Mario Barbosa Cruz y Miguel Ángel Gorostieta (eds.), Historias del trabajo y sus trabajadoras (es). Nuevos derroteros desde la historia social, Ciudad de México, CEMOS - CONAHCYT, 2024, 270 pgs.
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Historias del trabajo y sus trabajadoras (es). Nuevos derroteros desde la historia social, refrenda la vitalidad de la historia social y la vigencia de su interés no solo para el mundo académico, sino para los protagonistas de los actuales mundos del trabajo. Así, en términos de contribución historiográfica, esta publicación colectiva sintetiza las preocupaciones y problemas de la historia social, experiencias situadas en el espacio mexicano pero cuyos diálogos con la agenda latinoamericana son sustantivos. Inscrita en un amplio marco temporal, que recorre el largo siglo XX hasta principios del XXI, los siete capítulos que conforman la obra avanzan en la comprensión de la experiencia de la clase trabajadora, historizan sus intereses y demandas, reponen sus formas de resistencia y protesta, recuperan sus sentidos de lo justo y de la justicia, así como los múltiples espacios en los que los hombres y las mujeres fraguaron su acción, definieron su experiencia y forjaron su identidad de clase.
El libro es el resultado del seminario “Historia del trabajo y sus trabajadoras(es)”, organizado por el Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista (CEMOS) y la Universidad Autónoma Metropolitana - Unidad Cuajimalpa. El seminario fue el ámbito de encuentro y reflexión de estudiantes y académicos, el que los convocó a discutir sus preguntas y avances de investigación, pero también se nutrió de la demanda de los/as trabajadores/as por su propia historia, de su necesidad de volver sobre sus experiencias, recuperar sus intereses y desandar sus reivindicaciones. Sin duda, esta sinergia contribuyó a fortalecer vínculos, sostener diálogos, crear redes y metodologías colaborativas, las que se sostienen en la tradición del CEMOS y su preocupación por organizar e impulsar encuentros sobre el movimiento obrero y la historia del trabajo.
Frente a la tantas veces enunciada y anunciada muerte de la historia social, esta publicación nos devuelve su vigencia y la necesidad de su incómoda voz en el tiempo presente. El rostro humano, colectivo y político de la historia social imprime su vitalidad en el campo historiográfico e impone su capacidad para historizar la forma en que los/as trabajadores/as definen sus intereses, viven sus relaciones de producción, resisten, demandan por derechos y forjan sentidos de dignidad. Esa capacidad de la historia social para explicar no solo el pasado, sino el presente es la que incomoda a algunos, pero en ella también reside su potencia y su testaruda vigencia.
La compilación abre con un texto de corte historiográfico, autoría de Mario Barbosa Cruz (“El mundo del trabajo. Perspectivas, posibilidades de análisis histórico y diálogos interdisciplinarios”), que analiza las perspectivas vinculadas a la historia del trabajo y los/as trabajadores/as y las posibilidades que se abren para este campo de estudios cuando se promueve la intersección entre clase, género, etnia y generación. El énfasis en los actores, la configuración de los espacios de producción y reproducción y la construcción de derechos no solo habilita la reflexión y alienta el desarrollo de líneas de investigación, sino que –con una mirada amplia que interconecta agendas historiográficas– oficia de apertura para las discusiones y aportes que se desarrollan a lo largo del libro. A continuación, se despliegan seis capítulos que transitan dimensiones centrales de la historia social: destaco dos que considero sustantivas pero los/as lectores/as descubrirán, seguramente, muchas otras.
