Valerio Evangelisti, One Big Union. Un gran sindicato, Xixón, Hoja de Lata, 2024, 442 pgs.
* * *
La solapa de esta edición presenta a Valerio Evangelisti como un novelista, ensayista e historietista italiano que fue parte de la Nueva Épica Italiana y lo distingue como una de las grandes voces del género fantástico. Sin embargo, nos encontramos con una obra donde la ficción aparece como un recurso para narrar la historia de la guerra de clases en territorio norteamericano, dentro de un período que se extiende entre 1877 y 1919. Los recursos literarios que se despliegan en este libro, en el marco de un ejercicio orientado a la recuperación de la historia del movimiento obrero, forman parte de una trilogía sobre la historia de Estados Unidos que se completa con Antracita (2023) y Todo han de ser (2025).
La trinchera de la lucha de clases en la cual el autor sitúa al protagonista de la novela se convierte en el vehículo que permite recorrer la trama de la reacción capitalista frente el crecimiento de una resistencia y organización obrera que se extendía por el territorio norteamericano durante ese período. Robert Coates es un detective que trabaja para agencias reconocidas como el antecedente inmediato a la creación de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) a través de la cual se institucionalizó en el Estado la tarea de infiltrar agentes en las organizaciones obreras y sus partidos como parte de las acciones necesarias para desplegar la represión.
Los acontecimientos de la lucha de clases que Evangelisti ubica en los extremos de este período histórico son ilustrativos de un movimiento obrero que construía organizaciones propias para enfrentar las brutales condiciones de vida que experimentaba. El punto de partida del recorte, ubicado en el año 1877, permite identificar a los Knights of Labor (K of L) y al Workingmen’s Party of the United States (WPUS) como actores fundamentales en la huelga general de San Luis que se inició con el conflicto de los trabajadores ferroviarios y se extendió a una huelga general que tomó provisionalmente el control de la ciudad. El alcance de este período llega hasta 1919, año que registra otra gran huelga obrera como fue la de febrero de ese año en Seattle, donde cerca de 65.000 trabajadores paralizaron la ciudad formando parte de organizaciones como la American Federation of Labor (AFL) y el Industrial Workers of the World (IWW).
El período referido tiene un contexto bélico configurado por la Guerra de Secesión en Estados Unidos, que había finalizado durante la década anterior, y el desarrollo de la Primera Guerra Mundial. La acumulación en disputas sangrientas con la que contaba la clase privilegiada sirvió para la represión de un enemigo al que se veía con gran preocupación debido a la cercanía de experiencias como las comunas de París y San Luis, así como la que permitía encontrar conexiones entre la Revolución Rusa y la revuelta de Seattle. El libro comienza por la represión a la comuna de San Luis como muestra de un movimiento que orientó la violencia hacia la lucha de clases y es este acontecimiento el que se convierte en el punto de partida de la historia del protagonista de la novela.
El nombre del protagonista está inspirado en un detective que trabajó para una agencia internacional y fue llamado a declarar por el Comité La Follette de Libertades Civiles durante 1930. Si bien los vínculos familiares y ciertos acontecimientos de la vida personal del Robert Coates de One Big Union están ficcionados, el resto de los personajes que aparecen a lo largo del libro, así como la enorme mayoría de los hechos que se describen, son parte de la historia de esa etapa. El lector se encuentra con figuras como la de Dashiell Hammett, una referencia clave para Evangelisti, debido a que se trata de un autor que narró historias de detectives nutridas por su propia experiencia en la Agencia Nacional de Detectives Pinkerton, entre las que se destaca un clásico de la novela policial como El halcón maltés.
El libro está organizado con un prólogo, cinco partes e incorpora un epílogo; a lo largo de esta estructura emerge una resistencia obrera posible de reconocer en la lucha político-sindical, en el enfrentamiento cuerpo a cuerpo con esquiroles y policías, y también a través de una vasta producción cultural que Evangelisti recupera en la figura de Joe Hill como creador de canciones que se convirtieron en himnos de lucha y en escritores como Jack London y John Reed, reconocidos por sus producciones literarias y su militancia al servicio de las revueltas.
En la composición del protagonista, abundan los atributos que ilustran su deshumanización como instrumento que utiliza el capital contra la clase obrera. La muerte no solo está presente en sus enemigos, sino especialmente entre las mujeres de su entorno, como se puede reconocer en los casos de su hermana Virginia y su pareja Rosy, donde resulta evidente hasta qué punto esas relaciones cercanas quedan involucradas en los enfrentamientos de clase. La búsqueda de Rosy, que ocupa gran parte del libro, se encuentra lejos de ser una historia de amor romántico. Sin dudas, cada lector conectará con el protagonista desde su concepción de humanidad, pero Evangelisti se ocupa de minar todos los puentes posibles que permitan empatizar con un sujeto de esta calaña.
La estrategia de narrar desde el detective infiltrado en las organizaciones obreras permite recomponer el proceso de crecimiento y consolidación del IWW en el marco de los debates y disputas con otras organizaciones políticas y sindicales. Aparecen cuestiones propias de ese momento de la historia de los Estados Unidos, como las diferencias entre nacionalidades o la distancia que existía entre trabajadores blancos y aquellos pertenecientes a la población negra. Por otra parte, la organización de los trabajadores desocupados y/o de baja calificación, que resultó fundamental para el crecimiento del IWW, tiene su correlato en estos días donde la desocupación, polarización entre calificaciones y condiciones de contratación sigue siendo, en gran parte del mundo, un problema para la estrategia político-sindical.
Aun desde su presentación como ficción, esta obra contiene una narrativa documental que contribuye al conocimiento del conflicto entre capital y trabajo durante el período en cuestión. Más allá del interés por clasificar este tipo de producciones, la importancia pasa por distinguir su aporte a la historia del movimiento obrero, su radicalización y el alcance de una represión que no economizó energías a la hora de derramar sangre.
El rescate de militantes, músicos, escritores y organizadores sindicales tiene el valor de poner en relación con esa historia a lectores que habitan un contexto político internacional dentro del cual el capitalismo sigue financiando, con estrategias más sofisticadas, sus ejércitos de Robert Coates.
Desde su potencia narrativa, One Big Union aporta también a cierto reservorio de bibliografía que se encuentra a disposición de aquellos mediadores que, a partir de su participación en instancias de formación sobre la historia de la clase trabajadora, exploren la inclusión de diversos materiales.
A través de un apartado final, el autor explicita sus fuentes documentales, donde hace referencia a una extensa lista de investigaciones sobre la historia del IWW. En línea con toda la producción cultural que se recupera como parte de la resistencia, este libro se gana un lugar entre las producciones artísticas que tensionan los hilos de la explotación capitalista y habilitan el reconocimiento de nuevos horizontes.