Fidel Castro en Chile no era el MIR, sino la Unidad Popular, y en particular el propio presidente Allende (Harmer, 2013).
10. No obstante ser uno de los trabajos fundacionales de la historiografía mirista, este texto debe ser matizado, no solo por ser escrito por uno de sus protagonistas, sino por ser elaborado casi tres décadas después de la fundación del MIR. Este texto es fundamental contrastarlo con el resto de la bibliografía como con los propios documentos de la organización.
11. Cabe destacar que, en trabajos posteriores, Sandoval asumió la crítica de Vitale, eliminando el concepto de prehistoria para caracterizar el proceso anterior a 1965 (Sandoval, 2014).
12. Vitale critica a Sandoval de haber acusado que para 1967 el MIR no pasaba de ser un grupo de propaganda, algo que el primero cuestiona a través de un detallado análisis de los trabajos realizados entre 1965 y 1967.
13. Gran debate causó dentro del MIR la posición cubana o el desarrollo de la Organización Latinoamericana de Solidaridad en La Habana, de la cual el MIR fue excluido, pero a la cual adherían en principios.
14. Para esto el MIR contaba con el Movimiento Universitario de Izquierda (MUI), organización de la Universidad de Concepción que había nacido previo a la fundación del MIR, pero que luego se transformó en su brazo estudiantil.
15. En muchos trabajos se nombra a GRAMA como GRANMA, el buque en que llegó Fidel a Cuba desde México y que también es el diario oficial del Partido Comunista Cubano, queriendo ver en esto una adscripción de este grupo del que provenían importantes militantes como Arturo Vilavella Araujo, José Bordás Paz y Ricardo Frodden Amstrong. Es más, este grupo había publicado en la revista Punto Final, en su número 17, un documento titulado “Busquemos un camino”, donde criticaban la adopción acrítica de líneas internacionales de otros países de izquierda.
16. Este documento hablaba de la necesidad de pensar en una guerra popular y prolongada y desechaba las tesis del supuesto excepcionalismo chileno. Incluido en Agacino et al., 2016.
17. Que era dirigido por otra de las figuras claves de la joven generación, van Schouwen.
18. De hecho, una vez se dio a conocer que eran los miristas quienes realizaban estos espectaculares asaltos, el MIR transformó estas acciones que tenían por objetivo generar recursos para pertrechos en acciones de propaganda armada, causando amplia simpatía en un sector de la población, no solo por no herir a personas, sino también por repartir los recursos en las poblaciones más pobres del país.
19. Varios de ellos formaron un MIR denominado Fuerza Revolucionaria (FR). El parecido de los procesos de la expulsión del sector de Vitale (claramente trotskista) del MIR, con el de Nahuel Moreno, también en contexto del IV Congreso del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) argentino, es increíblemente similar. Moreno lideró una facción que se autodenominó PRT-La Verdad, mientras el sector de Mario Roberto Santucho fue el PRT-El Combatiente (Mangiantini y Díaz, 2023, p. 43).
20. Asumirá la secretaría general del partido luego del asesinato de Miguel Enríquez en 1974.
21. Este documento fue publicado como suplemento en el número 74 de la revista Punto Final, en febrero de 1969.
22. En ese entonces denominada como Secretariado Nacional, la cual daría luego paso a la Comisión Política.
23. Esta era la premisa de la izquierda revolucionaria en el continente, y era que las clases dominantes no accederían a perder su poder por los métodos de la legalidad burguesa sin recurrir a las armas como último bastión para defender sus intereses de clase.
24. Lo que se demostró con la denuncia por parte del MIR del involucramiento de la derecha y del gobierno de los Estados Unidos en el asesinato del comandante en jefe del Ejército, René Schneider. “El MIR denuncia a los verdaderos asesinos del General Schneider”, Punto Final, nº 117.
25. Ver “Balance del triunfo de la Unidad Popular” (1970), en Agacino et al., 2016.
26. Pese a esta apertura en el sujeto social, el MIR no renegó de la centralidad de la clase obrera.
27. Esta nomenclatura busca ser más analítica y descriptiva que otras de carácter valorativo como de revolucionarios, reformistas o ultraizquierdistas.
28. La política militar no se dejó de lado, ni orgánicamente ni mucho menos discursivamente. El MIR combinó una política de creación de fuerza militar propia (Fuerza Central) con un trabajo político dirigido a cooptar y neutralizar a las Fuerzas Armadas.
29. “Balance del triunfo de la Unidad Popular” (1970), en Agacino et al., 2016.
30. El debate sobre la “nueva izquierda” en Argentina es digno de consideración. Al respecto Mangiantini (2021) ha resaltado que, si bien esta categoría es útil para estudiar experiencias históricamente ignoradas, su elasticidad también plantea serias limitaciones. Su amplitud a menudo diluye su significado y nos obliga a cuestionar qué encaja o no bajo esta etiqueta, ya que agrupa realidades muy diferentes.