La primera dimensión es la vinculada a la conflictividad y las demandas por derechos. En tal sentido, la huelga ferrocarrilera de 1927 se convierte en un disparador para reponer el problema de la institucionalización del conflicto y la actuación de la justica laboral a través del accionar de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, formada por el gobierno al calor de la medida de fuerza para incidir en su resolución, como lo demuestra Miguel Ángel Gorostieta (“A fuego y Constitución. El primer caso de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje”). Su texto dialoga con las experiencias que implicaron la judicialización del conflicto laboral, un potente campo en expansión en el ámbito latinoamericano. En esta línea de preocupaciones, también se inscribe el capítulo de Liliana Tapia Ramírez (“Los ferrocarrileros huelguistas de 1958 y 1959: patriotismos en disputa”), el que analiza los sentidos de lo justo, los repertorios de confrontación y las formas de organización articuladas por los trabajadores del riel para defender sus demandas y dar vida a una de las insubordinaciones más relevantes de la segunda mitad del siglo XX mexicano, la que puso en disputa nociones de patriotismo que alimentaron disímiles proyectos políticos.
Asimismo, la huelga de los trabajadores de Refrescos Pascual entre 1982 y 1985 –analizada por Diego Bautista Páez (“La victoria de los trabajadores de Pascual y el ocaso de la Insurgencia Sindical”)– tiende un puente para desandar una larga medida de fuerza (de más de mil días) que culminó con la creación de la Sociedad Cooperativa de Trabajadores de Pascual. La extensión de la huelga, los vínculos entre los huelguistas y la Insurgencia Sindical y la solidaridad intergremial tejen el entramado que le permite explicar un episodio clave de la movilización laboral mexicana. Por su parte, Cynthia P. Orozco Flamand (“Cambios en las condiciones sociolaborales de los llanteros de Tornel frente a la reestructuración productiva, 1989-2017”) estudia el papel desempeñado por el sindicato frente a la reestructuración productiva y las innovaciones tecnológicas en la producción de neumáticos, cruce de dimensiones que alientan la comprensión de las experiencias de los trabajadores de Tornel. Su propuesta permite desandar la conflictividad llantera frente al avance de la flexibilización laboral, las demandas de productividad de la empresa y las tensiones entre las bases y la dirigencia sindical, las que promovieron alternativas para impulsar un sindicalismo democrático.
La segunda dimensión que destaco refiere a la centralidad del espacio en la historia social. Así, las calles, plazas y parques constituyen una dimensión central para explicar la cultura de la movilización de la clase obrera de la ciudad de México durante las conmemoraciones del 1º de mayo a lo largo del siglo XX, como lo analiza Ulises Ortega Aguilar (“¿Una ciudad que no fue? Manifestaciones, consagraciones y negaciones de la cultura obrera en la ciudad de México”), quien explora las implicancias y transformaciones de esta celebración desde los tiempos del internacionalismo hasta llegar a su apropiación estatal. Al unísono, desandar la historicidad de ciertos rumbos y circuitos del centro histórico se convierten en un puente para complejizar la mirada sobre el abigarrado mundo laboral vinculado al comercio, en particular el forjado con la instalación de las tiendas departamentales en la Ciudad de México a inicios del siglo XX, dimensión que nos devuelve Cristina Sánchez en su capítulo (“Entender el mundo del trabajo de las tiendas departamentales en clave de clase y género, la ciudad de México a inicios del siglo XX”). El lugar como condición y posibilidad de la experiencia de clase, el espacio social como una posibilidad para repensar las relaciones de producción y de reproducción, para desandar la forma en que se construyen, experimentan y perciben los espacios en donde se vive y trabaja. Allí donde también se expresan las jerarquías, la segregación y las desigualdades en las relaciones laborales, como señala Mario Barbosa en su capítulo.
En síntesis, la publicación reúne un conjunto de textos que sintetizan los actuales problemas y posibilidades teórico-metodológicas de la historia social del trabajo y los/as trabajadores/as, aportes que tienden puentes para dialogar y enriquecer la agenda historiográfica latinoamericana. Sin duda, el esfuerzo colectivo nos devuelve dimensiones estelares de ese proceso histórico, real y empírico en que la clase se hace a sí misma, bajo condiciones que le vienen dadas, parafraseando a Edward P. Thompson.